Refugiados palestinos: la espera sin fin para volver al hogar

Unos 250.000 palestinos y más de 115.000 sirios del Golán huyeron o fueron expulsados por los israelís en la guerra de 1967

ANA ALBA / BEIRUT

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Fares Abdala recuerda sus casas en las ciudades palestinas de Belén y Nablus, su escuela, el paisaje del camino que recorría al volver del colegio y a sus vecinos.

“Me acuerdo perfectamente del día que tuvimos que irnos. Estábamos en Nablus y los israelís bombardeaban. Yo tenía ocho años. Nos marchamos rápido, fuimos caminando hasta el río Jordán, luego entramos en Jordania y entonces hubo otro bombardeo israelí”, rememora Abdala.

Él, su madre y sus hermanos tuvieron que huir durante la <strong>Guerra de los Seis Días</strong>, en junio de 1967, cuando el Ejército israelí ocupó Gaza y Cisjordania (incluida Jerusalén este), la península egipcia del Sinaí y una parte de los Altos del Golán sirios.

Se calcula que desde el inicio del conflicto hasta finales de 1967, más de 250.000 palestinos huyeron o fueron expulsados. El Ejército israelí demolió varios pueblos en Cisjordania. También abandonaron sus hogares unos 116.000 sirios del Golán.

EDIFICIOS LÚGUBRES

“Muchos palestinos huían con nosotros. Al llegar a Jordania nos llevaron al campo de refugiados de Zarqa. Mi padre se quedó en Cisjordania luchando, trabajaba para los jordanos porque entonces Cisjordania estaba bajo su control”, explica Abdala en el campo de refugiados palestinos de <strong>Burj al Barajneh</strong>, en las afueras de Beirut.

Abdala dirige el Centro Árabe Palestino en Burj al Barajneh, un enjambre de callejuelas estrechas, llenas de baches, donde edificios de fachadas lúgubres y desgastadas se agolpan surcados por centenares de cables de electricidad a la intemperie.

Abdala y su familia se trasladaron a Siria cuando estalló el conflicto entre Jordania y la Organización para la Liberación de Palestina (OLP) en 1970. “En Siria estudié el resto de mis años escolares, bachillerato incluido. Luego fui a la universidad en Bulgaria, gracias a una beca de la OLP. Después me casé con una palestina del Líbano y empecé a vivir aquí. Tenemos cuatro hijos”, relata Abdala.

FAMILIA EN SIRIA

Casi toda su familia sigue en Siria, pero él trabaja y reside en el Líbano desde 1987. Está obligado a registrarse cada año ante las autoridades libanesas. “Tengo pasaporte palestino y un carné de residente, pero no estoy inscrito en la UNRWA (agencia de la ONU para los refugiados de Palestina en Oriente Medio)”, clarifica. 

Los refugiados palestinos de 1967 en el Líbano no están registrados en la UNRWA, a diferencia de los de 1948, expulsados principalmente durante la guerra que siguió a la creación del Estado de Israel.

El 53% de los 450.000 refugiados palestinos que viven en territorio libanés reside en doce campos reconocidos que están masificados, carecen de infraestructuras y servicios y sufren altos niveles de pobreza.

Los refugiados del 48, al no ser formalmente ciudadanos de otro Estado, no gozan de los mismos derechos que otros extranjeros que viven y trabajan en el Líbano y no se les permite ejercer 20 profesiones.

Los palestinos del 67 tienen aún menos derechos. “No podemos obtener medicinas ni acceder a médicos a través de la UNRWA como hacen los del 48, podemos trabajar en menos profesiones, tenemos que pagar una buena parte de las visitas y tratamientos en el hospital de nuestro bolsillo. Nuestra vida aquí es muy difícil”, lamenta Abdala.

AYUDA DE OENEGÉS

Algunas oenegés, entre ellas la Institución National de Atención Social y Formación Vocacional, conocida como Beit Atfal Asumud, asisten a los refugiados, que cada año tienen que pagar entre 100 y 200 dólares al gobierno libanés para renovar su permiso de residencia.

Lo mismo les ocurre a los sirios que han tenido que huir al Líbano en seis años de guerra. “Sirios que llegaron con algo de dinero se instalaron en campos palestinos. Algunos son de origen palestino, familias de refugiados del 48 o del 67, otros no. Hay gente que les ha alquilado casas o locales para conseguir ingresos, están en paro y con este dinero sobreviven. También hay personas de otras nacionalidades que se han establecido en los campos. La situación es muy delicada”, explica una representante de Beit Atfal.

“No he vuelto a mi casa desde que tenía ocho años. Me encantaría regresar y vivir en el Estado de Palestina”, asegura Abdala. “Queremos vivir en paz en nuestra tierra, no estamos en contra de los judíos, pero sí de la ocupación israelí”, añade.