La esperanza de Syriza

El partido griego de izquierda radical modera su discurso a medida que acaricia el poder y avista un hito histórico

Cartel electoral de Syriza en Atenas, con la imagen de Tsipras y el lema 'La esperanza está en camino'.

Cartel electoral de Syriza en Atenas, con la imagen de Tsipras y el lema 'La esperanza está en camino'.

MONTSERRAT RADIGALES / ATENAS (enviada especial)

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La convocatoria de elecciones anticipadas en Grecia para el próximo domingo día 25 y la perspectiva de un muy probable triunfo electoral de Syriza (acrónimo griego de la Coalición de Izquierda Radical) ha hecho sonar las alarmas en una parte de la sociedad griega, así como en Bruselas y otras capitales europeas. Desde Atenas pero también desde Berlín o Madrid, temerosos no solo de lo que significaría para Grecia y la Unión Europea sino también de un posible contagio en otros países del sur de Europa, se ha lanzado una campaña del miedo, a veces abierta y otras más sutil pero igualmente mal disimulada, en un intento, de eficacia más que dudosa, de disuadir al potencial votante de Syriza. Pero ¿es tan fiero el león como lo pintan?

Originariamente una coalición de hasta 13 grupos que formaban una curiosa amalgama de troskistas, maoístas, eurocomunistas y un variopinto sinfín de corrientes ideológicas izquierdistas, en el 2013 se convirtió en partido unitario, pero un año antes, en las elecciones del 2012, rozó el cielo: estuvo muy cerca de ganarlas y se convirtió en la segunda fuerza política del país y el principal partido de la oposición. El triunfo llegó en las europeas del pasado mayo, preámbulo de lo que puede ocurrir ahora.

De que la clave de su actual fortaleza radica en la crisis -en Grecia mucho más severa que en ningún otro país europeo- no hay ninguna duda. De que, al tiempo que acaricia el poder, ha moderado su discurso y ha reformulado algunas de sus propuestas más controvertidas, tampoco. No quiere arriesgarse a arrojar por la borda un momento histórico: la posibilidad de constituir lo que los griegos llaman «el primer Gobierno de izquierdas de Grecia». Hace tiempo que al histórico Pasok, ahora en sus horas más bajas, no se le considera realmente de izquierda.

LA TRANSFORMACIÓN

 Nick Malkoutzis, prestigioso analista político y director de la edición en inglés del diario Kathimerini, explica el fenómeno Syriza en tres fases. En los primeros años de la crisis, del 2009 al 2012, cuando se hizo patente que «no solo Grecia estaba en bancarrota financiera sino que el sistema político estaba también en bancarrota moral», la gente empezó a buscar alternativas. Syriza pasó de ser un partido que no lograba en las urnas más del 5% a lograr el 17% en las elecciones de mayo del 2012  y casi el 27% en las de junio del mismo año. Aquí empezó la segunda fase. «Se enfrentó al dilema de ser un partido de oposición muy vociferante o intentar llegar al Gobierno. Y entonces empezó un proceso de transformación. El partido se volvió más profesional, y comenzó a desvanecer dudas sobre algunas de sus políticas», señala Malkoutzis. El líder de Syriza, Alexis Tsipras, «empezó a viajar por el mundo, inició un diálogo con las instituciones europeas e incluso con inversores para transmitir su mensaje, algo impensable pocos años atrás». Hasta llegar a la tercera fase, la actual, en que «intentan representar la esperanza por encima del miedo, a pesar de que, en los dos años y medio transcurridos desde las últimas elecciones, el Gobierno les ha marginado y gran parte de los medios de comunicación les han sido muy hostiles».

FIN A LA AUSTERIDAD

Ciertamente muchas de sus propuestas siguen siendo controvertidas y sobre algunas de ellas existen serias dudas de que sean aplicables, dada la muy precaria situación financiera y económica de Grecia. La bandera de Syriza es poner fin a la draconiana política de austeridad impuesta por la troika (Comisión Europea, Banco Central Europeo y Fondo Monetario Internacional) como condición para obtener los 240.000 millones de euros de los dos rescates.  Pero Syriza ya no exige la condonación del 100% de la abultada deuda (unos 330.000 millones de euros) sino de «la mayor parte» de ella, una parte que no ha cifrado.

Como era de esperar, esta evolución hacia un mayor pragmatismo sin renunciar a lo esencial no ha estado exenta de algunas tensiones internas. Tsipras encabeza lo que podríamos llamar los moderados del partido, frente a un sector más radical y menos condescendiente. Hasta ahora el carismático líder y su equipo han sabido gestionar bien estas tensiones y lograr que nadie se sienta excluido. El sueño de llegar a formar Gobierno, evidentemente, actúa de aglutinador.

Lo que está por ver es qué ocurriría en este aspecto tras una eventual llegada al poder. Porque si Syriza gana las elecciones y llega a formar Gobierno, solo o en coalición, nadie duda de que tendrá que negociar con la troika. No será fácil. Es posible incluso que logre un acuerdo más favorable para Atenas que el existente y que pueda presentar como un éxito político, pero tendrá también un precio indudable. El baño de realismo puede entonces resultar demoledor en las filas del partido.

Mientras, que dure la esperanza que sienten millones de griegos.