NUEVOS TIEMPOS EN LA CASA BLANCA

Cuatro historias de científicos vetados por Trump

Investigadores afectados por el veto a ciudadanos de países musulmanes viven desazonados su incierta sitiuación

Samira Asgari

Samira Asgari / periodico

MICHELE CATANZARO / BARCELONA

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BLOQUEADA EN UN LIMBO

Samira Asgari aguarda con esperanza los efectos de la suspensión del veto sobre la inmigración de Trump. Espera que le saque de un limbo en el que se encuentra atrapada desde el 28 de enero. Ese día, esta bióloga iraní de 30 años iba a tomar un avión en Suiza, donde hizo su doctorado, hacia EEUU, para empezar su posdoctorado en la Escuela de Medicina de Harvard, donde iba a estudiar la genética de la tuberculosis. Sin embargo, en la escala en Fráncfort un funcionario del consulado de EEUU la bloqueó, justo antes de entrar en el avión: su visado ya no valía. Sin que le reembolsaran el vuelo y con su equipaje extraviado durante dos días, Asgari tuvo que volver a Lausana, donde ya no tenía casa ni trabajo. Se refugió en casa de amigos y su centro de investigación anterior le propuso un contrato temporal. Pero, si su situación no se desbloquea pronto, su permiso de residencia caducará y tendrá que volver a Irán. “La ciencia necesita comunicación: si gente como yo no puede ir a EEUU, tanto nosotros como ese país perderemos algo”, comenta. 

¿OCASIÓN PERDIDA?

No pasa a menudo que un investigador de tan solo 35 años sea invitado a pronunciar una charla de abertura en la mayor conferencia de su sector. Esto le ocurrió a Eshan Moravveji, un astrofísico iraní afincado en Bélgica. “Es la ocasión de mi vida”, dice. No obstante, este tren podría acabar pasando sin que lo coja, si su visado no se tramita a tiempo: la conferencia es a final de marzo. Moravveji ha viajado regularmente a EEUU en el pasado y colabora con científicos de ese país. Su charla iba a centrarse en el estado del arte de la investigación sobre las estrellas más masivas de nuestra galaxia. El físico no es optimista. “Me temo mucho que el veto ha sido solo el principio de una historia que afectará a la ciencia en conjunto. La ciencia, especialmente la del calentamiento global, sufrirá al ser abandonada por una Administración a la que no le importa el futuro del planeta. Esta es tan solo una llamarada de un incendio mucho mayor. Yo tengo todas las alarmas puestas”, afirma con tristeza.

"NO SOY UNA CARGA, SOY UN RECURSO"

Fatemeh Zare casi se le saltan las lágrimas al pensar que no podrá ver a su hermana pequeña hasta no se sabe cuándo. Cuando hacía su doctorado en Barcelona, esta bióloga volvía a Irán al menos una vez al año para ver a su familia. Pero su visado para EEUU es de una sola entrada. Si sale, puede tardar hasta tres meses en conseguir otro. El veto de Trump excluía incluso esta posibilidad, y la de que su familia fuera a verla en Philadelphia, donde es investigadora posdoctoral en farmacología. Esta científica de 32 años estuvo en el 1% de los estudiantes con mejores notas de su generación en Iran. “No soy una carga para EEUU, soy un recurso. Pago mis impuestos, no he cometido ningún crimen y no soy una amenaza. ¿Por qué no dejan que los científicos trabajen en paz?”, afirma. Aunque el veto haya quedado en entredicho, su impacto psicológico permanece. “Como mujer, iraní y científica, me siento atacada de muchas maneras”, afirma Fatemeh sobre la actitud general de Trump. Ahora, la investigadora se plantea volver a buscar una plaza en Europa.

AGRAVIO DIPLOMÁTICO

La tosquedad del veto de Trump ha afectado incluso al presidente de la Academia Mundial de Ciencias (TWAS), el matemático sudanés Mohammed Hassan, quien también trabaja en Naciones Unidas y ha recibido honores oficiales de Brasil e Italia. Hasta que se aclare la situación, Hassan ha cancelado su participación en la reunión de la Asociación Americana para el Avance de las Ciencias (AAAS), la mayor organización científica de ese país, con la que trabaja en asuntos de diplomacia científica. “Nadie de Sudán ha cometido nunca una acción terrorista contra Estados Unidos. Hay quien sugiere que el veto dará alas a los terroristas para fichar a nuevos miembros y me temo que podrían tener razón”, afirma. “Para minimizar el riesgo del terrorismo hay que construir amistad, confianza, buena voluntad. La cooperación científica es una manera natural de conseguirlo”, explica. Otra potencial afectada es la sudanesa Rania Abdelhameed Mokthar, quien tiene que acudir a la reunión de la AAAS para recoger un premio que reconoce el trabajo de cinco jóvenes investigadoras de países en desarrollo.