Escocia, pulso al límite

MARTA LÓPEZ / EDIMBURGO

Por qué confiar en El PeriódicoPor qué confiar en El Periódico Por qué confiar en El Periódico

Ya. Ha llegado el momento, el día en que los escoceses decidirán democráticamente y por mayoría simple en las urnas si continúan con nuevos poderes en esa estable unión política y potencia económica que es Gran Bretaña o si rompen con 307 años de historia en común e inician un camino por separado, esperanzador para algunos, terrorífico para otros, pero sin duda incierto.

¿Debe ser Escocia un país independiente? Es la pregunta a la que hoy 4,3 millones de votantes mayores de 16 años deben dar una respuesta que nadie se atreve a vaticinar. Londres contiene el aliento al ver como tiemblan sus sólidos cimientos. Y no solo. Son muchas las miradas que están pendientes de una decisión que por primera vez puede alumbrar un nuevo Estado de las entrañas de una democracia occidental, de la mano de un referendo soberanista. Todo un precedente.

Los escoceses afrontan su día D tras casi dos años en campaña -desde que en octubre del 2012 los gobiernos de Edimburgo y Londres pactaron la consulta-, los últimos meses muy intensa y de auténtico vértigo en los últimos días, con el  y el no peleando en las encuestas. Pero aun así, porque la decisión que deben tomar es traumática, unos 600.000 llegan a las urnas con el voto por decidir, una cifra de una magnitud que resta fiabilidad a los sondeos de última hora, que situaban ayer el no ligeramente en cabeza.

OPTIMISMO Y CONFIANZA / Yes Scotland, desplegada hasta última hora en las calles con sus banderines, adhesivos y pins a favor del , es optimista. Hay nervios pero confianza en que el apoyo a la independencia es mayor que el que reflejan estas encuestas realizadas por teléfono fijo y que -aseguran- no llegan a jóvenes y a gente más desfavorecida que solo utilizan el móvil y que forman parte de los grupos de población más inclinados a la secesión. Better Together se encomienda, en cambio, a esa mayoría silenciosa que permanece agazapada en la sombra hasta el momento de la verdad.

«Nuestras encuestas son las que valen, las que hemos hecho durante meses puerta a puerta, hablando con la gente de este país», aseguraron ayer a este diario fuentes de Yes Scotland, que no tenían empacho en hablar de un 60% de votos favorables al . «Glasgow (primera ciudad escocesa) y Dundee (la cuarta) son nuestras», afirmó un voluntario de la campaña. «Estamos tan cerca....», suspiraba una joven llamada Ayleen mientras repartía adhesivos en el centro de Edimburgo.

GRAN MOVILIZACIÓN / Los activistas de Yes Scotland han estado hasta última hora haciendo campaña por el sí y durante meses se han asegurado que el mensaje a favor de la independencia llegue a todos los rincones del país, en un titánica movilización en la que la sociedad civil se ha puesto al frente, al margen de los partidos políticos. A su lado, Better Together, sin pisar la calle, se ha escudado en las amenazas y el mensaje del miedo, con resultados más que dudosos. Incluso contraproducentes, según coinciden en señalar todos los expertos consultados estos días por este periódico.

LA LIBRA / A estas alturas de la película, cuando hoy los escoceses depositen su voto, lo harán sabiendo que la independencia no significa el apocalipsis que ha augurado Londres ni el paisaje idílico que ha dibujado el Gobierno nacionalista de Edimburgo de Alex Salmond. Nadie aquí cuestiona ya la viabilidad de una Escocia independiente cuya principal fuente de ingresos es el petróleo del mar del Norte, por muchas que sean las incertidumbres que planean sobre su futuro. La más preocupante es la que atañe al uso de la libra, a lo que Londres se opone, seguida del encaje en la Unión Europea, algo que deberán resolver los Veintiocho.

Todos estos son ingredientes que los escoceses pondrán hoy en la balanza ante la decisión de apostar por la independencia o seguir bajo la tutela de Londres con poderes reforzados, tras el compromiso de última hora de los tres grandes partidos británicos de otorgar nuevas transferencias a la autonomía escocesa, a lo que se habían resistido.

Fue el propio primer ministro británico, David Cameron, el que se opuso a incluir en el referendo una segunda pregunta sobre la mejora de las competencias, la llamada devo max, que Salmond quería introducir. Todo un error de cálculo político. El último de la serie de los cometidos en Escocia. Fueron las políticas antisociales de Margaret Thatcher las que alimentaron el sentimiento nacionalista en Escocia que el laborista Tony Blair trató de aplacar devolviendo el Parlamento autónomo. El efecto fue el contrario: alimentó el deseo de nuevos poderes. También Cameron también pensó que podría matar el debate a la brava.

¿Y? Escocia es quien decide.