FRACTURA SOCIAL

Rehenes de un conflicto

El conflicto ha roto los lazos entre rusos y ucranianos, los dos mayores pueblos eslavos

El presidente 8 Vladimir Putin instantes antes de subir al avión en Brisbane (Australia), ayer.

El presidente 8 Vladimir Putin instantes antes de subir al avión en Brisbane (Australia), ayer.

LEV GANIN / MOSCÚ

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Cuando en noviembre del 2013 los partidarios de la asociación de Ucrania con la UE instalaron las primeras tiendas de campaña en el centro de Kiev, muchos en Rusia consideraban que el llamado Maidán no duraría más allá de la llegada del frío invernal. Un año después, el conflicto ucraniano, que se ha cobrado ya más de 4.000 víctimas, sigue sin resolver. Más aún, además de enfrentar a dos naciones eslavas tradicionalmente afines, ha tensado las relaciones entre Rusia y Occidente.

Millones de rusos y ucranianos que hasta el cambio del poder en Kiev en pasado febrero apenas se daban cuenta de que existe una frontera entre los dos países, de la noche a la mañana se vieron hechos rehenes de un conflicto geopolítico a gran escala. La enorme presión de las máquinas propagandistas de Moscú y Kiev ha roto miles de lazos familiares creando en la mente de ambos pueblos realidades totalmente encontradas.

«Mi madre ucraniana me llama cada semana histérica para decir que ya vienen los tanques rusos. No me hace caso cuando le explico que vive lejos de la zona de los combates», cuenta Leonid, un experto en arte ruso procedente de Ucrania, que se instaló en Moscú en los 90. Su madre vive cerca de la ciudad ucraniana de Odesa, donde el pasado 2 de mayo 46 personas fallecieron y 200 resultaron heridas en la tragedia de la casa de los sindicatos, cuando un grupo de manifestantes nacionalistas incendiaron el lugar en el que se refugiaban cientos de prorrusos. «La última vez me llamó para despedirse diciendo que lanzaderas múltiples rusas Grad acababan de incendiar un campo cercano a su barrio», cuenta Leonid.

EN TODAS LAS CONVERSACIONES

El tema de Ucrania es inevitable en cualquier conversación. Enseguida convierte en enemigos a las personas con puntos de vista diferentes. «Mi hermano no habla conmigo desde hace varios meses porque me considera víctima de la propaganda del Kremlin», dice Elena, una joven arquitecta moscovita que sostiene que «Rusia tiene todo el derecho de proteger» a la población prorrusa de Ucrania. En cambio, su hermano Víctor defiende que Moscú ha robado la península de Crimea a Kiev en contra del derecho internacional.

La psiquiatra Tatiana de la ciudad de Togliatti, a unos 1000 kilómetros al sureste de Moscú, dice que el conflicto ucraniano ha cambiado su vida. «Mis familiares del oeste de Ucrania me llaman para acusar a Rusia de todos los males. Me dicen que soy una esclava de (presidente ruso Vladimir) Putin», cuenta. Hace unos meses, Tatiana inició un blog donde publica videos y testimonios que, según ella, «permiten comprobar los crímenes de guerra cometidos por las fuerzas de Kiev en el sureste de Ucrania».

Semejantes reacciones no extrañan dado que un 70% de los ucranianos considera que su país está en guerra con Rusia, según un reciente sondeo llevado a cabo por el Instituto Internacional de Sociología Ucraniano. El número de los rusos que piensa eso no supera al 26%.

DISPUESTOS A SACRIFICIOS

El 63% de los ucranianos responsabiliza a Rusia del derramamiento de sangre. En Rusia, el 75% está convencido de que su país no tiene la culpa de lo que ocurre en Ucrania. Las divergencias también afloran respecto al futuro de las autoproclamadas repúblicas de Donetsk y Lugansk. En Rusia un 40% opina que deben ser independientes y en Ucrania el 77% insiste en que han permanecer ucranianas.

Él que ha salido reforzado por el conflicto es el presidente ruso. Pese los problemas económicos que vive el país a causa de las sanciones por la estrategia del Kremlin respecto a Ucrania, el apoyo a Putin en los últimos meses ha crecido hasta el 88%. Los sondeos muestran que los rusos están satisfechos con la línea de su presidente. Más aun, casi la mitad están dispuestos a importantes sacrificios, como por ejemplo renunciar al dólar y no viajar al extranjero.