Escocia, el nuevo Euskadi

El 'selfie' 8 Alex Salmond se hace una autofoto con una simpatizante, ayer en Stirling.

El 'selfie' 8 Alex Salmond se hace una autofoto con una simpatizante, ayer en Stirling.

XABIER BARRENA / EDIMBURGO

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Escocia es la nueva Euskadi. Hasta hace bien poco, una descripción arquetípica de político nacionalista catalán sería el de un tipo que se quejaba amargamente de la maldad intrínseca de Madrid, es decir, del Gobierno, y que admiraba al nacionalismo pacífico vasco, por su capacidad de atizar al Ejecutivo central y, sobre todo, por su concierto económico y su cupo, y, en su momento, su Ertzaintza. El soberanismo vasco ha desaparecido del foco, atribulado como está en la tarea de pacificación y normalización tras la etapa del terrorismo. Catalunya, por su parte y gracias a la movilización social, algo impensable hace 10 años ha adelantado a Euskadi por la derecha y sin luces. Se necesita otro referente. Escocia.

Más allá de que dentro de 24 horas los escoceses vayan a llevar a cabo un referendo de autodeterminación, el gran motivo de envidia para los soberanistas catalanes, los escoceses cuentan, también, con un mayor autogobierno que los catalanes. Aunque los fríos datos puedan engañar a primera vista.

«Los escoceses cuentan con menos competencias, quizá, pero las que disponen las gestionan en exclusiva, como si fueran un estado independiente. En Gran Bretaña no hay competencias compartidas como en Catalunya con el Gobierno central. No hay Tribunal Constituicional que dirima quién invade qué. O se tiene o no se tiene», explica el asesor catalán del SNP (partido nacionalista escocés) en WestminsterXavier Solano. Un ejemplo: «Cuando Muamar Gadafi usó de escudo a cinco enfermeras búlgaras condenadas a muerte en Libia por contagiar el SIDA a 400 niños para pedir la liberación del terrorista preso por el atentado a un avión sobre Lockerbie (Escocia), los negocidores internacionales acudieron a Tony Blair. La respuesta de este fue: 'Es competencia escocesa'.

Justicia es una de ellas. Interior, otra, con la excepción de las fronteras y materia en la que, por cierto, Alex Salmond, líder del SNP, trata ahora de crear un cuerpo de policía propio y único que unifique las distintas unidades territoriales sin mando único.

Joyas de la corona

Las joyas de la corona son educación y sanidad. Educación universitaria gratuita para los escoceses, frente a los 27.000 euros anuales que pagan los ingleses. Y un sistema de sanidad que se mantiene firme en lo público y huye de las privatizaciones en las que se ve envuelta el NHS, el sistema inglés.

Escocia gestiona un presupuesto de 37.000 millones de euros y, eso sí, no tiene un gran déficit fiscal. Apenas medio punto. Es decir, lo que transfiere Londres es cerca de ese 9% que aporta en tributos.

El punto flaco lo detecta el eurodiputado de CiU Ramon Tremosa: «No tienen capacidad fiscal. El federalismo es la capacidad de recaudar», señala. En este aspecto, Catalunya toma cierta delantera, sí, «pero podría haber sido más si se hubiera concedido la totalidad del IRPF, algo a lo que parte del PSOE parecía dispuesto y que el presidente de Andalucía, Manuel Chaves, vetó», explica Tremosa.

Ahora llueven ofertas de tercera vía sobre los escoceses, y si vence el no, posiblemente se avanzará en esa línea y, sobre todo, en el impuesto de sociedades.

Y, por cierto, para completar el cuadro de envidia, tal y como apunta el vicesecretario de relaciones internacionales de ERC, Jordi Solé: «Nadie pone en duda de que Escocia es una nación».