La crisis de los refugiados coloca a Grecia al límite del colapso

Refugiados que intentan entrar en Macedonia intentan hacerse con pan que reparte una voluntaria en el campo de refugiados cerca de Idomeni.

Refugiados que intentan entrar en Macedonia intentan hacerse con pan que reparte una voluntaria en el campo de refugiados cerca de Idomeni. / periodico

JAVIER TRIANA

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Entre la espada, la pared, sobre unas brasas y bajo lluvia ácida. El viejo dicho queda desfasado para describir la actual situación de Grecia, entre sus obligaciones fiscales con los socios europeos y el abandono por parte de éstos a la hora de repartir las responsabilidades en la respuesta a la crisis migratoria.

A principios de febrero, el Banco de Grecia publicó un estudio en el que estimaba en 600 millones de euros el coste de los refugiados para el país heleno solo para 2016. El texto advertía asimismo de que esta cifra podría aumentar si los refugiados se establecían en territorio griego en caso de cerrar los países balcánicos la frontera.

Pocos días después, el 20 de febrero, una potente restricción fronteriza consistente en dejar pasar por los Balcanes solo a los sirios e iraquís portadores de documentación original se ponía en marcha, haciendo sonar las alarmas de una Grecia ya maltrecha: de país de tránsito Grecia se convertía así en país de destino para afganos, somalís, yemenís, eritreos o paquistanís, entre otros muchos, que soñaban con Alemania o Suecia.

El analista griego Dimitris Rapidis considera que el coste es aún mayor. Su 'think-tank', Bridging Europe, lo estima en 800 millones de euros. “Si miras la cantidad propuesta por la Comisión Europea para enviar a Grecia, 700 millones (pero durante los próximos 3 años), verás que es muy pequeña”, asegura Rapidis a este diario.

"ALMACÉN DE ALMAS"

Hasta ahora –afirma el analista–, el Ejecutivo de Atenas ha gastado 460 millones de euros desde el inicio de 2015. “Este dinero procede de los contribuyentes, que están pagando impuestos para que Grecia cumpla sus obligaciones con sus acreedores”, detalla el experto sobre el enrevesado panorama.

El primer ministro, Alexis Tsipras, ha definido su país como un “almacén de almas”. Varias decenas de miles de personas están allí atrapadas, sin posibilidad de seguir hacia el norte ni ganas de regresar a sus lugares de origen. Pero Atenas ha decidido no usar a los migrantes como baza en las negociaciones sobre el rescate griego. Sí la usará en el futuro, afirma Rapidis, de seguir las restricciones fronterizas.

Es previsible que la crisis afecte al turismo en las islas del Egeo. Sin embargo, este factor se podría haber visto ligeramente compensado por la alta ocupación de hoteles en temporada baja debido a la afluencia de trabajadores de organizaciones humanitarias y periodistas desplazados para cubrir esta crisis.

Quienes sí se benefician de manera obscena son las mafias de traficantes de personas que tratan de cruzar ilegalmente las fronteras a los migrantes o los taxistas sin escrúpulos que cobran precios disparatados. En el lado opuesto, griegos a título individual o redes solidarias contribuyen cada día a paliar las necesidades de quienes huyen de la guerra.

SOBRAN LOS RECURSOS

Griegos de a pie, a quienes por lo general no les sobran los recursos, que distribuyen comida en estaciones de servicio en la frontera con Macedonia, donde se agrupan los refugiados. “Pero esta cadena solidaria no va a durar para siempre”, asevera el analista.

¿Qué está haciendo el Gobierno de Atenas? Una de las medidas más recientes ha sido la creación de tres campamentos de refugiados gestionados por el Ejército en el norte del país. En el de Nea Kavala, el más cercano a Idomeni, en la frontera greco-macedonia, hay capacidad para 2.500 personas, pero solo de nacionalidad siria o iraquí, en lo que supone una aceptación de facto de las aleatorias regulaciones impuestas por los países balcánicos.

Su ocupación varía dependiendo del día, pero fuentes militares aseguran que rara vez está lleno ya que los refugiados no quieren permanecer en los campamentos: quieren quedarse más cerca de la frontera y tratar de seguir su camino.