LA MEMORIA DE DOS EPISODIOS HISTÓRICOS

Ecos del nazismo

Los aniversarios del 'Putsch' de Múnich y la 'Kristallnacht' cobran un nuevo significado con la crisis de los refugiados y el auge de la ultraderecha en Alemania

La 'Kristallnacht' o 'Noche de los cristales rotos', el 9 de noviembre de 1938, fue una purga contra los judíos.

La 'Kristallnacht' o 'Noche de los cristales rotos', el 9 de noviembre de 1938, fue una purga contra los judíos.

CARLES PLANAS BOU

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La de mañana es una fecha que siempre quedará marcada en la retina de los alemanes, para bien o para mal. Alemania es un país curtido en rememorar la historia y aprender de los errores de su turbulento pasado pero este año el ejercicio llega en un momento especialmente delicado por la crisis de refugiados y el auge de la ultraderecha. Ahora, el aniversario del intento de golpe de Estado nazi y del primer gran ataque a los judíos cobra un nuevo significado.

La tarde del ocho de noviembre de 1923, ahora hace 92 años, un joven Adolf Hitler se dirigía convencido junto a las SA a boicotear un acto en Múnich del gobernador de Baviera, Gustav von Kahr. El líder del Partido Nacionalsocialista Obrero Alemán había ganado mucho peso en la política de los años 20 gracias a su control de la retórica pangermanista y antisemítica. Inspirado en la marcha sobre Roma, Hitler intentó emular a Mussolini sin éxito y su golpe de Estado, conocido popularmente como el Putsch de la cervecería, le condujo a la prisión. Su revolución nacional había fracasado.

Triunfo de Hitler

Aunque entonces no lo sabía, aquel grave error estratégico acabó siendo necesario para desencadenar el posterior triunfo de Hitler, quien tan solo 10 años después conseguiría llegar al poder. La madrugada del 9 al 10 de noviembre del 1938, conocida como Kristallnacht Noche de los cristales rotos, la purga contra los judíos en la Alemania nazi vivió su episodio más violento cuando se atacó sus comercios y se asesinó a 91 personas. 77 años más tarde el escandaloso aumento de los ataques de la ultraderecha contra los refugiados ha hecho volver la vista atrás. En los 10 meses del 2015 el número de ataques se ha triplicado y ha pasado de los 199 del 2014 a los 637 actuales.

Estos dos sucesos guardan un cierto paralelismo con la situación que vive actualmente Alemania. A pesar de que las diferencias entre las dos épocas son abismales, altos dirigentes políticos como el vicecanciller y presidente del Partido Socialdemócrata (SPD), Sigmar Gabriel, no han dudado en comparar la estrategia del movimiento Pegida con la de los nazis. Para Elke Gryglewski, directora del memorial de la Casa de Conferencias Wannsee de Berlín, esa comparación no es exacta sino que los políticos la utilizan para alertar. «El verdadero problema está en el racismo que hay más allá de la ultraderecha, en una sociedad que bebe del discurso de que es homogénea y blanca y donde el multiculturalismo no ha avanzado lo suficiente», lamenta. Para esta experta la discriminación que la nueva política de asilo que Berlín practica con los refugiados de los Balcanes es un claro ejemplo de ese racismo camuflado.

El 'caso francés'

Gran parte de los partidos y movimientos radicales de Alemania como Pegida o el partido Alternativa para Alemania (AfD) ocultan su simpatía con la ultraderecha por el estigma que eso representa en el país. Otros, como el Partido Nacionaldemócrata de Alemania (NPD), son abiertamente neonazis y aunque no conmemoran el Putsch o el Kristallnacht sí que han mostrado sus simpatías con dirigentes del Reich como Rudolph Hess, secretario de Hitler. Comparándolo con el caso francés, los primeros se comportan de forma parecida a Marine Le Pen, más elegante y presentable para una amplia base social, mientras que los segundos se asimilan más a Jean Marie Le Pen, quien niega abiertamente el Holocausto.

El 9 de noviembre también es una fecha para la esperanza ya que es cuando, en el 1989, se derrumbó el muro que dividía Alemania en dos partes. Aún así, Elke Gryglewski alerta de que Pegida y AfD ya lo han utilizado para promover su discurso racista. «Con ello pueden reforzar su ideal de 'Somos un pueblo' y propagar la lucha contra una supuesta invasión», apunta.