Corea del Sur elige a un presidente moderado tras 10 años de gobiernos conservadores

Moon Jae-in se impone en las elecciones tras la salida de su predecesora Park Geun-hye por el 'caso Rasputina'

Moon Jae-in saluda tras la toma de posesión como nuevo presidente de Corea del Sur, en Seúl.

Moon Jae-in saluda tras la toma de posesión como nuevo presidente de Corea del Sur, en Seúl. / KHJ/

ADRIÁN FONCILLAS / PEKÍN

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Ha llegado el cambio huracanado a Corea del SurMoon Jae-in, candidato del Partido Democrático, se ha impuesto en las elecciones con un 39% de los sufragios -con el 75% escrutado- y será el nuevo presidente del país, rompiendo con una década de Gobiernos conservadores. El derrumbe de los conservadores es histórico: Hong Joon-pyo, del Partido de la Libertad de Corea, se quedaría con el 25%, mientras el centrista Ahn Cheol-soo recibiría el 21%. 

La jornada festiva y la gravedad de los asuntos que se ventilan en las elecciones apuntan hacia una participación récord que rondaría el 80%. Los resultados definitivos se sabrán la mañana del miércoles. El país necesita cuanto antes recuperar la normalización institucional después de meses convulsos.

Corea del Sur ha votado hoy para enterrar un pasado vergonzante y definir su postura en el embrollo geopolítico al que Pyongyang la ha empujado. Las elecciones han llegado con el país aún traumatizado por el elefantiásico escándalo de corrupción que le costó el puesto a la presidenta Park Geun-hye, con un panorama económico inquietante y los cotidianos desmanes de Corea del Norte. A Moon no se le intuye una agenda desahogada.

Moon, de 64 años, relevará a la derecha en la Casa Azul o residencia presidencial. Hong ha lidiado con el insoportable legado de Park, probablemente una de las personas más odiadas del país. Ese escándalo de la Rasputina, la vieja amiga presidencial que ordeñaba a los conglomerados a cambio de favores, fue difícil de digerir incluso para una población acostumbrada a la corrupción de altos vuelos. Cientos de miles de personas pidieron en las calles durante meses la dimisión de Park hasta que el Parlamento firmó su 'impeachment'.

LUCHADOR POR LOS DERECHOS CIVILES

Ese viento ha empujado a Moon, un reputado luchador por los derechos civiles e hijo de desertores norcoreanos durante la guerra. Su victoria amenaza un mapa regional de equilibrios en el que Seúl sigue a ciegas a Washington al precio de irritar a China. Moon ha dejado dicho que Corea del Sur tiene que “aprender a decir que no” a los estadounidenses y se ha mostrado muy crítico con el escudo antimisiles o THAAD (por sus siglas inglesas). Ese escudo resume el conflicto: China y Rusia se han opuesto por la razonable sospecha de que, más allá de controlar los misiles norcoreanos, también le servirá a Washington para fiscalizar su territorio.

Pekín, el socio económico principal de Seúl, le está sometiendo a un castigo severo que notan sus multinacionales, artistas y cualquiera que dependa del mercado chino. Moon es partidario de que el Parlamento discuta sobre el escudo para subsanar el unilateral acuerdo firmado por su predecesora. Será complicado que Corea del Sur lo retire cuando Estados Unidos adelantó su despliegue precisamente para vadear esa posibilidad. Ordenar a los estadounidenses que se lo lleven sería una bofetada inasumible hacia su principal socio militar en la zona.

Habrá más tensiones entre Seúl y Washington con Moon, certifica Scott Snyder, director del programa Estados Unidos-Corea del think tank Council on Foreign Relations. “Pero al final serán manejables debido a los importantes intereses comunes en materia de seguridad. Los surcoreanos están más inclinados a resolver sus problemas sociales como presupuesto previo a lidiar con sus amenazas externas como Corea del Norte”, explica por email.

ACERCAMIENTO 

Los halcones presentan a Moon como un flojo en el asunto norcoreano. Moon quiere jubilar la hostil política de sanciones, allanar el entendimiento y retomar proyectos conjuntos como el complejo industrial de Kaesong. Incluso está dispuesto a reunirse con Kim Jong-un en Pyongyang. El más que probable ganador es el hijo político de Roh Moo-hyun, cuya línea de apaciguamiento permitió la histórica cumbre presidencial en Pyongyang en 2007 con Kim Jong-il, padre del actual dictador. La llegada de los conservadores a Seúl arruinó sin remedio el clima.

A los surcoreanos les desvelan asuntos más cotidianos que los cálculos geopolíticos. La economía ha perdido fuelle, suben las desigualdades sociales y el paro juvenil alcanza el 10%. Toda la frustración se dirige hacia los chaebol, esos grandes conglomerados familiares en los que se apoyó un país devastado por la guerra para remontar pero que hoy simbolizan la más degradante corrupción. Las promesas para embridarlos forma parte de la liturgia electoral de los últimos años. Moon propone dar más poder a los accionistas minoritarios y otras medidas para mitigar sus excesos, pero es complicado que pueda luchar contra intereses tan asentados y poderosos.