CRISIS POLÍTICA EN VENEZUELA

Diplomacia vaticana

Expectación 8 Nicolás Maduro, rodeado por sus simpatizantes en la cancillería venezolana.

Expectación 8 Nicolás Maduro, rodeado por sus simpatizantes en la cancillería venezolana.

ROSSEND DOMÈNECH
ROMA

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Representantes del Vaticano participarán extraoficialmente en las negociaciones del presidente venezolano, Nicolás Maduro, con la oposición, acordadas entre el Gobierno de Caracas y los tres países seleccionados por la Unión de Naciones Suramericanas(UNASUR), Brasil, Colombia y Ecuador. No se tratará de una mediación, como ha sucedido en otros momentos y lugares de la historia, sino de unos «buenos oficios» vaticanos en un país de mayoría católica.

La cancillería venezolana invitó oficialmente al secretario de Estado del Vaticano, el cardenal Pietro Parolin, a participar como «testigo de buena fe» en el proceso de diálogo abierto para buscar una salida a las situación de violencia y enfrentamientos que vive el país desde casi principios de año. Parolin fue nuncio vaticano en Venezuela desde el 2009 hasta agosto del año pasado, cuando el papa Francisco lo eligió como secretario de Estado de la Santa Sede. 

Discreción y eficiencia

La discreción y eficiencia de la diplomacia vaticana ha sido varias veces ensalzada y veladamente envidiada incluso por Estados Unidos. Al fin y al cabo, con más de 1.000 millones de seguidores, la Iglesia católica dispone de una ramificación jerárquica y planetaria de la que carece cualquier otro país. Cuando en los años 80 Suecia estableció relaciones diplomáticas con la Santa Sede, su primer embajador explicó francamente, como hacen los nórdicos, que era porque «se trata de la institución que más sabe sobre el Tercer Mundo».

El papa Fancisco ha demostrado que prefiere gestos discretos, contrariamente a sus antecesores, principalmente Juan Pablo II, que se distinguió por algunas llamativas intervenciones directas en las naciones que estaban en situación de conflicto. En algunos casos, Juan Pablo II envió delegados a las capitales de los países que estaban al borde del enfrentamiento y en otras pareció bendecir  indirectamente, o condenar directamente, según los casos, las numerosas guerras que hubo durante su pontificado, entre ellas las Malvinas, Irak y Yugoslavia.

La llamada «injerencia humanitaria» reclamada voz en grito por aquel Papa para Bosnia contrasta con la solemne frase pronunciada con un dedo inquisidor, apuntando hacia el cielo, cuando dijo a quienes estaban entonces por abrir la segunda guerra de Irak que asumirían su «responsabilidad ante Dios, su conciencia y la historia».

No ha habido ninguna confirmación sobre el papel que la Santa Sede ha tenido en los últimos dos años para frenar un ataque occidental en Siria. Benedicto XVI intentó enviar a Damasco -capital del país árabe que mejor protege a las minorías cristianas- una delegación vaticana al máximo nivel, pero le pararon. Francisco prosiguió la labor en silencio. El ataque no tuvo lugar.

El canal de Beagle

La última  mediación conocida que haya ejercido un Papa en una disputa político-territorial fue en los años 80 entre Argentina y Chile por la posesión del canal de Beagle. La paz final se firmó en el Vaticano y se alcanzó en 1984, como ilustró un comunicado oficial, «sobre la base de las propuestas» que Karol Wojtyla hizo en 1980 al dictador Augusto Pinochet y a la Junta militar de Buenos Aires.

En Timor Oriental (200.000 católicos asesinados desde 1975), la jerarquía católica local ha ejercido siempre un papel mediador, hasta el punto de que papa Francisco, recibiendo el pasado marzo a los obispos de aquel país, les invitó a seguir siendo «una conciencia crítica». En el 2009, el cardenal Oscar Rodríguez Maradiaga tuvo un papel bastante llamativo y criticado en el golpe en Honduras contra el presidente Manuel Zelaya, al que invitó, una vez huido, a no regresar para evitar «un baño de sangre». EEUU elogió el papel del que hoy es el coordinador del equipo de ocho cardenales que el papa Francisco nombró para la reforma total de la cúpula católica.

El sillón vacío que el pasado junio dejó el Papa al no asistir a un concierto en el Vaticano tiene dos versiones oficiosas que se complementan. «No tengo tiempo para frivolidades», habría respondido a la invitación. La segunda versión es que en aquellas horas estaba recibiendo, uno a uno, a los aproximadamente 130 embajadores papales, que le representan en 180 países. «Vuestro trabajo más importante es el de la mediación y para mediar es necesario conocer», les dijo al recibirles, invitándoles a estar siempre al lado de la gente y a evitar «la mundanidad espiritual». Benedicto XVI no recibía a los nuncios y Juan Pablo I (1978) quería suprimirlos.