China y EEUU ratifican el acuerdo contra el cambio climático en el aperitivo de un ambicioso G20

El Gobierno de Pekín quiere aprovechar la cita en Hangzhou para escenificar su relevancia en la economía y la geopolítica mundiales

CUUMBRE DEL G20

CUUMBRE DEL G20 / hy ED CB

ADRIÁN FONCILLAS / HANGZHOU (Enviado especial)

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China pide el foco de nuevo con la cumbre del G20, lo más parecido a unos juegos olímpicos de la diplomaciaObama, Putin, PutinMerkelEl aterrizaje escalonado de aviones privados con los principales líderes mundiales en Hangzhou supone un mojón en la historia reciente de un país que tres décadas atrás estaba voluntariamente aislado. Pekín pretende escenificar como anfitrión su relevancia en la economía global aunque el fragor geopolítico amenaza con robar la agenda. La cumbre empezó con la ratificación sinoestadounidense del acuerdo de París, el paso más decisivo acuerdo de Paríscontra el calentamiento global.

Aquel acuerdo firmado en diciembre tras semanas de negociaciones requiere para su entrada en vigor que lo ratifiquen 55 países que producen el 55 % de las emisiones globales. La participación de China y Estados Unidos no es sólo relevante porque juntan el 38 % sino por su rol de locomotora. Al resto de gobiernos les resultará más difícil justificar su negativa después de hoy. La lucha ecológica une a China y Estados Unidos: la primera por la calamidad medioambiental del país después de su hiperdesarrollismo y la segunda por la necesidad de su presidente, Barack Obama, de dejar un legado perdurable.

“Hacia una economía innovadora, fortalecida, interconectada y abierta” es el inocuo logo elegido por China para una cumbre que buscará pactar la senda hacia la ansiada recuperación entre los representantes de los dos tercios de la población del mundo y el 80 % de la su riqueza. El 'Brexit' y el auge de los hipernacionalistas Donald Trumpamenazan un patrón económico globalizador del que ningún país se ha beneficiado más que China. El proteccionismo explica tanto que Pekín no libere grandes parcelas de su economía a la inversión extranjera como que Australia y Reino Unido hayan frenado la entrada de multinacionales chinas en los sectores claves de su seguridad nacional.

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La ratificación del acuerdo medioambiental recuerda que la colaboración entre las dos grandes potencias es innegociable para resolver cualquier grave problema del mundo. Pero los próximos días recordarán también la trampa de Tucídides: esos momentos históricos en que coinciden una potencia declinante y otra pujante que pretende cambiar el orden establecido. China está comprensiblemente infeliz con su escasa representación en las instituciones tradicionales como el Banco Mundial o el Fondo Monetario Internacional e intenta abrirse hueco con audaces iniciativas. El Banco de Inversión e Infraestructuras de Asia, apadrinado por Pekín y con decenas de países participantes, o la nueva Ruta de la Seda, un corredor comercial entre Asia y Europa, son ejemplos.

Estados Unidos ha alternado peticiones a China para que se implique más en la comunidad internacional con trabas. Intentó boicotear el banco y su Alianza Trans-Pacífico (un tratado de libre comercio que excluye a Pekín) es un poco sutil instrumento de limar la influencia china en la zona. Está previsto que Obama empuje ese tratado en Hangzhou, ahora encallado en el Congreso por la oposición tanto de demócratas como de republicanos temerosos de sus efectos sobre el paro nacional.

INICIO DE UN NUEVO ORDEN ECONÓMICO

La prensa oficial espera de la cumbre que apuntale el liderazgo global chino y que Hangzhou sea recordada como el inicio de un nuevo orden económico con un crecimiento sostenido. El Diario del Pueblo lo ha señalado a priori como uno de los G20 más provechosos de la Historia. Pero la prensa también ha alertado sobre los intentos de Occidente de embridar el auge chino y de los riesgos de que la geopolítica arruinen el plan. Pekín colecciona conflictos territoriales: con Japón en las islas Senkaku/Diaoyu y con buena parte del vecindario en el Mar del Sur de China.

También Pekín lamenta el acoso atosigante de Estados Unidos en su patio trasero tanto diplomático como militar. El reciente acuerdo Seúl-Washington para desplegar un escudo antimisiles en Corea del Sur amenaza con arruinar el equilibrio en la zona, sostiene China. Pekín ha repetido que el G20 no es el foro para discutir esos temas, pero será difícil que convenza a Obama o Shinzo Abe, primer ministro japonés.

También se espera que los líderes globales traten tanto en la cumbre que empieza mañana como en reuniones bilaterales asuntos candentes como el terrorismo del Estado Islámico, los conflictos de Siria y Ucrania, los derechos humanos, el cambio climático o la gestión de los millones de refugiados.