El fantasma del impago de salarios reaparece en la Rusia de Putin

Una mujer compra tomates en un supermercado de Moscú.

Una mujer compra tomates en un supermercado de Moscú. / periodico

MARC MARGINEDAS / IVÁNOVO

Por qué confiar en El PeriódicoPor qué confiar en El Periódico Por qué confiar en El Periódico

Es viernes, 6 de mayo. La fecha figura como día hábil en el calendario laboral de Rusia, pero en los pasillos del bloque administrativo de Avtokran, empresa líder en la producción de grúas ligeras adosadas a vehículos en la Comunidad de Estados Independientes (CEI, exURSS), apenas se atisba actividad. Una pareja de vigilantes verifica la documentación de los visitantes, pero las oficinas están vacías, despobladas, un aspecto impropio en una firma de tales dimensiones. Los ventanales ofrecen una excelente panorámica del patio central, desde donde se accede a las cadenas de montaje y presidido por una grúa de color blanco montada sobre el chasis de un recio camión de fabricación rusa. Pero a media mañana, en un lapso de tiempo de tres horas, apenas se dejan ver un par o tres de trabajadores.  

Avtokran, orgullo de Ivánovo, localidad industrial de 410.000 habitantes situada a unos 250 kilómetros al noreste de Moscú, que desde 1954 ha manufacturado más de 150.000 grúas y que en época de vacas gordas exportaba su producción a Corea del SurEgiptoCuba o China, se ha convertido en una víctima más de la profunda recesión económica que azota a Rusia desde el 2014. Si en el ejercicio anterior al inicio de los avatares económicos nacionales, llegó a fabricar más de 2.000 cabrestantes, en el 2015, de sus instalaciones tan solo salieron unas pocas decenas de unidades.

La falta de pedidos ha hundido a la empresa, que orilla la bancarrota, con deudas que se acumulan en el pasivo de los libros de contabilidad: 150 millones de rublos, cerca de dos millones de euros. Algunos de los trabajadores no cobran sus sueldos desde julio, situación que a muchos afectados les lleva a rememorar la crisis de impagos de salarios y pensiones que padeció Rusia en los infautos años 90Rusia y que el Gobierno actual, bajo la presidencia de Vladímir Putin, tanto se enorgullecía de haber conjurado.                  

PEQUEÑOS PEDIDOS PARA SALIR DEL TRANCE

“Nos han garantizado un pedido mensual de 40-45 grúas al mes; de los 2.600 trabajadores que tenía la planta, ahora empleamos a unos 1.500; hemos hecho turnos para repartir la producción; hay quienes trabajan dos días, y hay quienes cinco”, explica Nadezhda Kashina, al frente del gremio empresarial. Esta ingeniosa sindicalista, que no pierde el sentido del humor pese al marasmo en que halla la firma a la que ha dedicado lo mejor de su vida, insiste que Avtokran tiene futuro, pero cree que para ello deberán incrementarse los encargos y encontrarse un socio; solo en el caso de que se supere una prodicción mensual de un centenar de grúas, se podrán sufragar las deudas. Como riesgo más inminente para la continuidad de la fábrica, Kashina identifica uno: el corte del suministros en los servicios básicos como electricidad o agua. “Si las cadenas de montaje se congelan cuando llegue noviembre…”, advierte, sin querer continuar.

Desplazarse a Ivánovo desde la capital rusa equivale a hacer un viaje al pasado reciente del país. La ciudad, a pocos centenares de kilómetros de los gentrificados e impolutos espacios que la alcaldía capitalina ha abierto en el centro de Moscú, ofrece estampas que cualquier avezado viajero por el espacio postsoviético identifica con la Rusia de finales del siglo pasado. Calles sembradas de hondos y peligrosos baches que piden a alaridos una reparación, infraestructuras -como estaciones y sedes oficiales- en estado de ostensible decrepitud, un ejército de hombres y mujeres, vestidos ellos con chándales, y portando ellas los enseres en bolsas de plástico; oscuros karaokes en lúgubres sótanos que permanecen abiertos hasta primeras horas de la mañana y donde chicas con alguna copa de más se lanzan a los brazos de todo extraño que hable ruso con acento extranjero.  

Como contrapunto, aún es posible toparse con esa genuina amabilidad propia de la Rusia de provincias, no contagiada por el frenesí de la gran ciudad y que capacita a sus habitantes a dedicar a un extraño 10 minutos de su tiempo para indicarle una calle o una dirección.

El malestar social crece debido a que la crisis de impagos no solo afecta a Avtokran. Otras “cinco empresas”, según apunta Konstantin Sutskov, periodista especializado en cuestiones laborales del periódico local 'Ivanovskaya Gazeta, acumulan “deudas de 120 millones de rublos”, entre ellos una compañía de construcción –DSK- o ElektroElektro, fabricante de sistemas de ahorro de energía fluorescente.

MIRANDO A LAS ELECCIONES

Las crecientes difcultades económicas, sin embargo, no parece hacer mella entre los estoicos habitantes de la población.Quienes han perdido su trabajo se espabilan buscando ocupación en sectores como el taxi –“nunca ha habido tantos coches por la calle” aclara Fiodor Lapin, director de la publicación- y aunque se han registrado protestas y piquetes, carecen de carácter político. Ante la inminencia de los comicios legislativos en septiembre, las secciones locales de los partidos, tanto los presentes en la Duma como los pertenecientes a la oposición extraparlamentaria, se han reactivado, e “intentan sacar partido de la crisis”, explica Lapin, aunque todo apunta que vencerá Rusia Unida, la formación oficialista. 

Población enclavada en el corazón industrial de Rusia, nadie aquí parece contemplar, como solución, alternativa alguna que implique un cambio de Gobierno o de régimen; algunos, incluso, muestran una indisimulada nostalgia por la estabilidad económica y política que existía bajo la URSS. “Queremos reconstruir la Unión Soviética aprendiendo de los errores”, destaca Aleksei, un joven veinteañero que ni siquiera tenía uso de razón cuando el país se desintegró en los 90. Y pese a que los problemas empresariales de Avtokran comenzaron con la guerra de Ucrania y el aislamiento internacional del país, sus trabajadores no establecen vínculo alguno entre la política exterior del Kremlin y sus dificultades diarias. “Me enorgullece vivir en un país importante; Putin ha conseguido que se respete a Rusia”, concluye Nadezhda.