CONSECUENCIAS DE UN HITO HISTÓRICO

Un mundo incierto

Una mujer luce mallas con la bandera de EEUU ayer en una calle de La Habana.

Una mujer luce mallas con la bandera de EEUU ayer en una calle de La Habana.

ROSA MASSAGUÉ

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Tenía que suceder. Ha tardado. Y al final se ha producido. La normalización de las relaciones entre EEUU y Cuba cierra un capítulo de la historia que remite al siglo pasado con su esquematismo de bloques, pero se abre a un mundo de incierto futuro donde los polos de poder se desdibujan y los equilibrios mutan. En esta misma estela, otra normalización como la de las relaciones entre EEUU e Irán es más que una simple conjetura. Las conversaciones sobre el arsenal nuclear de Teherán así lo atestiguan.

Junto al fin de estos anacronismos históricos, el mundo se inclina hacia una fragmentación y un retorno del nacionalismo que en muchos casos van de la mano. Los grandes procesos de integración en entidades supranacionales que enmarcaban las relaciones en un mundo globalizado han perdido fuelle.

EL DESORDEN EUROPEO

Lo vemos en Europa, donde flaquea el objetivo común en beneficio de los intereses nacionales. La integración económica no da paso a la integración política. La anexión rusa de Crimea y la intervención en el este de Ucrania retratan el mayor desorden en Europa desde la disolución de Yugoslavia y «la UE no parece tener un plan para traer el orden al desorden», escribe Mark Leonard, director del European Council on Foreign Relations.

La retórica nacionalista de la Rusia de Vladimir Putin llevada al extremo por la severa crisis causada por la caída del precio del petróleo y el efecto de las sanciones occidentales, es quizá el ejemplo más claro de la tendencia.

Pero también lo es el discurso cada vez más antieuropeo y antioccidental del líder turco Recep Tayyip Erdogan. No es casualidad que haya estrechado sus relaciones con Putin ni su falta de colaboración en la lucha contra el Estado Islámico (EI).

Para fragmentación, la que aviva en Oriente Próximo, donde el EI ha borrado una frontera entre Siria e Irak, y se profundizan las divisiones geográficas y tribales.

ASIA PARA LOS ASIÁTICOS

En Asia, China, India y Japón cimentan su fortaleza y su futuro, cada uno en la medida de sus posibilidades, en el nacionalismo. Cuando la pasada primavera el presidente Xi Jinping lanzaba el eslogan de Asia para los asiáticos, readaptando al contexto de aquel continente la doctrina Monroe ('América para los americanos'), estaba dibujando un nuevo orden de seguridad regional en el que ya no cabe el dominio de EEUU en la zona, fruto de la guerra fría.

Sin embargo, es un orden que todavía tiene que nacer. Los intereses estratégicos de los tres países no coinciden y todos se están rearmando, cortejando unos a Rusia y otros a EEUU.

ÁFRICA PARA LOS AFRICANOS

La atención está puesta en Asia, pero también hay que mirar a África con sus grandes contradicciones. La pobreza y el fanatismo de matriz islamista no desaparecerán, pero un fenómeno nuevo está apareciendo con fuerza y es el llamado 'Africapitalismo'.

Hay una joven generación de empresarios dispuestos a que aquel continente deje de ser lo que ha sido desde el tiempo de las colonias, un mero centro de extracción de materias primas sin capacidad de retener la riqueza. Tony O. Elumelu, un economista, banquero y filántropo nigeriano define en 'The Economist' el 'Africapitalismo' como «el proceso de transformación de la inversión privada en riqueza social» y aspira a la creación de una clase media consumidora.

La histórica apertura de diálogo entre EEUU y Cuba pone también el foco en América Latina, donde está llegando a su fin el largo conflicto que ha enfrentado durante décadas al Gobierno de Colombia con la guerrilla de las FARC.

Sin embargo, el impulso que en su día tuvieron los países emergentes, con Brasil y Argentina entre ellos, se ha frenado, principalmente en el segundo, donde el Gobierno de Cristina Kirchner está resultando un desastre. La caída de los precios de las materias primas y la mala gestión les ha castigado.

SIN SUPERPOTENCIA

 En un mundo más fragmentado, con los países encerrados en su nacionalismo, seguirá habiendo potencias. EEUU, con su autosuficiencia energética y su capacidad de producción seguirá siéndolo. China, con su desarrollo económico, aunque ralentizado, también. Lo que no se avizora es una superpotencia.

Y una incógnita será el resultado global de la caída del precio del petróleo. Los países productores tradicionales son hoy menos ricos, mientras que los consumidores lo son un poquitín más.

El futuro es fácil de prever y difícil de acertar. Hace un año, cuando el 2013 se nos escurría de las manos, nadie previó la erupción del ébola o la caída del precio del petróleo o la aparición del EI con su mensaje de muerte. Y en esas estamos.