Claves de la nueva guerra fría

Crisis 8 Los rebeldes porrusos del este de Ucrania reparten hogazas de pan entre la población de Chornukhyne, el pasado lunes.

Crisis 8 Los rebeldes porrusos del este de Ucrania reparten hogazas de pan entre la población de Chornukhyne, el pasado lunes.

ELISEO OLIVERAS

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Ucrania es el último escenario de una nueva guerra fría que mantienen la OTAN Rusia desde de la presidencia de George Bush junior. Bajo el pulso subyace la voluntad de Washington y sus aliados de reafirmar la indiscutible supremacía norteamericana como vencedor de la guerra fría, mientras que Moscú pretende que se reconozca su antiguo estatus de gran potencia mundial y que se tengan en cuenta sus preocupaciones de seguridad.

Occidente infravaloró las implicaciones del cambio que supuso para Rusia la llegada al poder Vladimir Putin en 1999 y siguió aplicando la misma estrategia de hechos consumados en sus relaciones con Moscú.

EEUU se había acostumbrado a la época del presidente Boris Yeltsin, cuando la privatización impulsada por Anatoly Chubais y el recién asesinado Boris Nemtsov entregó a precio de saldo las empresas públicas a los oligarcas y cuando Moscú acababa resignándose a las decisiones de Occidente. Pero la Rusia actual, tras sanear Putin el Estado y la economía, tiene poco que ver con la Rusia hundida por la crisis financiera de 1998 y la desintegración de la URSS.

La primera ampliación de la OTAN hacia el este en 1999, con Polonia, Hungría y la República Checa, fue negociada previamente por el secretario general de la Alianza, Javier Solana, y el ministro ruso de Exteriores, Yevgeny Primakov. La negociación desembocó en 1997 en el Acta de Cooperación Mutua entre la OTAN y Rusia, que creó el consejo conjunto OTAN-Rusia y simbolizó la firma de la paz entre los dos antiguos bloques militares rivales.

La OTAN se comprometió en el acta a no desplegar armas nucleares, ni estacionar tropas permanentes en los nuevos miembros. Para la OTAN se trató de una mera promesa política, mientras que Moscú siempre estimó que era vinculante. Yeltsin ya advirtió que la OTAN «socavaría totalmente» sus relaciones con Rusia si incorporaba como miembro a cualquier de las exrepúblicas soviéticas, como los países bálticos, Ucrania o Georgia.

Quiebra de confianza

Bush descartó negociar con Moscú la siguiente ampliación de la OTAN hacia el este del 2004, que integró a Estonia, Letonia, Lituania, Eslovaquia, Eslovenia, Rumanía y Bulgaria. Esa ampliación sumada al sistema de defensa antimisiles de EEUU quebró la confianza entre la OTAN y Rusia. Una primera consecuencia fue que Putin suspendió en el 2007 el Tratado de Fuerzas Armadas Convencionales en Europa, pieza clave del desarme.

La relación OTAN-Rusia se hundió en el 2008 a causa de la guerra de Georgia, cuando Moscú respondió con contundencia al ataque del presidente georgiano, Mijail Saakashvili, a las fuerzas de paz rusas en Osetia del Sur en su fallido y mal asesorado intento de reconquistar la región.

La llegada de Barack Obama a la presidencia de EEUU rebajó la tensión. Pero la crisis de Ucrania recrea el clima de guerra fría, pese a los estrechos lazos económicos y energéticos entre Europa y Rusia y a que Occidente sigue cooperando con Moscú (Irán, Oriente Próximo, Afganistán, terrorismo, estación espacial).

Rusia, al margen de recuperar su histórica región de Crimea, aspira a usar la crisis de Ucrania para evitar que ingrese en la OTAN, algo que constituye para Moscú una cuestión innegociable de seguridad nacional. Putin apoya a las regiones separatistas para recordar que sin Moscú no se puede estabilizar Ucrania y que Occidente debe abstenerse en el futuro de inmiscuirse en otras áreas de influencia de Rusia.

EEUU y sus aliados, a pesar de los precedentes de Irak y Kosovo y de que Crimea es irrecuperable, quieren usar la crisis ucraniana para demostrar a Putin que no puede usar la fuerza ni modificar las fronteras y que Rusia ya solo es una potencia de segundo orden. Pese a que Ucrania no podrá ingresar en la OTAN, porque al menos la mitad de los miembros de la Alianza se oponen a ello y es necesaria la unanimidad, Alemania, Francia y los otros países opuestos se niegan a dar esa garantía a Moscú porque «un país tercero no puede condicionar a la OTAN».