Gente buena en Siria

ANA ALBA

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Millones de sirios resisten bombas y combates, muchos atrapados en poblaciones sin agua corriente ni electricidad y con escasez de alimentos. Su heroicidad cotidiana es sobrevivir. Entre estos héroes y heroínas anónimos existen algunos que arriesgan la vida para salvar las de sus vecinos, evitar que la guerra se lo lleve todo por delante y denunciar masacres de civiles. Son médicos, enfermeros, conductores de ambulancias, miembros de equipos de rescate, bomberos, maestros, trabajadores humanitarios y reporteros, entre otros.

Los ataques aéreos, principalmente del régimen del presidente sirio, Bashar el Asad, y sus aliados rusos, matan diariamente a civiles en Siria. Bombardean edificios de viviendas, escuelas y hospitales. Los rebeldes también atacan zonas civiles en manos del régimen sirio, sobre todo con fuego de mortero.

EQUIPOS DE VOLUNTARIOS

Tras el verano del 2011, los ciudadanos formaron equipos para rescatar a supervivientes de los escombros tras los bombardeos, enterrar cadáveres y atender heridos. A finales del 2012 comenzaron a crearse centros de voluntarios en algunas ciudades y nació la Defensa Nacional Siria (DNS), según explican sus miembros, conocidos como Cascos Blancos.

Aparecen en imágenes sacando a niños de los escombros, se les identifica por su casco blanco y su uniforme beige. Aseguran que sus principios son “humanidad, solidaridad e imparcialidad” y su cometido es “salvar a gente de todas las partes en conflicto”.

Son unos 3.000, hombres y mujeres. Al menos 132 han perdido la vida en tareas de salvamento, la mayoría en ataques denominados “double tap”, en los que un avión bombardea un objetivo y lo vuelve a atacar poco después, cuando los equipos de socorro ayudan a las víctimas.

Este fue el caso de Jaled Omar Harrah, apodado “el héroe de Alepo” por haber sacado vivo a un bebé de los escombros de su casa horas después de que fuera bombardeada. Jaled murió en un ataque aéreo la semana pasada.

NOBEL DE LA PAZ

Los Cascos Blancos, que han rescatado a más de 60.000 personas, cuentan con dos unidades femeninas. A veces son la única esperanza para mujeres atrapadas bajo los escombros en comunidades muy conservadoras en las que las familias no quieren que las rescaten hombres.

Los miembros de la DNS podrían obtener el Premio Nobel de la Paz si el entusiasmo de las organizaciones que respaldan su candidatura se contagia al comité Noruego del Nobel, que selecciona a aspirantes y galardonados. La organización The Syria Campaign ha creado una página web para recoger apoyos a la candidatura siria. 

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No obstante, los Cascos Blancos tienen detractores. Sectores próximos al régimen de Damasco aseguran que se trata de un proyecto de Reino Unido y EEUU y los acusan de trabajar solo en zonas rebeldes -incluso de tener vinculación con grupos islamistas- y llevar armas.

DOCTORES MUERTOS

En la asistencia a los civiles, también juegan un papel importante organizaciones como la Media Luna Roja de Siria y el Comité Internacional de la Cruz Roja (ICRC). Gestionan entradas de convoyes humanitarios en poblaciones asediadas, reparten asistencia y evacuan a enfermos y heridos.

Estos dependen del escaso personal sanitario que resiste en Siria. Oenegés internacionales calculan que más de la mitad de los doctores ha huido del país y, según Médicos por los Derechos Humanos, han muerto más de 700.

La situación es dramática en poblaciones sitiadas como Madaya, de 40.000 habitantes y donde dos dentistas y un veterinario son la única esperanza para los heridos, según la Agencia France Presse. Estos tres héroes trabajan a destajo en condiciones absolutamente precarias.

En el este de Alepo, en manos rebeldes y sitiado por las fuerzas de Asad, 35 médicos desafían a las bombas para salvar las vidas de decenas de heridos diarios entre una población de 250.000 personas. No dan abasto. “Los escasos hospitales que quedan en la ciudad son vitales para la supervivencia de la población”, aseguró a Médicos Sin Fronteras (MSF) el doctor Husein, director y pediatra de un hospital de Alepo.

ESCUELAS ATACADAS

Centros sanitarios y escuelas son blanco continuo de las bombas. Unicef alertó de que dos millones de niños sirios no pueden ir a clase y al menos 5.000 colegios son inservibles porque han sido destruidos, dañados, ocupados por fuerzas militares o utilizados para albergar a desplazados.

En diversos rincones de Siria, los maestros buscan alternativas para formar a sus alumnos. Profesores como Mohamed, de una localidad de Hama, reúnen a cien estudiantes repartidos en grupos en una cueva subterránea. Él y su esposa les enseñan árabe, inglés y matemáticas, según la cadena de televisión Al Jazeera.

Maestras de primaria congregan a sus pupilos en casas para darles clase con el poco material que tienen. En algunas poblaciones, pequeñas aulas móviles sirven de clase a estudiantes que han perdido sus colegios. Para contar al mundo esta tragedia con la esperanza de que se acabe, decenas de periodistas sirios se enfrentan a la muerte. Según Reporteros Sin Fronteras (RSF), unos 200 informadores -incluidos extranjeros- han perdido la vida en Siria desde el 2011.