EXCESOS EN LA LUCHA ANTITERRORISTA

La condena a la 'célula del Raval' se basó en un testigo que mintió

La justicia le dio el nombre en clave de F1. Bajo esa identidad estaba Asim Iqbal, el paquistaní que una noche de enero del 2008 denunció a 11 personas (10 paquistanís y un indio) de preparar un atentado en el metro de Barcelona. Su testimonio fue la base para su condena (a seis y ocho años). No obstante, dos periodistas han descubierto todas las mentiras de su relato.

B. GARCÍA JAEN / M. ESCUDERO ARCE / LONDRES

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En enero de 2008, la Guardia Civil detuvo en el Raval a 14 inmigrantes acusados de querer atentar en el metro de Barcelona. Habían sido acusados por un paquistaní que aseguraba ser, él mismo, un terrorista suicida arrepentido en el último minuto y que obtuvo la condición de testigo protegido y el nombre en código de F1. Durante el juicio en la Audiencia Nacional, en noviembre del 2009, su testimonio sirvió para que los 11 inmigrantes finalmente acusados fueran condenados por terrorismo.

Sin embargo, esta investigación periodística revela que el testigo protegido mintió a los jueces. F1 afirmó ser un terrorista arrepentido pero era en realidad un confidente policial e inventó una gran red europea de financiación terrorista de la que dijo formar parte y que nunca existió. Sin contar que, además de los 11 acusados de Barcelona, existen evidencias de que F1 acusó a otros 13 extracomunitarios en otras tramas terroristas, todas inventadas.

En 2009, en el juicio contra los llamados 11 del Raval, tampoco trascendió que F1, en cuyo testimonio se basó la sentencia, era un delincuente en busca y captura en Pakistán, donde se le perseguía como traficante de personas. Desde entonces F1 nunca había dado la cara por sus mentiras. Hasta ahora.

«En los últimos años nadie vino y me mantuve callado -dice-. Soy feliz en mi vida, sabéis, pero hoy vosotros habéis venido y sois como una piedra arrojada en un estanque». En el suburbio residencial inglés en donde vive está lloviendo y anochece. F1 tiene hoy 42 años, 1,80 de altura, está calvo y tiene grandes orejas. Le proponemos ir a una cafetería cercana y nos ofrece ir en su coche. En cambio, se detiene en un parking solitario, detrás de un centro comercial y apaga las luces.

«CAMBIO DE CASA CADA SEIS MESES»

 «Yo no vivo aquí, vivo en otro sitio, lejos. Cambio de casa cada seis meses», comenta. Según él, la casa adosada de la que acaba de salir es el domicilio de una familia amiga, pero el registro electoral inglés muestra que es él quien vive allí, con su mujer y sus tres hijos. En el juicio contra los 11 del Raval, tras una cortina, el hombre que acabamos de conocer declaró que antes de llegar a Barcelona se llamaba a Asim Iqbal y que llevaba tres años siendo miembro de Al Qaeda. Durante el último año y medio, dijo, había entrenado en campos yihadistas del norte de Pakistán.

No obstante, no hay evidencia del paso de Iqbal (identificado como F1) por esos campos. Además, durante el juicio se dio a entender que el testigo había llegado a Barcelona poco tiempo después de abandonar su entrenamiento, pero el registro de entradas y salidas de Pakistán muestra que había dejado el país siete meses antes, solo una semana después de que la policía paquistaní redactase un primer informe contra él por tráfico de inmigrantes. Dentro de su coche, Iqbal reconoce que está en el Libro Rojo de los traficantes de personas más buscados de Pakistán, aunque tantea una explicación: «Alguien pagó para que mi nombre salga ahí. No he vuelto a Pakistán porque me pueden matar o secuestrar, o quizá me arresten. Quizá el Gobierno o quizá Al Qaeda».

VARIAS DENUNCIAS

En realidad, Iqbal está en el Libro rojo por vender permisos de trabajo para Italia. Los delitos de los que se le acusan ocurrieron en Islamabad durante la primavera del 2007 y las tres denuncias contra él fueron presentadas por tres paquistanís. En uno de los casos, la víctima pagó a Asim 5.500 euros a cambio de un permiso de trabajo en Italia, que luego se demostró falso. La policía paquistaní consultó a la Embajada italiana y la carta que obtuvo como respuesta consta como prueba en el informe policial.

Iqbal juró durante la investigación del Raval y el posterior juicio formar parte de una gran red europea de financiación terrorista, que esta investigación periodística ha probado que no existía. Como tesoreros, señaló a un imán del norte de Italia, de quien no supo dar el nombre, y a su supuesto ayudante marroquí. Abdelwahab, como se llama el supuesto ayudante marroquí, nunca ha sido acusado de terrorismo y tiene una discapacidad mental y física reconocida por el Estado italiano. Entrevistado en su casa de Turín, dice recordar a Iqbal «de la mezquita». La fiscalía de Brescia, que tenía al imán bajo vigilancia, calificó las acusaciones como «noticias de policía absolutamente inutilizables».

Cuando le preguntamos por estas dos personas a las que señaló como cómplices en la financiación del terrorismo, Iqbal dice primero que no las recuerda y luego que no las conoce. Más sorprendente aún es que ni siquiera recuerda el pueblo al que declaró llevar hasta 100.000 euros «unas 20 o 30 veces por año». «Ya os he dicho que no recuerdo nada… y por esta razón será mejor que de esto hablemos mañana», comenta.

