La carrera a la Casa Blanca

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IDOYA NOAIN
NUEVA YORK

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Ferviente católico, casado y con tres hijos, este hombre de 42 años nacido, criado y aún residente en Janesville (Wisconsin) es el más importante ideólogo económico de los conservadores. Graduado en política y economía y guiado por el objetivismo individualista de Ayn Rand, llegó a la Cámara baja a los 28 años y preside el comité de Presupuestos.

Cuando Mitt Romney anunció hace hoy dos meses el fichaje como número 2 de Paul Ryan, joven y poderoso ideólogo de un Partido Republicano cada vez más escorado a la derecha en lo fiscal y en lo social, el exgobernador de Massachusetts logró lo que entonces necesitaba: movilizar a las bases que ponían en duda su conservadurismo. Ahora que Romney ha decidido volver a presentarse a los votantes como un político moderado, Ryan puede ser más un pasivo que un activo en las cuentas electoralistas para conquistar el voto independiente.

Ryan ha demostrado con planes presentados a lo largo de los años en el Congreso su inquebrantable compromiso con las causas que entusiasman al Tea Party: reducir dramáticamente el papel y el tamaño del Gobierno desarticulando el estado de bienestar que establecieron en Estados Unidos la Gran Sociedad y el New Deal. Está a la derecha de Romney en temas sociales como el aborto, un derecho que no cree que tengan ni las embarazadas violadas ni aquellas cuya vida corre peligro. Y en su único debate con Joe Biden puede esperar ataques a esas posturas, aunque no todas (como la del aborto o las propuestas de impuestos) son las que defiende sujefe.

Ryan, considerado inteligente y bien dotado para la comunicación, debe moderar el tono aleccionador con que, por su profundo conocimiento de los números, suele inyectar sus intervenciones. Juega con desventaja ante Biden en política exterior. Y deberá defender los cambios que propone en el sistema de sanidad pública para mayores y pobres, que rechazan incluso muchos votantes republicanos.

Será medido no solo por los ciudadanos, sino por analistas que se han acostumbrado a discursos llenos de falsedades, como el que dio en la convención un hombre ridiculizado por mentir hasta sobre su marca en una maratón y al que incluso un antiguo estratega de George Bush ha acusado de«estirar la verdad».

Sobre sus hombros Ryan tiene el peso de mantener a Romney subido en la ola de avances que logró tras su debate con Barack Obama la semana pasada, pero también el de conservar su propia figura política, más si llega a ser en 2016 o 2020, como se da por seguro, candidato presidencial.

Aunque su juventud puede ser también una desventaja frente a la veteranía de Biden, quienes le han debatido piden que nadie se llame a engaño considerándolo débil.«Era como intentar clavar gelatina en una pared», ha dicho Marge Krupp, que se midió a él en un debate en 2008. «Cambiaba su historia como le convenía y se inventaba hechos que se adaptaban a lo que quería decir».