Guerra civil en Oriente Próximo

Como en la guerra fría

DMITRI POLIKÁRPOV
MOSCÚ

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Uno de los encuentros más esperados y a la vez más embarazosos de la cumbre del G-20, que se estrenó ayer en el lujoso palacio de Constantino de San Petersburgo, fue el saludo de bienvenida del presidente ruso, Vladímir Putin, a su homólogo estadounidense, Barack Obama.

El presidente de EEUU llegó a San Petersburgo en el momento más crítico en las relaciones bilaterales. Obama canceló en el último momento su cumbre con Putin en Moscú, que estaba prevista en la víspera de la reunión del G-20. Esa decisión se debió al hecho de que el Kremlin había concedido en julio asilo temporal a Edward Snowden, el extécnico de la CIA que filtró a la prensa internacional información sobre programas de espionaje de los servicios secretos estadounidenses. Putin se negó a extraditar al fugitivo más buscado por Washington, a pesar de las repetidas amenazas de la Casa Blanca de no solo cancelar la visita a Moscú, sino también la participación de Obama en la propia cumbre de San Petersburgo.

La presidencia rusa hizo todo para restar importancia a la negativa de Obama de encontrarse con Putin. El portavoz del presidente ruso, Dmitri Peskov, dijo que «no se trata de un hecho trágico» y aseguró que semejantes cosas se producen de vez en cuando entre los líderes de las grandes potencias. Pero a pesar de las declaraciones del Kremlin, la cancelación de la visita sí es una cosa inaudita para las relaciones bilaterales desde 1960. En aquel año la Unión Soviética derribó sobre su territorio un avión espía estadounidense y capturó al piloto que había logrado saltar en paracaídas. El entonces líder soviético Nikita Jruschev se enfureció hasta tales extremos que decidió cancelar la visita a Moscú del presidente estadounidense Dwight Eisenhower. El próximo viaje de un líder de EEUU a la URSS no se produjo hasta 1972.

El actual pulso entre Putin y Obama evoca aquellos tiempos de la guerra fría. El presidente de EEUU no solo faltó a la cita prevista en Moscú, sino también dejó claro que no habrá encuentros con Putin en el marco del G-20. Los expertos rusos constatan que el caso de Snowden ha servido de excusa oportuna para evitar una embarazosa cumbre en Moscú con una agenda minada por numerosos desacuerdos y quejas recíprocas.

Siria se presenta de momento como el único problema en el que Rusia podría ponerse de acuerdo con Occidente. Pero, a cambio, el Kremlin exige de Obama que abandone su idea de un ataque militar sin mandato de la ONU. «Me dirigiría a Obama como al premio Nobel de la Paz: antes de emplear la fuerza en Siria hay que pensar en las futuras víctimas», advirtió el líder ruso.