Devastación sin límite

Vista general de la destrucción de Shayahía, ayer durante la tregua.

Vista general de la destrucción de Shayahía, ayer durante la tregua.

ANA ALBA

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Las imágenes de Bosnia cuando acabó la guerra a finales de 1995 mostraban la destrucción de cuatro años de bombardeos. Las de Gaza enseñan la misma devastación provocada por 18 días de ataques. Barrios enteros se han reducido a cenizas y calles antes asfaltadas se han convertido en vertederos de tierra de los múltiples objetos vomitados por las casas al impactar los misiles.

La ciudad de Beit Janún, a cinco kilómetros de la frontera con Israel, está desfigurada. Hay casas que se han desplomado encima de las familias que las habitaban. La que el profesor Mohammad Shabat, de la Universidad Islámica de Gaza, compartía con dos de sus hermanos es ahora una montaña de escombros que entierra los cuerpos de seis jóvenes.

«Eran primos nuestros. Vivían solo a 100 metros de aquí. Poco antes de las 4.30 de la mañana, un tanque ha disparado contra su casa y han huido. Se han refugiado en esta casa porque han pensado que al ser de un profesor universitario no les podía ocurrir nada malo. Diez minutos después, un F16 ha bombardeado el edificio. Están muertos», relata el ingeniero Abu Karim llorando.

En los escombros, que aún desprenden humo gris del incendio causado por las bombas, un equipo de rescate intenta recuperar los cadáveres. Encuentran un cuerpo inerte y lo sacan a peso. Era muy joven. No era miliciano, simplemente intentaba huir de las bombas. Él es uno de los 135 cadáveres que se rescataron ayer de los escombros durante la tregua de 12 horas entre Hamás e Israel que entró en vigor a las 8 de la mañana y que anoche las milicias palestinas rechazaron prorrogar cuatro horas más.

Abu Karim enterró a sus primos a mediodía. Él y su familia huyeron de Beit Janún hace días. Su casa, parcialmente destruida, está en el corazón de un barrio completamente arrasado donde vive también Faraj al-Qafarna, reportero gráfico. «Me quedé aquí hasta ayer por la noche, cuando empezaron a bombardear y me refugié en el hospital», explica.

Faraj ya no tiene casa. La agencia de prensa donde trabajaba, en el edificio contiguo, parece un colador, pero el inmueble sigue en pie. El vecindario es inhabitable. Respirar se hace insoportable por el polvo que desprenden los escombros y la tierra y el hedor que empiezan a emanar caballos y burros muertos.

Las horas previas a la tregua, los bombardeos fueron implacables. En Jan Yunis, al sur de Gaza, una familia de 22 personas fue masacrada. Otros civiles han quedado aplastados en el barrio de Al Khuzaa, pero se desconoce cuantos son porque ni siquiera con tregua el Ejército israelí permitió a las ambulancias y las familias entrar en la zona.

Sí se pudo llegar hasta el barrio de Shayahía, en el este de la ciudad de Gaza, completamente arrasado. Sus calles fueron el lecho de muerte de decenas de personas acribilladas por las bombas hace ocho días. Algunas aún permanecen sepultadas bajo el hormigón y los hierros retorcidos. «Mi hermana está ahí abajo con cinco personas más», indica un joven.

«Esperaba destrucción, pero esto es increíble, supera todas las expectativas», dice hundido Raji Sourani, director del Centro Palestino para los Derechos Humanos, ante el horror contemplado.

AMBULANCIAS CALCINADAS / Las antiguas calles de Shayahía, ahora infestadas de cristales rotos y ambulancias calcinadas, se han vuelto a llenar de antiguos vecinos que comprueban que su hogar se ha esfumado e intentan recuperar objetos: colchones, una radio, un ventilador, una fotografía. Su vida estalló en mil pedazos con las bombas, aunque estén vivos. «Hemos perdido cuatro casas en mi familia y mi tienda», dice Mohammed al Arir, que tenía un comercio de venta de ordenadores y teléfonos. «He perdido al menos unos 48.000 euros. ¿De qué vamos a vivir ahora?», se pregunta Mohammed, padre de tres niños pequeños.

La operación militar israelí Margen Protector cumple hoy su jornada número 19. Los muertos son más de mil y aumentarán si no perdura la tregua, que ayer resucitó por unas horas la intensa vida de Gaza, con su tráfico infernal y sus mercados bulliciosos.