Lo mismo responde cuando le preguntamos por Nadeem, otro de los supuestos miembros de la red europea de financiación terrorista y que en realidad era un vecino de Iqbal en París al que transportó por media Europa prometiéndole papeles. Nadeem conserva todavía hoy el contrato de trabajo tramitado por la empresa de un cuñado de F1 afincado en Lisboa, por el que pagó 1.500 euros y que fue declarado falso por el Gobierno portugués.

El caso de los 11 supuestos terroristas del Raval fue polémico desde el principio. Iqbal se había presentado a los jueces como un terrorista arrepentido en el último minuto y negó ser colaborador de los servicios secretos franceses, como dijeron las defensas y varios medios de comunicación, citando fuentes de inteligencia. «Mienten totalmente -sostiene-. No quiero hablar de esto porque lo hecho, hecho está. Es agua pasada».

Según un cable de Wikileaks del 2010, el fiscal del caso, Vicente González Mota, admitió tras el juicio a funcionarios de la embajada norteamericana en Madrid que F1 no era miembro de Al Qaeda sino «un agente encubierto de un tercer país». «¿Incluso el fiscal miente?», le preguntamos. «¿Pues qué puedo decir? Si ellos lo dicen… Yo todo lo que sabía ya lo conté en el juicio».

El agregado de Interior de la embajada francesa en el 2008, Michel Zueras, reconoce ahora que Iqbal trabajaba para su Gobierno. «Sí, sí, es lo que ocurrió- nos cuenta por teléfono Zueras-. Hubo un problema bastante importante, Francia se enfadó porque tuvieron que revelar su identidad». Pero Iqbal se defiende: «Si hubiese sido un agente secreto, ¿estaría hoy trabajando en la construcción? ¡Debería estar en el FBI!».

Preguntado al respecto, el entonces ministro del Interior, Alfredo Pérez Rubalcaba, dice que no puede decir ni sí ni no. «Si lo sabía o no, no es el tema. Yo no puedo decir eso, ¿sabes? No te lo puedo decir…», nos cuenta. Por su parte, el presidente del tribunal que condenó a los 11 del Raval, el juez Javier Gómez Bermúdez, ha negado saber que Iqbal fuese un agente encubierto. «Cuando yo sé que un testigo protegido está mintiendo, lo escribo en la sentencia y tiene sus consecuencias legales», declaró a esta investigación el año pasado.

Más que de agente secreto, el rol de Iqbal parece haber sido el de un simple confidente. En sus historias de terrorismo, los protagonistas eran a menudo los inmigrantes a los que timaba con papeles falsos. A Nadeem, por ejemplo, lo había acusado en el 2005 en París y otra vez en el 2008, como miembro de la supuesta red de financiación. Sin contar a los 11 del Raval, Iqbal acusó a otros 13 inmigrantes en otras tres tramas terroristas, todas inventadas: los cuatro miembros de la red de financiación en Italia, otros seis paquistanís en el aeropuerto de Gatwick, y otros tres en París en el 2005. Ninguno fue acusado oficialmente de nada.

Tras denunciar a los vecinos del Raval, Iqbal vivió en España desde el 2008 durante varios años, bajo un nuevo nombre y con DNI español. Conduciendo un BMW rojo de segunda mano se saltó un semáforo en Lleida en el 2013 y faltó al pago del impuesto de circulación de cuatro años, deudas en fase ejecutoria, aunque difícilmente le alcancen en su nueva casa inglesa. También de París, donde residía antes de llegar a Barcelona, F1 huyó dejando deudas, cheques sin fondo, multas y recibos sin pagar, y a inmigrantes buscándolo por estafas con papeles falsos.

FUTURO EN CANADÁ

«Yo, cuando puedo hacer algo por el ser humano, lo hago», dice Iqbal en su coche. Y añade que su concurso en la 'Operación Cantata' le ha pasado factura: «Tengo muchos problemas familiares por lo que pasó en Barcelona. Cuando quieres hacer el bien, a veces se vuelve en tu contra». Esos problemas, dice, son las amenazas a su seguridad, y que por esto nunca explicó su historia:

«Sé cómo usar esta información y sacar dinero, pero la gente que está ahí detrás es más poderosa de lo que vosotros o yo podamos imaginar». Iqbal no quiere seguir hablando ahora. Y propone por enésima vez recibirnos al día siguiente. «Necesito un día para pensar en esto. Creo que, aunque quieran detenerme, podré ayudaros». Pero al día siguiente, un sábado, no coge el teléfono.

El domingo sigue lloviendo y Iqbal tampoco abre la puerta de su casa, delante de la cual está su coche. Al tercer intento, el Renault Scénic ha desaparecido y su mujer desliza un post-it con una dirección de e-mail de Iqbal. Seis meses después, no ha respondido al mail que le enviamos. El día antes, en su coche, nos contó que pensaba en una nueva mudanza en su vida: «He cambiado muchas veces de sitio. Puede que pronto tenga que volver a irme. Quizá a Canadá».

Esta investigación se publica conjuntamente con 'Infolibre'. En la información ha colaborado Andrés Aguayo desde Madrid.