LOS ROSTROS DE LA GUERRA

Fatima Husein Mzgali

La mujer sin techo que alimenta a sus hijos con pan y leche de cabra

Fatima y su familia posan ante la boca de su refugio en Kafersijneh.

Fatima y su familia posan ante la boca de su refugio en Kafersijneh.

MARC MARGINEDAS

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Fatima Husein Mzgali alimenta a su prole, formada por tres hijos varones -Husein, Mohamed, y Alí- y la pequeña Jadiya, a base de pan de pita, patatas, té, una hierba local que crece espontáneamente en los prados de la región denominadaal jubaisa, amén de la leche que producen las dos cabras de la familia. Esta situación próxima a la indigencia, empeoró de forma radical hace tres meses, cuando a plena luz del día, alrededor de las 11 de la mañana, cazas del régimen de Bashar el Asad bombardearon con intensidad el centro de Kafersijneh, destruyendo un gran número de viviendas, incluyendo la suya. Ahora, en este espacio a cielo abierto donde antaño existió un hogar, -y donde acumula impúdicamente, a la vista de vecinos y viandantes, cacharros de cocina, animales domésticos y ropa tendida- Fatima se aviene a posar para la cámara y a explicar la razón de no haber emprendido el éxodo, como así lo han hecho el 90% de sus vecinos: «Amo mi casa y mi pueblo, pero aunque quisiera irme, no puedo; no hay dinero», explica, sin caer en la cuenta de que casa, lo que se dice casa, ya no le queda.

HABITÁCULO EXCAVADO/ Fatima no pone reparos en mostrar el habitáculo excavado en el subsuelo que le salvó la vida durante el reciente bombardeo y que impide ahora que tenga que dormir al raso. Se desciende a él a través de una empinada escalera esculpida en la roca, y una vez en su interior, gracias a una lámpara de gas de luz mortecina, se va vislumbrando, poquito a poquito, lo que alberga: una colchoneta enmohecida, un mueble, y unos pocos enseres vitales, todo ello envueltos en una atmósfera densa, fría y enrarecida.

Hace dos siglos, el francés Jean-Baptiste Lamarck formuló las primeras teorías evolucionistas, proclamando que en el mundo de los seres vivos, «la necesidad» era la que creaba «al órgano». Pero aún dando por buenas las enseñanzas del naturalista de la Picardía, cuesta creen cómo en solo dos años de guerra, los habitantes de Kafersijneh hayan podido adquirir semejantes destrezas y horadar túneles de varios metros cuadrados en el duro subsuelo rocoso sin la ayuda de maquinaria industrial -la ciudad no tiene eléctricidad-; o incluso instalar en algunos de ellos estufas de gasóleo con las que calentarse cuando arrecian los bombardeos en invierno.