La nueva revolución en el país del Nilo

La escalada de violencia dispara la tensión y abre una brecha en Egipto

Dos seguidoras de Mursi protestan en el suelo frente a los soldados, el lunes.

Dos seguidoras de Mursi protestan en el suelo frente a los soldados, el lunes.

A. ATTANASIO / J. GIORGI
EL CAIRO

Por qué confiar en El PeriódicoPor qué confiar en El Periódico Por qué confiar en El Periódico

A seis días del golpe militar, en Egipto se dispara la tensión. La crisis política ha alcanzado un nuevo nivel de violencia tras la muerte de más de 50 partidarios del expresidente Mohamed Mursi, asesinados por las Fuerzas Armadas en la ciudad de El Cairo. El choque se produjo hacia las cuatro de la madrugada de ayer cuando un grupo de islamistas se manifestaban frente al cuartel de la Guardia Republicana donde está detenido desde el pasado miércoles su líder político.

En una conferencia de prensa, Hamed Alí, un portavoz del Ejército, afirmó que «un grupo armado atacó el perímetro del cuartel. El personal encargado de las seguridad fue atacado con munición real y balines, mientras otros trepaban a los muros para arrojar piedras, cócteles molotov y explosivos». Estos enfrentamientos, según los militares, causaron la muerte de un oficial y de dos policías, y más de una treintena de heridos entre los uniformados. Alí desmintió que se esté llevando a cabo una campaña de detenciones arbitrarias contra dirigentes de los Hermanos Musulmanes e instó a los militantes islamistas que están llevando a cabo protestas y sentadas a deponer su actitud, prometiéndoles que no se perseguirá a nadie si actúan «obedeciendo la ley».

Por su parte, los Hermanos Musulmanes calificaron los hechos de «masacre» del Ejército y la policía sobre manifestantes pacíficos. El Partido Libertad y Justicia, brazo político de la Hermandad, pidió a los egipcios que organicen un «levantamiento» en contra de «los que tratan de robar la revolución con tanques». El imán de Al Azhar, la referencia de los islámicos sunís, Ahmed al Tayeb, instó ayer a los egipcios a alcanzar un acuerdo para la reconciliación nacional «antes de que el país caiga en una guerra civil». Al Tayeb proclamó su retirada de la vida pública hasta el fin de la violencia. Sus declaraciones contrastan con las de Mohamed Badie, líder espiritual de los Hermanos Musulmanes, que invitó a la revuelta contra el Ejército y acusó al general Abdelfatá al-Sisi de querer «conducir a Egipto hacia el mismo destino que Siria».

COMISIÓN DE INVESTIGACIÓN/ El presidente interino, Adi Mansur, ha ordenado la creación de una comisión judicial para investigar de urgencia los hechos de ayer y ha apelado a la población a manifestarse pacíficamente. Lina Attalah, analista política del periódicoMada Masr, afirma que «mientras no haya una solución política, seguirá habiendo violencia entre los Hermanos Musulmanes y las Fuerzas Armadas». Attalah augura una escalada de violencia en los próximos días. Sin embargo, no cree posible «una deriva en una guerra civil».

La división que vive el país en estas horas se refleja en la incertidumbre que afecta al ámbito político. Los partidos que componen la coalición del nuevo Gobierno no han logrado llegar a un consenso para designar al próximo primer ministro. Tras la masacre de la madrugada de ayer, el partido salafista al Nur, segunda mayor fuerza islamista de Egipto, que había integrado hasta el momento a un grupo de partidos opositores a Mursi, anunció que suspendía su participación en las conversaciones sobre el nuevo Gobierno, e instó a todas las partes en conflicto a iniciar un «diálogo nacional sincero» para la reconciliación.

«Llamamos a imponer la voz de la razón y de la sabiduría y a empezar directamente un diálogo nacional sincero para empezar una reconciliación verdadera», aseguró el partido en un comunicado.

Además de la violencia, en la decisión de Al Nur han pesado las tensiones de las negociaciones con los militares, que inicialmente habían propuesto como primer ministro a El Baradei y después al economista Baha el Din, ambos rechazados por al Nur. La marcha atrás del partido salafista complica aún más el tablero político del país árabe en su difícil transición hacia el futuro.