PULSO EN EEUU

La Casa Blanca fuerza la dimisión del jefe de Defensa

Hagel durante una visita la base de MacDill, en Tampa,  en septiembre.

Hagel durante una visita la base de MacDill, en Tampa, en septiembre.

RICARDO MIR DE FRANCIA / WASHINGTON

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Menos de dos años ha durado el tercer secretario de Defensa de Barack Obama, un presidente que tendrá, como mínimo, más jefes del Pentágono que cualquiera de sus predecesores desde Harry Truman. Chuck Hagel anunció ayer su dimisión en una comparecencia junto a Obama en la que ninguno de los dos explicó los motivos de la renuncia. Pero, según la prensa estadounidense, Hagel se va presionado por la Casa Blanca, tras un mes de conversaciones para decidir su futuro. De ser así, sería la primera cabeza que rueda tras la reciente debacle demócrata en las elecciones legislativas de medio mandato.

Durante la despedida en la Casa Blanca, ambos se repartieron elogios sin dejar entrever una sola pista de las causas de este divorcio prematuro. Obama aplaudió el compromiso de Hagel con las tropas, su tendencia a decir lo que piensa y aseguró que no se le había forzado a dimitir, sino que su marcha fue decidida de mutuo acuerdo a lo largo de las últimas semanas.

Pero el lenguaje corporal de Hagel, un republicano moderado que sirvió en Vietnam y fue el primer veterano de guerra en asumir la secretaría de Defensa, denotó una explicación más complicada. En todo momento rehuyó la mirada del presidente, cuando este la buscaba, se deshacía en parabienes hacia su gestión y recurría a la anécdota para romper la tensión del momento.

La difícil confirmación

Lo cierto es que Hagel fue escogido para una misión que ha perdido vigencia. Muy crítico con la guerra de Irak de la pasada década y menos proisraelí que la media de sus correligionarios, dos factores que transformaron su confirmación en el Senado en un doloroso via crucis, se le escogió para pilotar el repliegue de Oriente Próximo, redirigir la atención hacia Asia y adaptar el Ejército a una época de recortes y presupuestos menguantes. Pero la Historia ha avanzado en otra dirección. Bajo su mandato, se ha lanzado la guerra contra el Estado Islámico (EI) en Irak y Siria, se ha disparado la tensión con Rusia y se ha enviado a más de 3.000 militares al África Occidental para contener la epidemia de ébola.

«Los próximos dos años requerirán otro tipo de atención», decía al 'New York Times' una fuente de la Casa Blanca. Una posible explicación de su marcha apunta a que Obama ha optado por sacrificarlo para demostrar que es sensible a las críticas hacia su política exterior, particularmente a las dudas que genera la estrategia contra el Estado Islámico. Porque a Hagel se le ha visto poco. Durante estos dos años, ha mantenido un perfil muy bajo, dejando que el jefe del Estado Mayor, el general Martin Dempsey, se convirtiera en el rostro visible del Pentágono.

Voz discordante

Pero otra tesis sugiere que en la Casa Blanca de Obama, donde solo sobreviven los lealistas acérrimos, Hagel era un voz discordante. «Hagel estaba frustrado con la política de seguridad nacional de la Administración y con el proceso de toma de decisiones», dijo ayer el republicano John McCain. Concretamente, con la «microgestión» de la Casa Blanca, su tendencia a controlar y centralizar todas las decisiones, añadió.

«No formaba parte del círculo más cercano a Obama y tuvo que lidiar con unos militares que no están contentos con cómo marchan las cosas en Irak y Afganistán», dijo a 'Defense News' el analista del Center for American Progress, Larry Korb. Esas diferencias han salido a la luz en momentos puntuales. Hace unas semanas se filtró que Hagel había enviado un memorando a la asesora de seguridad nacional, Susan Rice, cuestionando la estrategia en Siria. Aparentemente no comparte que la operación militar ignore al presidente Bashar al Asad para centrarse exclusivamente en los yihadistas del Estado Islámico, una posición que podría «echar al traste» toda la misión en Siria, según su opinión.

Hagel también enfureció a más de un funcionario en la Casa Blanca cuando dijo en agosto que el Estado Islámico constituía «una amenaza inminente para todos nuestros intereses». Por entonces, la Administración, que acababa de ordenar los primeros bombardeos en Irak, trataba de mantener una cierta prudencia mientras calibraba el alcance de la intervención y preparaba a la opinión pública. Como ha hecho Dempsey todavía más abiertamente, Hagel ha expresado también en alguna ocasión que es posible haya que enviar eventualmente tropas terrestres para combatir a los yihadistas, algo que Obama se niega.

Hasta que el presidente elija a su substituto, Hagel permanecerá en el cargo. Como posibles reemplazos suenan nombres como Michele Flournoy y Ashton Carter, que ya ocuparan altos cargos en Defensa en el primer mandato de Obama, o el senador demócrata Jack Reed. Pero es posible que su substitución se eternice porque apenas hay fechas libres para que el Senado aborde la nominación del nuevo candidato antes de principios del año que viene, cuando haya tomado ya posesión el nuevo Congreso.

Bloqueos

Por entonces, los republicanos dominarán también la Cámara baja y han prometido bloquear las nominaciones de Obama como represalia a su decreto para blindar de la deportación de cinco millones de inmigrantes. Hagel era un paloma, uno de los secretarios de Defensa menos belicosos que ha tenido el Pentágono y es muy posible que su substituto abandere una política más agresiva.