LOS OPERATIVOS DE AYUDA A LOS AFECTADOS POR EL TERREMOTO

Emergencia a contra reloj

La prioridad sobre el terreno es ahora la asistencia sanitaria y alimentaria y evitar las epidemias

Personal nepalí carga con material de ayuda de un helicóptero de la India, ayer.

Personal nepalí carga con material de ayuda de un helicóptero de la India, ayer.

CARLES PLANAS BOU / BARCELONA

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Hace justo una semana un terremoto de 7,9 grados de magnitud en la escala de Richter hacía temblar Nepal y todos sus habitantes. En las primeras horas, las cifras apuntaban a 1.300 muertos aunque las réplicas y el ambiente de desesperación que se respiraba apuntaban a que el drama sería mucho mayor.

Ahora, con el país sumido en la miseria más absoluta y el caos, se espera que la cifra crezca hasta las 10.000 víctimas. Más de 11.000 personas vagan por las calles nepalís en busca de ayuda médica, 2,8 millones tratan de huir de la ruina y 94.744 infraestructuras públicas han quedado reducidas a escombros. La desgracia es mayúscula.

Cuando la naturaleza irrumpe con tanta brutalidad en la vida cotidiana como lo ha hecho en Nepal es muy difícil responder y sobreponerse a la tragedia. Buena prueba de ello lo muestran las protestas violentas que se han desatado en Katmandú entre los afectados por el seísmo y las autoridades del país, desbordadas por la magnitud de lo sucedido. Falta agua, transporte, alimento y asistencia sanitaria.

El Gobierno nepalí, que ha declarado la crisis nacional y ha activado un fondo de casi 4,52 millones de euros, no da más de sí. «El Gobierno de España también se vería colapsado y sorprendido», explica David del Campo, director de programas internacionales de la organización Save the Children. «Es normal, ningún país está preparado para enfrentarse a una catástrofe de tales proporciones». Naciones Unidas ha pedido elevar la ayuda a los damnificados hasta 373 millones de euros.

En casos tan extremos como el que está viviendo Nepal el papel de las oenegés es fundamental para intentar frenar la hemorragia que desangra al país. «El Gobierno debe responder, pero cuando este no llega a un sitio o a ciertas personas es donde las oenegés entran en acción», cuenta Daniel Ortiz, jefe del gabinete de prensa de Manos Unidas.

AYUDA LOCAL

La ayuda que proporcionan las entidades humanitarias depende mucho de su potencial en la región. Mientras unas destinan sus fondos de emergencia para colaborar con grupos de ayuda local, otras trabajan sobre el terreno desde hace más de 30 años. En ambos casos, su rol permite actuar con inmediatez y reducir el impacto para los más vulnerables.

Como en todas las grandes catástrofes, las principales víctimas son las criaturas. Tras el seísmo, muchos niños han quedado sepultados bajo los escombros y muchos otros se encuentran desamparados. Por eso, además de ayudar con medicamentos, agua potable y alimentos, las oenegés también financian el apoyo psicológico. Este se orienta especialmente a los más pequeños para tratar de hacer que se recuperen de la experiencia traumática que les ha tocado vivir.

En los próximos días la situación de emergencia que vive en Nepal pasará de la categoría dos a la uno, en la que se encuentran otras desgracias como la guerra civil siria, el Ébola o el terremoto de Haití. «El nivel de emergencia es mucho mayor de lo que parece por la falta de información», alerta Del Campo. «La probabilidad de que se propaguen enfermedades entre los supervivientes es enorme», apunta Mariona Miret, técnica de agua y saneamiento de Oxfam Intermón.

Al hablar de datos, la mayoría de las oenegés se muestran prudentes. «Debemos reevaluar la ayuda constantemente para saber qué podemos aportar, aún no tenemos la fotografía completa de los hechos», recuerda Olimpia de la Rosa, coordinadora médica del grupo de emergencias de Médicos Sin Fronteras.

Con un seísmo tan virulento, los voluntarios y organizaciones de ayuda humanitaria juegan a contra reloj para salvar a cuantas más personas posibles. Según cuenta el bombero de la unidad especial de la Generalitat de Catalunya Jordi Bosch, el margen de posibilidad de que una víctima resista sepultada bajo los escombros es de tres a ocho días.

CINCO DÍAS ATRAPADO

El caso de Pemba Lamba, un chico de 15 años rescatado tras cinco días atrapado sin comer ni beber en Katmandú, arroja un poco de esperanza entre tanta desesperación. «En la fase de intentar encontrar gente con vida es esencial el trabajo de los perros, son tan precisos como un detector antiminas», confiesa Bosch. Cada día que pasa es una oportunidad perdida de rescatar a los que aún están soterrados.

Otro de los grandes problemas del Nepal que dificultan las tareas de ayuda es su escarpada y montañosa geografía. Las poblaciones más remotas han quedado aisladas y la falta de infraestructuras dignas imposibilita el acceso a estas regiones. «Hemos visto con helicóptero zonas muy dañadas donde, por ahora, la asistencia no ha llegado», cuenta De la Rosa. Eso hace temer que la demora sea fatal y el número de víctimas se dispare.

El clima tampoco contribuye a mejorar la situación. La lluvia y el frío hacen más vulnerables a los que lo han perdido todo. Pero el panorama puede empeorar. «Dentro de un mes será la época de los monzones y entonces la catástrofe será aún más peligrosa», alerta Devendra Tak, responsable nacional de Save the Children en la India. «El agotamiento de las reservas nacionales de combustible añadirá otra piedra en el complejo camino de la ayuda humanitaria», avisa Miret.

LA CARA SOLIDARIA

Para que las oenegés puedan ayudar a los miles de afectados es indispensable la contribución económica de los particulares. Aunque la crisis financiera ha golpeado duramente a la clase media, la reacción ha sido sorprendente.

«Las donaciones de la gente han sido extraordinariamente elevadas, algo que va en la dirección contraria de lo que hacen el gobierno estatal y los autonómicos», critica Del Campo. «Como ya pasó en Haití, en catástrofes tan desmesuradas necesitamos ver la cara más solidaria de la gente», añade Ortiz. El reloj juega en su contra.