El éxito pone a Rubio en la diana

Jeb Bush, Marco Rubio y Donald Trump, en el debate en Manchester, New Hampshire.

Jeb Bush, Marco Rubio y Donald Trump, en el debate en Manchester, New Hampshire. / periodico

IDOYA NOAIN / MANCHESTER (NUEVO HAMPSHIRE)

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"Hasta ahora ha habido mucho ruido pero se acabó. Entramos en una fase diferente”. El análisis lo hacía este sábado por la noche en un bar de Manchester (New Hampshire) Elizabeth Goonan, una mujer de 51 años, mientras las pantallas de televisión retransmitían el último debate de siete republicanos antes de las primarias del martes en el estado. Lo que se vio en el animado encuentro, intenso y en ocasiones eléctrico, constataba su teoría, servía para recordar lo desaconsejable de hacer apuestas en la campaña electoral este año en Estados Unidos y la trascendencia que ahora ya cobra cada momento.

Posiblemente a nadie se le haya grabado más a fuego esa realidad que a Marco Rubio. Después de su tercer puesto tras Ted Cruz y Donald Trump en los caucus del lunes pasado en Iowa, parecía imparable el ascenso del joven senador de Florida como potencial aglutinador del aparato del partido de Ronald Reagan frente al reto del favorito del Tea Party y del empresario ‘outsider’. Pero en el Saint Anselm College se demostró que es demasiado pronto para que los otros candidatos del ‘establishment’ tiren la toalla. Al menos no hasta el martes, cuando los resultados en las urnas representarán para algunos seguir en la lucha y para otros verse forzados a abandonar la carrera.

Nadie golpeó con más fuerza que Chris Christie, el gobernador de Nueva Jersey, que empezó su asalto cuestionando la falta de logros legislativos de Rubio. Es una línea de ataque habitual que hasta los demócratas han utilizado, aprovechando un vídeo en el que se ve al republicano Rick Santorum pasándolas canutas para, el mismo día en que decidió apoyar públicamente a Rubio, enumerar siquiera uno de sus logros.

Fue, no obstante, el propio Rubio, quién abrió las puertas de su infierno. Respondió a Christie tratando de desviar la conversación hacia el presidente Barack Obama, y lo hizo usando una frase preparada y ensayada que sonó como tal. El contrataque no se hizo esperar. “¿Lo ves, Marco? –espetó con tono paternalista Christie--. La cosa es que cuando eres presidente de EEUU o gobernador de un estado el discurso memorizado de 30 segundos que acaba con la frase de lo grande que es América no soluciona el problema de una sola persona”.

Eso dolió, pero aún quedaban más golpes, propiciados también por el propio Rubio. Porque repitió tres veces más la frase en la que asegura que Obama esta “intentando deliberadamente cambiar el país”, una metedura de pata grave que puso en bandeja que Christie dijera al público: “Ahí está, ahí está, el discurso memorizado de 25 segundos”.

Solo con ese momento Rubio ya habría quedado tocado pero, echando aún más sal en su herida, se sumó al ataque Jeb Bush, que le comparó con Obama, que también solo había sido elegido una vez como senador cuando llegó a la presidencia. “Ya lo intentamos con él, la elevada elocuencia, y no conseguimos un líder”, dijo. A su antiguo delfín le debió doler.

El embiste del exgobernador de Florida contra Rubio no fue la única muestra de que el miembro de la dinastía con dos presidentes se niega a tirar la toalla. Y demostrando que una candidatura que parecía pinchada aún tiene aire, se atrevió por primera vez a buscar el cara a cara con Trump, y con toda la energía que el magnate precisamente le acusa de no tener. Cuando Trump defendió las expropiaciones para construcción de infraestructuras y como parte vital de EEUU, Bush recuperó el caso en que intentó expropiar a una anciana no por interés público, sino para construir el aparcamiento de uno de sus casinos.

A pesar de esos golpes, y de ser abucheado cuando trató de callar a Bush, Trump tuvo algunos momentos que le pueden reportar votos, como su defensa a ultranza de la policía frente a las acusaciones de abuso de fuerza letal y violencia con las minorías. Y brilló algo más que Cruz, el ganador de Iowa, debilitado en el debate cuando quedaron expuestas algunas de sus malas tretas. Cruz pidió públicamente perdón a Carson por los mensajes falsos que lanzó su campaña en Iowa de que el neurocirujano se retiraba, pero intentó atribuir a la prensa esos mensajes. Ni Carson (ni nadie) le creyeron.

Solo optó por la moderación en los ataques y un mensaje más positivo y centrado en sí mismo John Kasich, el gobernador de Ohio que es la tercera pata en ese trinomio del aparato que lucha por impedir que Rubio se convierta en abanderado del Grand Old Party y cuya campaña ha realizado un enorme esfuerzo sobre el terreno en Nuevo Hampshire para buscar un buen puesto que permita sobrevivir. Y aunque las encuestas apuntan a que puede hacerlo (y siguen dando como claro favorito a Trump), no conviene poner la mano en el fuego por sus predicciones. Especialmente después de un debate como este.