TENSIÓN DIPLOMÁTICA

China advierte a Trump de que juega con fuego con la guerra comercial

El presidente de EEUU, Donald Trump.

El presidente de EEUU, Donald Trump. / AP / EVAN VUCCI

Adrián Foncillas

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El presidente de EEUU, Donald Trump, genera más incendios en vacaciones de los que su Gobierno puede sofocar. Después de Corea del Norte llega la guerra comercial con China, dos asuntos unidos por la revolucionaria concepción mercantilista de la geopolítica de Trump. EEUU insiste ahora en que los dos temas no están relacionados cuando Trump prometió meses atrás que sería más benévolo con China si arrimaba el hombro en el asunto norcoreano. La investigación llega, paradójicamente, un día después de que Pekín aprobara las sanciones comerciales más estrictas sobre Pionyang.

Pekín ya ha prometido responder a la investigación estadounidense sobre sus prácticas mercantiles si acaban perjudicando a su industria. El Ministerio de Comercio ha criticado el unilateralismo con el que Trump viola los tratados internacionales y avanzado que "no se quedará sentada". Esa "muestra de colmillos" perjudicará no solo a China sino también a EEUU en el largo plazo, ha avanzado la agencia oficial Xinhua.

La promesa electoral de Trump

La iniciativa supone el estreno de la guerra comercial que durante las elecciones aireó Trump para satisfacer a sus votantes. El presidente firmó el lunes el memorándum que permite al representante comercial, Robert Lighthizer, investigar el presunto robo chino de su propiedad intelectual y tecnología. Por ese desagüe pierde EEUU entre 225.000 millones y 600.000 millones de dólares al año y el grueso es achacable a China. Un informe condenatorio posibilitaría las medidas de castigo, probablemente aumentos de aranceles a las exportaciones chinas. De "gran paso" lo calificó Trump mostrando el documento. "Y es solo el inicio", agregó.  

Pero la medida tiene más ruido que sustancia. Trump solo ha pedido a Lighthizer que emprenda las pesquisas para comprobar si hay materia para después abrir la investigación formal. No hay plazo para el primer trámite y el segundo no exigiría menos de un año. Las sanciones serían aplicadas en virtud de una mohosa ley de 1974 que se olvidó tras la creación de la Organización Mundial del Comercio en 1995. No es descartable que Trump, mucho antes de que concluya el sinuoso proceso, proponga otra cuestión geopolítica para el cambalache.

De la iniciativa se discute el momento y la motivación más que su justicia. La Unión Europea, Japón y Canadá hace años que denuncian el trasvase forzado de tecnología. Pekín impone las 'joint ventures' de empresas extranjeras y locales (a menudo de titularidad pública) para entrar en algunos sectores.  La medida fue aprobada en la apertura económica como un atajo para alcanzar el desarrollo tecnológico de Occidente y para evitar que la industria local naufragara ante la extranjera en su propio mercado.

Madurez y competitividad

Pero sostienen los expertos que la medida debería haberse aprobado cuando China aún carecía de respuesta. La economía del gigante asiático va aún muy por detrás de la estadounidense en madurez y competitividad pero ya es suficientemente poderosa para contratacar. Una guerra comercial dañaría sin remedio a las dos grandes potencias.

Li Keqiang, primer ministro chino, aclaró meses atrás que serían las empresas extranjeras, especialmente las estadounidenses, las que se llevarían la peor parte. Trump propuso en las elecciones gravar las exportaciones chinas con unos aranceles criminales del 45% después de acusar a Pekín de ser el mayor ladrón de la Historia, de violar (en el sentido sexual) a América y de destruir los puestos de trabajo estadounidenses. La prensa oficial recordaba poco después la relevancia del mercado chino en las cuentas de resultados de multinacionales como Boeing, Starbucks o Apple mientras los expertos discutían quién saldría mas magullado en un enfrentamiento comercial inédito que se daba por descontado.