Los protagonistas

Cuando la autopista se balancea

Residentes en Tokio relatan cómo el terremoto sembró el pánico en la ciudad

El aeropuerto japonés de Sendai, anegado por el agua tras el tsunami que provocó el terremoto.

El aeropuerto japonés de Sendai, anegado por el agua tras el tsunami que provocó el terremoto.

JORDI JUSTE
BARCELONA

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Cuando vio que la autopista elevada que tenía enfrente oscilaba de un lado a otro empezó a atisbar la magnitud de la catástrofe.«Estaba en un edificio del centro de Tokio; sentimos que comenzaba a temblar y pensamos que sería simplemente uno más, pero el temblor fue creciendo y salimos a la calle. Cuando vi que la autopista elevada que pasa enfrente se balanceaba, me di cuenta de que era un seísmo fuerte. Entonces vi con el móvil que el epicentro estaba en Miyagi, muy lejos de ahí, y comprendí que se trataba de un gran terremoto». Es el testimonio de Albert Mateo, un ingeniero de 29 años de Barcelona que trabaja en la capital de Japón diseñando, precisamente, edificios resistentes a los seísmos.

Albert es licenciado en ingeniería geológica por la Universitat Politècnica de Catalunya (UPC) y estudió su doctorado en Miyagi. En el momento del terremoto participaba en una reunión que trataba precisamente sobre la resistencia de unos edificios. Tras el terremoto, el transporte público quedó paralizado, así que para volver a su casa tuvo que caminar durante tres horas. Al llegar se encontró una gran cantidad de objetos caídos por el suelo, puso la televisión y se quedó impresionado con las imágenes de la ciudad donde estudió.

Sus conocimientos y su experiencia en una empresa constructora en Tokio lo han convencido de que un terremoto de la magnitud del de ayer con el epicentro en la capital habría sido devastador:«En Japón la legislación es muy estricta, sobre todo después del terremoto de Kobe de 1995, y los edificios nuevos aguantan muy bien, pero todavía quedan muchas estructuras anteriores y algunas no habrían resistido. Además, parte de Tokio es tierra ganada al mar y el terreno es muy blando y eso agranda el efecto. Habría muerto mucha gente».

Albert sabe que la destrucción de los terremotos se produce a menudo de forma diferida.«No es solo el daño que produce la caída de edificios. Un problema común es la rotura de tuberías de gas y la facilidad con que se propagan los incendios entre edificios muy pegados los unos a los otros ».

Más impresionado si cabe estaba el colombiano Juan Carlos Villamizar, responsable de inmigración de Iniciativa per Catalunya-Verds, que ayer mismo aterrizó en Tokio para pasar una semana.

«Acababa de registrarme en el hotel y estaba en mi habitación dejando las maletas cuando un fuerte movimiento empezó a lanzarme de una esquina a otra de la habitación. Bajé las escaleras buscando la cara de los japoneses, esperando que estuvieran tranquilos, pero solo veía caras de pánico. Todo el mundo salió y empezaron a caer baldosas de la fachada principal».

Impresionado

Juan Carlos regresó a su habitación en la tercera planta de un edificio de siete para recabar información sobre lo que había ocurrido:«Me impresionó que un país con tanta tecnología punta no pudiera hacer más que quedarse viendo por televisión cómo el mar se tragaba barcos y carreteras. Creo que estaban bien preparados para el terremoto, pero no para el agua».

Ayer la embajada española recomendó a los españoles que fueran a la sede del Instituto Cervantes, en el distrito de Chiyoda, y facilitó unos números de teléfono de contacto. El embajador, Miguel Ángel Navarro, redujo a tres los españoles no localizados en la zona del seísmo y manifestó su impresión de que«se encuentra bien».

En la ciudad de Sendai, al norte del país, sus habitantes se preparaban para pasar la noche en medio de la oscuridad por la caída de la red eléctrica. «La oscuridad es total y no tenemos calefección ni agua», lamentaba un vecino vía telefónica.