CONMEMORACIÓN DEL CENTENARIO DE UNA MATANZA

El fantasma armenio

La sombra del genocidio perpetrado al final de la primera guerra mundial sigue atormentando a Turquía y la comunidad armenio-turca admite avances pero pide reconocimiento pleno

Recordatorio 8 Una anciana atiende el servicio religioso en recuerdo del centenario del Holocausto armenio en la catedral de Yereván.

Recordatorio 8 Una anciana atiende el servicio religioso en recuerdo del centenario del Holocausto armenio en la catedral de Yereván.

JAVIER TRIANA / ESTAMBUL

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Ani Balikçi era poco más que un bebé cuando su madre se apeó con ella apresuradamente del autobús en el que viajaban en Estambul. Ani le había llamado en público «mama», en armenio, en vez de usar el término turco «anne». Eran los años 50 y el último pogromo de Estambul había reavivado entre la minoría armenia los fantasmas del genocidio, de cuyo inicio se cumplen hoy 100 años. «Eso ya no pasa», relata a EL PERIÓDICO Balikçi, profesora de primaria descendiente de armenios otomanos que escaparon del genocidio y rehicieron sus vidas en Estambul. «Pero en los libros de texto que uso con mis alumnos no hay referencias a Armenia», lamenta. Ahora da clase en su lengua y en turco en una escuela armenia de la antigua Bizancio.

La cuestión del genocidio (que empezó con una orden gubernamental de deportar a segmentos de la población armenia hacia los desiertos de Irak y Siria y que acabó con alrededor de un millón de muertos) sigue siendo espinosa en Turquía: las fronteras entre ambos países están cerradas y el reconocimiento de los eventos acaecidos en 1915 y los años siguientes como «genocidio» queda muy lejos de las intenciones del Ejecutivo de Ankara. Tanto que Diana Yayloyan puede que tenga problemas a la hora de defender su tesis doctoral sobre la percepción del genocidio y modos de reconciliación. Nació hace 26 años en Moscú y ahora estudia en la capital turca. «Me costó mucho dar con un profesor lo suficientemente abierto como para abordar ese tema. Y aún hoy no sé si al final voy a poder incluir la palabra genocidio...», cuenta. Ankara teme que, si la pronuncia con todas las letras, le lluevan un aluvión de reclamaciones de los descendientes de los afectados, así como un posible procesamiento de manera retroactiva a través de la Convención de la ONU para estos casos. Por eso, desde el pasado año, sus dirigentes hablan de «sufrimiento compartido», como concesión.

Sin compensaciones

Pero a Ani Balikçi no le basta. Ella no quiere compensaciones, y eso que, hace hoy cuatro años, un ultranacionalista turco acabó con la vida de su hijo, Sevag Balikçi, mientras este realizaba el servicio militar en la localidad suroriental de Batman. «Aquello reavivó el miedo en la comunidad armenia», indica la madre, quien solo pide que Turquía admita el drama para una normalización de las relaciones.

Para tender puentes entre los distintos bandos, el francés de origen armenio Armen Ghazarian ha creado el proyecto Repair, una web que comparte contenido de intelectuales de cada uno de los actores del conflicto. «En Armenia -cuenta Ghazarian- tienen una visión geopolítica del asunto. Para la diáspora, es una cuestión de memoria histórica. Y, para Turquía, es un asunto de política interna e identidad. Cada grupo solo habla de manera interna, así que el reto es hacer que se entiendan».La minoría armenia, que antaño aportaba al Imperio Otomano grandes comerciantes, artesanos e intelectuales, parece afianzarse en Turquía, aunque el precio sigue siendo alto. Desde el asesinato del periodista turco-armenio Hrant Dink, en el 2007, a manos de un radical turco, la memoria histórica del pueblo armenio ha encontrado más tribunas. Ghazarian ve un resquicio de esperanza: «Ahora la puerta está más abierta y hay que aprovecharlo. Lo malo es que, en Turquía, la puerta siempre puede cerrarse de golpe».