Enemigos íntimos

EEUU y Cuba han protagonizado tentativas secretas de reconducir sus relaciones El 'Ché' barajó la idea de indemnizar a Washington

ALBERT GARRIDO / BARCELONA

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El anuncio hecho el miércoles por los presidentes Barack Obama y Raúl Castro es la última y más decisiva entrega de una historia de hostilidades aproximaciones que se remonta al momento mismo en que los barbudos de Sierra Maestra tomaron el poder. Entre enero y septiembre de 1959, Philip Wilson Bonsal, último embajador de Estados Unidos en La Habana, multiplicó los esfuerzos para alcanzar un compromiso de convivencia estable, pero sus conversaciones con Fidel Castro y sus asesores fracasaron. «No fue hasta noviembre de 1959 que finalmente me convencí de que no cabía esperar que se pudiera alcanzar algún tipo de acuerdo con él», escribió Bonsal en una carta fechada el 13 de noviembre de 1962, dirigida a Arthur Schlesinger Jr., asistente especial del presidente John F. Kennedy. Y aun así, aconsejó que se exploraran nuevas vías de acercamiento.

En el libro de William M. LeoGrande Peter Kornbluh 'Back Channel to Cuba', publicado en octubre, los autores revelan detalles de lo hallado en los archivos de diez presidencias, de Dwight D. Eisenhower Obama, y rastrean unos contactos, a veces ultrasecretos, otros, más o menos públicos, que solo se interrumpieron de forma tajante durante el mandato de George W. Bush (2001-2009), afecto a la diplomacia abrupta de los neocon. Algunas de estas maniobras se cruzaron con los numerosos planes de la CIA para asesinar a Castro, e incluso las hubo que partieron del convencimiento por ambas partes de que era posible el acuerdo.

Al seguir la pista de las relaciones entre dos enemigos íntimos, LeoGrande y Kornbluh han dado con las huellas de Raúl Castro en una reunión que mantuvo en La Habana con los senadores George McGovern y James Abourezk el 8 de abril de abril de 1977. Aquel día, el menor de los Castro comparó lo sucedido hasta entonces con un puente destruido en una guerra, y pareció inclinado a dar por concluido el conflicto. «La guerra ha terminado -les dijo Raúl- y ahora hemos de reconstruir el puente de 90 millas, ladrillo a ladrillo, desde el cayo West hasta la playa de Varadero». Cuando el presidente Jimmy Carter movió pieza en 1980 para aproximarse a Cuba, los buenos deseos se habían desvanecido.

Punta del Este

Pero de todos los contactos, el menos divulgado es el de la madrugada del 17 de agosto de 1961, durante una fiesta en Montevideo. Participaron los delegados de EEUU, Richard Goodwin, y Cuba, Ernesto Che Guevara, en la conferencia de Punta del Este celebrada dos días antes para impulsar la Alianza para el Progreso, herramienta multiuso diseñada por el Departamento de Estado para evitar el contagio de la revolución cubana a otras áreas de Latinomérica. Goodwin era una figura ascendente en la Administración de Kennedy y el Che ya era el icono universal del castrismo, a la misma altura que Fidel. A las dos de la madrugada de aquel día, solo cuatro meses después del episodio de bahía de Cochinos, el diálogo de Goodwin y Guevara dejó al primero la impresión de que era factible algún compromiso.

Según un informe elaborado por Goodwin, el Che se declaró dispuesto a compensar mediante intercambios comerciales el valor de los bienes estadounidenses expropiados. El enviado de Kennedy incluso propuso que se diera continuidad a los contactos, pero la crisis de los misiles (octubre de 1962) lo hizo imposible. Es más, el Senado abrió una investigación y Goodwin hubo de declarar ante una comisión ad hoc, algo que tuvieron muy presente años después otros negociadores que se acercaron con sigilo a Fidel, incluido Henry Kissinger, quien pasó de promover la distensión en el Caribe a pensar en 1976 la posibilidad de bombardear Cuba. Él no fue el único que albergó tales pensamientos.