RELEVO EN EL EJECUTIVO EUROPEO

Bruselas de mudanza

La Comisión Europea de Juncker inicia su andadura con el crecimiento como prioridad

MONTSE MARTÍNEZ / BRUSELAS

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Las cajas se han agolpado durante los últimos días a puertas de los despachos del mastodóntico edificio Berlaymont, cuartel general de la Comisión Europea (CE) en el corazón de Bruselas. Y es que son días de mudanza en el Ejecutivo comunitario, institución puntal que, junto con el Consejo Europeo y la Eurocámara, dibuja las decisiones políticas que afectan a más de 507 millones de ciudadanos en los 28 países que integran la UE.

Se marcha, tras 10 años al frente de la CE, fruto de dos mandatos, el portugués José Manuel Barroso, y llega -hoy se produce el relevo oficial- el equipo del exprimer ministro luxemburgués Jean-Claude Juncker. Se marcha la comisión de la crisis, la que lidió con la amenaza de una hecatombe que hizo temblar el proyecto europeo hasta el punto de poner un pie de Grecia casi fuera y llega la comisión que se vende como más "política", la que -a la espera de demostrarlo- se presenta como la que conseguirá «crecimiento y puestos de trabajo» para una Europa que parece levantarse tan débil que corre el riesgo de volver a caer.

La asfixia económica persiste y los índices de paro, especialmente entre los jóvenes, son insostenibles. Pesan interrogantes sobre la promesa de inversión de Juncker de 300.000 millones de euros, que aún debe concretar de dónde salen. Son muchos los retos que enfrenta la nueva Comisón, desde el energético y el geopolítico hasta el migratorio. Pero, sin duda, la economía volverá a ser uno de los ejes de la política en Bruselas en los próximos cinco años en los que no habrá nuevas incorporaciones al club de los 28. Las tensas relaciones con el Reino Unido, como se encarga de recordar siempre que puede su primer ministro David Cameron, y las negociaciones de un acuerdo de libre comercio con EEUU completan la agenda.

Juncker, que tiene al español Miguel Arias Cañete en su equipo al frente de Energía, ha descrito su mandato como «la última oportunidad» de recuperar la credibilidad ante unos ciudadanos cada vez más hastiados y alejados del proyecto europeo. Vende Juncker novedad, aires nuevos, eficacia, como corresponde por otra parte, de todo aquel que aterriza en el poder. De ahí que haya querido dejar su impronta nada más llegar reorganizando de arriba a abajo el colegio de comisarios. Un modelo del que no hay precedentes.

SIETE VICEPRESIDENCIAS

Hasta ahora, la Comisión Europea se había estructurado en 27 carteras, lideradas por otros tantos comisarios, sin contar el presidente, que estaban al mismo nivel. Juncker, en aras de una mayor «eficacia» que logre limpiar la imagen de lentitud y burocratización, mantiene el número de carteras -una por país integrante de la UE- pero las ordena en base a siete vicepresidentes que coordinarán las áreas consideradas prioritarias. Pero la nueva organización despierta tantos recelos como expectación y son variadas las fuentes comunitarias las que aseguran que provocará enfrentamientos entre los comisarios y sus respectivos jefes, aunque Juncker se ha esforzado, en vano, en colocarlos a todos al mismo nivel.

El ejemplo más claro de estas reticencias es el trío integrado por el comisario de Asuntos Económicos, el socialista francés Pierre Moscovici, y los vipresidentes conservadores a los que debe reportarse, el letón Valdis Dombrovskis (Euro y Diálogo Social) y el finlandés Jyrki Katainen (Empleo y Crecimiento). Juncker ha puesto a trabajar juntos a quienes encarnan dos formas distintas de entender cómo debe afrontarse la gestión económica en los próximos años. Si manteniendo la austeridad sin concesiones, a lo Merkel, en la línea de los dos vicepresidentes -lo han demostrado en sus respectivos países- o abriendo la mano a la flexibilidad para poder crecer, tal y como defiende Francia, de donde procede Moscovici. Con este trío, el morbo está servido.