CRISIS MIGRATORIA

La Europa enjaulada

CARLES PLANAS BOU / BERLÍN

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El pasado 14 de septiembre y ante la estupefacción europea por unas imágenes de caos por la llegada masiva de refugiados EuropaHungría cerraba su frontera con Serbia con una inmensa valla metálica. Miles de refugiados se quedaron a las puertas del país, abandonados en tierra de nadie. Gran parte de la clase dirigente de la Unión Europea se puso las manos a la cabeza y denunció la gestión del primer ministro ultraconservador húngaro, Viktor Orbán. Pero un mes y medio después, esa doctrina de responder con medidas de seguridad a una de las peores crisis humanas del último siglo no está tan cuestionada. Este miércoles, Austria anunció que construiría una valla a lo largo de su frontera con Eslovenia para frenar el alud de personas que intenta entrar en el país. Será la primera barrera dentro del espacio Schengen.

Desde que la llegada de refugiados se acentuó dramáticamente este verano, el mapa europeo se ha ido truncando. La creación de vallas ha tenido un poderoso efecto dominó al que muchos países se han sumado como demuestra la reacción eslovena de ayer, que amenazó con construir otra valla como respuesta a las pretensiones austríacas. Bulgaria fue el primero cuando a principios de agosto cerró su puerta a Turquía siguiendo el ejemplo de Grecia del 2012. Con el paso de Calais desbordado, el Reino Unido gastó más de seis millones de euros en vestir el Eurotúnel con alambre de espino. La decisión de Hungría de sellar su frontera con Serbia y Croacia actuó como catalizador y desde entonces países como Ucrania han impulsado la creación de vallas mientras que otros como Rumanía y Bulgaria han amenazado con hacerlo si la Unión Europea no les ayuda.

SIN RESPUESTA

La falta de una respuesta europea como pedía Alemania a la crisis de la refugiados ha sido determinante para desencadenar esta situación. «Nadie quiere ceder competencias a la UE y por eso se ha optado por externalizar el problema y pedir a Turquía que actúe mientras que vemos gente deambulando por los Balcanes sin recibir ayuda alguna», lamenta Sergio Maydéu, analista de conflictos internacionales y consultor.

La cancillera alemana, Angela Merkel, ha sido la única en hacer pedagogía sobre el multiculturalismo y en pedir un sistema de repartición de cuotas pero Europa ha preferido actuar como una fortaleza para impedir más llegadas. Ahora el recrudecimiento de las condiciones meteorológicas añade un nuevo factor dramático al éxodo que ha llevado a más de 700.000 personas a Europa en lo que va de año.

El anuncio de Austria, además,  es especialmente grave porque es el primer país que levanta muros entre países del espacio Schengen de libre circulación europea, una de los grandes conquistas de la UE. «Si la construcción de vallas se extiende en países de la UE más allá de Hungría y Austria podremos decir que el espacio Schengen está tocado de muerte», augura Maydéu. El presidente de la Comisión Europea, Jean-Claude Juncker, aseguró este miércoles en una conversación con el canciller austriaco, Werner Faymann, que «las vallas no tienen cabida en Europa», según un portavoz.

LA ULTRADERECHA SONRÍE

Un factor esencial para comprender ese aumento de las políticas de mano dura con los refugiados es el aumento de la popularidad de la ultraderecha. Aunque en Alemania los grupos xenófobos no tienen tanta presencia como en Hungría, su caso es paradigmático. En el último año un movimiento ciudadano radical como Pegida ha conseguido capitalizar las dudas de la sociedad ante el constante flujo de refugiados y jugar esa carta contra Merkel. La líder alemana, artífice de la apertura de puertas a los que huyen de la guerra, ha visto caer su popularidad y aflorar las críticas dentro de su partido, algo inaudito. Esa presión la ha llevado a endurecer las concesiones de asilo y puede ir a más si no se encuentra la respuesta común en la que insiste.

La unión de Austria al club de los que apuestan por el alambre de espino también es significativa. Hace tan solo un mes el canciller socialdemócrata Werner Faymann dijo no creer en levantar vallas para responder a la llegada de refugiados. Ahora parece haber cambiado de opinión y parte de la culpa parece encontrarse en el auge de la ultraderecha, que el pasado 11 de agosto logró sus mejores resultados en casi 10 años en las elecciones municipales de Viena con un duro discurso en contra de la migración. «La ultraderecha  juega con el miedo de los ciudadanos a que una supuesta invasión exterior acabe con todos sus privilegios aunque ese miedo sea irreal», apunta Carsten Koschmieder, especialista en la ultraderecha del Instituto de Ciencias Políticas Otto Suhr de Berlín.