Las corbatas del sha

ANTONIO BAQUERO

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El metro arranca de la estación Tajriz de Teherán. Es un barrio del norte, de los más ricos de la ciudad, y en el vagón viajan numerosos hombres elegantemente vestidos. Abundan las americanas y los trajes .Llama la atención que ninguno de ellos, ni siquiera los que por su apariencia parecen desempeñar cargos de responsabilidad, lleva corbata.

Pasan las estaciones y decenas de hombres suben y bajan del convoy. La tónica continúa: ni una sola corbata. En un ciudad como Teherán, la ausencia de la prenda que se asocia con el vestir bien llama la atención. “La razón, tal y como explican varios iranís , es que para la población de Irán la corbata se asocia con el sha, que la usaba, y con el imperialismo occidental. Es la prenda que visten los poderosos en Occidente, por eso aquí se rechaza”, comenta una joven iraní. Como señala un sastre de Teherán, la corbata “no forma parte de nuestra cultura y por eso no nos gusta". Asegura que vende "muy pocas”.

Prueba de ello es que ningún mandatario iraní ha lucido nunca esa prenda. Todos los presidentes, sean clérigos, como Mohamed Jatamí o Hasan Rohani, o sean civiles como Mahmud Ahmadineyad, evitan usar corbata. Tampoco la usan los presentadores de televisión. En su lugar, llevan la camisa abrochada hasta el último botón. Repasando los carteles electorales con los cientos de candidatos que aspiran a las elecciones del viernes, se descubre que ninguno de ellos la lleva.

Declaración de intenciones

La corbata es una muestra más de cómo, en la sociedad iraní, la ropa es toda una declaración de intenciones. Podría pensarse que en un país con tantas restricciones en la forma de vestir, sobre todo a las mujeres, se habría generado una uniformización. El efecto de esas restricciones es justo el contrario. 

Basta mirar a las mujeres. Oficialmente están obligadas a cubrirse el pelo con un pañuelo, preferiblemente un chador, y a que sus abrigos no sean de colores llamativos ni ceñidos a la cintura. No obstante, las mujeres son capaces de ir forzando poco a poco los límites y de aprovechar el espacio que queda para lucir toda una panoplia de variantes llamativas.

Así, están las más conservadoras, que se cubren con un chador que solo muestra el óvalo de la cara. Entre las demás, que en Teherán son amplia mayoría, las variantes son infinitas. Así, muchas optan por un pañuelo o chal de colores para cubrirse el cabello. Las más atrevidas, en lugar de colocar el filo en el nacimiento del pelo, sobre la frente, lo colocan en la mitad de la cabeza, dejando a la vista impresionantes y peinadísimos flequillos.

La represión en la vestimenta suele ser el termómetro de la situación política. Así, tras la llegada a la presidencia del moderado Rohani, la policía religiosa ha rebajado mucho el nivel de hostigamiento y acoso a las chicas, a las que paraban –e incluso se llevaban detenidas- por ir demasiado maquilladas, por mostrar mucho cabello o por llevar un chal de colores demasiado vivos. “Con Ahmadineyad era terrible, la policía religiosa no nos dejaba vivir”, cuenta una teheraní.

Rebeldía

Aunque la mayoría lo llevan así solo para mostrar más sus encantos, colocarse mal el hiyab tiene también un punto de rebeldía. Los sectores más conservadores del país lo saben y crearon incluso un término para definir esos hiyabs que mostraban demasiado cabello. Los bautizaron como “hiyabs malos" y llegaron a asegurar que la expansión de ese uso relajado del pañuelo era una maniobra del imperialismo yanqui para entrar en Irán.

A la hora de elegir a la candidata a votar, las mujeres escrutan el modo en que estas se cubren el pelo, si llevan chador, pañuelo y si este es de colores, lo que puede significar un espíritu más abierto.

En medio de tanta restricción sorprende que muchas tiendas, especialmente las de los barrios adinerados del norte de Teherán, muestren en los escaparates ropas femeninas de vivos colores y talles ajustados. ¿Cuándo se lo ponen? “Esto es para dentro de casa. Nosotros siempre decimos que las iranís tenemos dos vidas: la de la calle y la de dentro de casa”, añade la chica.

Pero la rebelión en el vestuario no es cosa solo de chicas. Los chicos, especialmente los universitarios, también marcan terreno con su apariencia. Así, en las universidades abundan los jóvenes con pobladas barbas. “Pero no es una barba islámica. Es una barba hipster”, dice una estudiante. Las acompañan con cabellos largos y coletas. El resultado es que que en la Universidad de Teherán no es raro ver a chicos con una pinta semejante a la de Pablo Iglesias. También huyen del rigor y optan por camisas desenfadadas, pulseras de abalorios, colgantes… siendo la imagen final muy similar a las de muchos jóvenes de las universidades europeas.

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