Cuba y EEUU inician una nueva era con la reapertura de sus embajadas

Un carrito de un vendedor ambulante luce una bandera de EEUU, ayer, en La Habana, coincidiendo con el anuncio de la próxima reapertura de las embajadas.

Un carrito de un vendedor ambulante luce una bandera de EEUU, ayer, en La Habana, coincidiendo con el anuncio de la próxima reapertura de las embajadas.

RICARDO MIR DE FRANCIA
WASHINGTON

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Si nada se tuerce por el camino, Cuba y EEUU reabrirán sus respectivas embajadas el próximo 20 de julio, 54 años después de que Eisenhower cortara las relaciones diplomáticas con el Gobierno revolucionario de Fidel Castro. Aquel gesto, un punto de inflexión en las tensiones que venían acumulándose desde que los barbudos de la Sierra Maestra tomaran el poder en La Habana, dio paso a un pulso tan épico como desigual por la hegemonía en América Latina, convertida en uno de los campos de batalla de la guerra fría. Pero aquella era se ha acabado. Ambos países anunciaron ayer la inminente reapertura de sus embajadas, «un nuevo capítulo» en una historia tan íntima como complicada.

La reapertura de las embajadas era una de las metas que se fijaron Barack Obama y Raúl Castro cuando el pasado 17 de diciembre anunciaron por sorpresa el inicio de un proceso de negociación para restablecer las relaciones diplomáticas. «Este es un histórico paso adelante en nuestros esfuerzos para normalizar las relaciones con el Gobierno y el pueblo cubano, e iniciar un nuevo capítulo con nuestros vecinos en las Américas», dijo Obama desde los jardines de la Casa Blanca. Castro se expresó por carta, las cartas que ambos presidentes intercambiaron para formalizar el acuerdo. «La parte cubana asume esta decisión, animada por la intención recíproca de desarrollar relaciones respetuosas y de cooperación entre nuestros pueblos y gobiernos».

Desde el inicio de las cuatro rondas de negociaciones celebradas hasta ahora tras meses de contactos secretos auspiciados por el Vaticano, el proceso ha avanzado sin grandes contratiempos. El pasado mes de mayo, EEUU sacó a Cuba de su lista de estados promotores del terrorismo, una condición esencial del deshielo y, ese mismo mes, la Sección de Intereses de Cuba en el barrio de Adams Morgan de Washington, encontró un banco dispuesto a procesar sus transacciones financieras.

VIAJES / Obama pretende viajar a La Habana antes de que acabe su mandato, un viaje que entraría en la historia como aquel otro de Nixon a China o el de Sadat a Jerusalén, pero antes de eso serán los ministros de Exteriores de cada país los que presidan las reaperturas de las embajadas. John Kerry tiene previsto acudir a La Habana para ver cómo las barras y estrellas vuelven a ondear de su legación en el Malecón, la misma que abandonaron los diplomáticos estadounidenses en enero de 1961 y la misma que ha acogido desde finales de los años 70 su oficina de intereses consulares. EEUU parece haberse asegurado que sus diplomáticos podrán viajar libremente por la isla y reunirse con la disidencia.

Por la parte cubana, Bruno Rodríguez presidirá la ceremonia en Washington. «No tenemos que ser presos del pasado. Cuando algo no funciona, podemos y debemos cambiarlo», dijo Obama antes de pedirle nuevamente al Congreso que aborde el levantamiento del embargo. El estadounidense considera que la mejor manera de impulsar la transición democrática en la isla pasa por un contacto estrecho con su Gobierno y la apertura hacia el capitalismo de su economía. «Este planteamiento no funciona. No ha funcionado en 50 años. Le cierra a América las puertas del futuro de Cuba y solo empeora la vida del pueblo cubano».

Pero el régimen castrista tiene todavía muchos enemigos en EEUU y el final del bloqueo se antoja como una meta lejana a pesar de que ya se han introducido proyectos de ley para levantarlo. El precandidato republicano a la presidencia, Ted Cruz, acusó a la Casa Blanca de ofrecer una «rendición incondicional» a los hermanos Castro, mientras que el senador demócrata Bob Menéndez dijo que Obama ha puesto su legado por encima de los derechos humanos y la democracia.

Desde ambas bancadas, varios congresistas mostraron su disposicón a bloquear la nominación del próximo embajador. Pero la Casa Blanca no está preocupada. Se conforma por el momento con que Jeffrey DeLaurentis, su diplomático al frente de la oficina de intereses, siga como embajador interino.