COMICIOS EN UN PAÍS CLAVE DE LA UNIÓN EUROPEA

Grecia, en la encrucijada

Alexis Tsipras, líder de la izquierda radical Syriza, comparte comida con colaboradores, ayer en Atenas.

Alexis Tsipras, líder de la izquierda radical Syriza, comparte comida con colaboradores, ayer en Atenas.

MONTSERRAT RADIGALES

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Grecia celebra hoy unas elecciones legislativas anticipadas que son cruciales para este país mediterráneo pero cuyo desenlace tendrá también una repercusión innegable en el conjunto de la Unión Europea (UE).

Unos 9,8 millones de ciudadanos están convocados a las urnas. De entre las muchas candidaturas que se presentan, solo siete cuentan, según las encuestas, con posibilidades reales de superar la barrera del 3% de los votos, el mínimo necesario para entrar en el Parlamento, que cuenta con 300 escaños.

En una elección muy polarizada, la gran batalla se dirime entre el partido de izquierda radical Syriza y la conservadora Nueva Democracia (ND), actualmente en el poder. Todos los sondeos dan a Syriza una ventaja de entre 5 y 10 puntos sobre su rival. De confirmarse estos pronósticos, la formación que lidera Alexis Tsipras quedaría cerca de los 151 escaños que constituyen la mayoría absoluta. La logre o no, se trataría de un triunfo histórico para un partido cuya principal bandera es el fin de los programas de austeridad que han golpeado a la población con extrema dureza.

LOS INDECISOS

El líder de ND, el primer ministro Andonis Samarás, no ha tirado la toalla y ayer mismo, jornada de reflexión, se mostró convencido de que resultará vencedor porque, según dijo, «el 14% de indecisos» votará por su partido y dará la vuelta a los pronósticos. Fue una evaluación muy optimista y dirigida sin duda a la propia parroquia, dado que la mayoría de los sondeos cifran los indecisos en no más del 10%.

La población griega está sumamente cansada después de seis años de una crisis de efectos devastadores, que se ha llevado por delante al 30% de la economía del país, que ha disparado el desempleo hasta el 26% (el 50% entre los jóvenes), ha reducido los salarios y las pensiones y ha erosionado muy gravemente servicios básicos como la sanidad pública, a la que tres millones de griegos ya no tienen acceso.

«Oenegés como Médicos del Mundo, que hasta hace unos años enviaban equipos a África o a países en conflicto, están atendiendo ahora a gente en el centro de Atenas», comentaba hace unos días a este diario un periodista griego. Un tercio de las familias griegas viven por debajo del umbral de la pobreza.

En este cansancio y esta desesperación radica la clave del previsible triunfo de Syriza. El partido de Tsipras ha sabido traspasar sus fronteras ideológicas para presentarse como la única alternativa útil ante amplios sectores de la población que no necesariamente comparten todos sus postulados. El mensaje de la esperanza ha cuajado más allá de los convencidos.

Dafni, una joven empleada en el restaurante de un hotel, es un ejemplo ilustrador. «Voy a votar a Syriza y no tengo ni idea de si es la decisión correcta. No sé qué piensan hacer. Les votaré porque son algo nuevo. A todos los demás ya les conozco», nos confesó.

LLEGAR A LA CLASE MEDIA

Tsipras es muy consciente de ello y ha hecho esfuerzos para llegar, por ejemplo, a la clase media, moderando su discurso. Sabedor también de que su mayor cosecha de votos se encuentra entre los jóvenes, no ha olvidado a las generaciones más mayores. «Vayan a votar por el futuro de sus hijos y de sus nietos, por los 200.000 jóvenes que se han tenido que ir al extranjero porque su país ahora no les ofrece nada», afirmó el jueves en su gran mitin en Atenas.

El discurso de Nueva Democracia es totalmente opuesto. Samarás se acoge a la ligera mejoría que han experimentado los indicadores macroeconómicos -cuyos efectos, sin embargo, no han llegado a la población- para anunciar el inicio de la recuperación y advertir de que un triunfo de Syriza lo echaría todo a perder. Samarás insiste en que si Tsipras llega al Gobierno se acabará la ayuda europea y Grecia podría verse forzada a salir del euro.

El triunfo de Syriza significaría una sacudida para Europa. Pero los líderes europeos parecen darlo ya por descontado. Incluso la cancillera alemana, Angela Merkel, que tras el anuncio del anticipo electoral medio amenazó con echar a Grecia de la eurozona, se declaró el pasado jueves «convencida de que encontraremos una solución». «A pesar de los dualismos y las rivalidades, quiero que Grecia continúe formando parte de nuestra historia», añadió.

EFECTO DOMINÓ

Lo que a los líderes europeos les preocupa es el efecto dominó que la llegada al poder de Syriza podría tener en otros países del sur de Europa, especialmente en España. La visita la semana pasada del presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, a su homólogo Samarás, disfrazando de encuentro institucional un mero acto de apoyo electoral así lo atestigua. La enorme atención que despertó el pasado jueves el viaje a Atenas del líder de PodemosPablo Iglesias, para hacerse la foto abrazado a Tsipras en el escenario del mítin, es otro reflejo de las expectativas desatadas. Iglesias no fue solo perseguido por la prensa española sino también por una parte de la prensa internacional.

Hoy Grecia mira a Europa y a sí misma, pero Europa también mira a Grecia. Las espadas están en alto.