ATENTADO EN LA SEGUNDA URBE DE RUSIA
El extremismo islámico prende en Asia Central
Marc Marginedas
Periodista
Premio 'Cirilo Rodríguez' al mejor corresponsal en el extranjero (2013), Premi Nacional de Comunicació (2013) y Premio Luka Brajnovic de Periodismo (2019). Autor de 'Periodismo en el campo de batalla: 15 años tras el rastro de la yihad'. Protagonista del documental 'Regreso a Raqqa' (2022)
MARC MARGINEDAS / MOSCÚ
Era un joven moreno, de cara redonda y aspecto asiático, uno de tantos chicos de rasgos no eslavos que transitan a diario por los pasillos del metro o viajan en autobús en las grandes ciudades de Rusia. Momentos antes de hacer estallar su carga explosiva, vestía un plumón de color rojo anaranjado, tenía la cabeza cubierta por un gorro de color azul eléctrico, y cargaba una mochila a sus espaldas.
Se trata de Akbarzon Jalilov, nacido en Osh, en la república exsoviética de Kirguistán, hace 22 años e identificado oficialmente como el autor material del atentado que el lunes segó las vidas de 14 pasajeros en el metro de San Petersburgo, provocando heridas de diversa consideración a una cincuentena.
De acuerdo con los investigadores rusos, este mismo suicida que detonó su artefacto casero en el tercer vagón de un convoy que transcurría entre las estaciones 'Plaza Sennaya' e 'Instituto Tecnológico' había depositado poco antes en otra parada del metropolitano, la de 'Plaza Vosstaniya', una bolsa con material explosivo.
HIPÓTESIS DE LA AUTORÍA
La identidad del suicida permite descartar ya algunas hipótesis que se barajaban acerca de la autoría del atentado, pese a que aún no se ha producido reivindicación alguna, en particular la de un ataque relacionado con el conflicto que se desarrolla en el Cáucaso ruso entre radicales islámicos y el Estado ruso. Gana enteros, en cambio, la posible autoría del autoproclamado Estado Islámico, ya sea mediante un 'lobo solitario' inspirado desde la distancia, ya sea mediante un ataque planeado y organizado por los ultrarradicales.
Todos estos hechos ponen de relieve un problema que los investigadores y expertos desde hace tiempo han identificado: la radicalización de los movimientos islamistas en Asia Central y la creciente presencia de Estado Islámico en esta región estratégica situada entre continentes, dividida en cinco repúblicas de estructuras estatales endebles, que accedieron a la independencia tras la implosión soviética en 1991.
"La influencia de Estado Islámico en Asia Central existe; de Kirguistán, país origen del kamikaze de San Petersburgo, han viajado entre 500 y 1.000" a combatir a Siria, indica telefónicamente Alekséi Malashenko, experto en temas orientales del centro Carnegie en Moscú.
ISLAMISTAS DE UZBEKISTÁN
En el 2015, 'sheij' Mohammed Alí, identificado como el líder espiritual del Movimiento Islámico de Uzbekistán (IMU, por sus siglas en inglés) juró fidelidad al autoproclamado califato de Omar al Bagdadi en Siria, en los primeros instantes de un vídeo de 15 minutos de duración difundido por Furqon TV, el canal del grupo, mediante YouTube. Aunque desde entonces se han producido deserciones y disisdencias en el seno del IMU, crece la inquietud y la sensación de inseguridad entre los gobiernos de la zona ante esta penetración.
El carácter autocrático de los regímenes en la región está azuzando el extremismo, aseguran los expertos. "Son países con un sistema político similar al soviético, sin tolerancia hacia la disidencia; por esta razón, la oposición política acaba siempre adquiriendo un carácter religioso" ante la imposibilidad de hallar otros canales para encauzar las demandas, críticas y opiniones contrarias, valora Malashenko.
Rusia está aprovechando esta preocupación para avanzar sus intereses geoestratégicos en la zona, lo que a la postre alimenta el círculo de la represión, ya que Moscú no concibe otras políticas a la hora de lidiar con el extremismo. Según escribe Dmitri Shlapentoj en 'The CACI Analyst', una publicación del Instituto Asia Central-Cáucaso, "el Kremlin se presenta como el único garante de estos regímenes como único soporte de su estabilidad, o en caso de ser derrocados, en garante de la supervivencia de sus líderes".
La cercana presencia de Afganistán, un país con una potente insurgencia talibán, amén de la retirada en el 2014, de la Fuerza Internacional de Asistencia para la Seguridad (ISAF), la misión multinacional de la OTAN que apuntaló durante 13 años al Gobierno prooccidental en Kabul, está impulsando la desestabilización en la zona. El Kremlin mantiene en Tayikistán, el país más endeble de Asia Central, que comparte una larga frontera con el país afgano, un contingente de varios miles de soldados.
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