El castigo

Breivik recibe la pena máxima de la justicia noruega

Breivik hace un signo ultra con el brazo en alto, ayer, al entrar en la sala del juicio.

Breivik hace un signo ultra con el brazo en alto, ayer, al entrar en la sala del juicio.

EDUARDO SOTOS
OSLO

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Fiel a su excéntrico ritual, Anders Behring Breivik levantó ayer por última vez su brazo al entrar a la sala principal de los juzgados de Oslo. El circo al que se había acostumbrado este joven de 33 años y autor confeso del atentado más grave de la historia de Noruega, tocaba a su fin. Ya nadie escuchará jamás sus delirantes discursos sobre la pureza racial, la amenaza del comunismo o del islam. No más guiños masones ni teorías conspiratorias. El ego insaciable de Breivik tendrá que contentarse con la única compañía de las paredes de su celda, en la que probablemente pasará el resto de su vida, aislado incluso del resto de los reclusos.

La jueza, Wenche Elizabeth Arnzten, leyó con voz firme la sentencia que condena al ultraderechista a 21 años por actos de terrorismo. Por tanto, la colocación de un artefacto explosivo en el centro de Oslo que causó ocho muertos así como el tiroteo sobre jóvenes de las juventudes laboristas en la isla de Utoya que dejó 69 muertos, han sido considerados como un acto terrorista. Además, con ello se cerraba de un plumazo el debate sobre la salud mental de Breivik al descartarse que sufriera algún tipo de esquizofrenia. En todo caso, la sentencia solo reconoce en el acusado rasgos antisociales y narcisistas.

LAS PRÓRROGAS/ Se trata de la mayor pena que contempla el Código Penal noruego y contiene varias prórrogas que permitirían ampliar en cinco años --todas las veces que fuera necesario-- la condena en caso de que se apreciase que el detenido no se encontrase listo para su reinserción en la sociedad. En la práctica esto supone una auténtica cadena perpetua para el acusado.

El veredicto fue acogido con entusiasmo por los supervivientes y familiares de las víctimas que llenaban la sala. Las declaraciones favorables a la sentencia se repitieron durante la jornada de ayer. «Estoy muy orgulloso de la manera en que el juicio se ha llevado a cabo. Ha sido un proceso abierto, todo el mundo ha estado bien informado y las víctimas nos hemos sentido muy bien representadas» afirmó en declaraciones a EL PERIÓDICO el superviviente de la masacre de Oslo y Utoya y miembro de las juventudes laboristas Erik Kursetgjerde. Por su parte, los políticos de todas las formaciones del país, así como los principales miembros del Gobierno, se han sumado con sus declaraciones de apoyo a la sentencia al ambiente de celebración.

Incluso Breivik pareció aceptar con beneplácito el veredicto cuando sonrió levemente al escuchar las palabras de la jueza Arnzten. Como él deseaba, había sido juzgado como una persona cuerda, lo que en la práctica significaba que sus alegaciones y discursos xenófobos se habían tenido en cuenta. Ser considerado un loco habría supuesto una verdadera humillación para Breivik quien desde el principio del juicio declaró ser «perfectamente consciente» de sus actos.

Otro aspecto que ha quedado totalmente zanjado es la presunta existencia de la llamada Orden de los Caballeros Templarios de la que el asesino se jactaba ser su líder en Noruega. Todo ello a pesar de la aparición, la semana pasada, de una carta anónima enviada a varios medios de comunicación noruegos por una supuesta «célula dos» de la organización racista. El contenido de la misma era, según varios expertos consultados por el diarioVerdens Gang, «un sumatorio de muchas de las ideas que Breivik expuso durante el juicio». Con ello se concluía que cualquiera podría haber copiado la retórica del terrorista «para llamar la atención de los medios de comunicación en la semana previa a la sentencia».

SIN APELACIONES/ En los momentos finales del juicio, el terrorista fue preguntado por la jueza Arnzten sobre si se acogería al derecho de apelación. La respuesta de Breivik continuó en su línea habitual: «Como ya dije el pasado 16 de abril no reconozco este juicio ni este tribunal», a lo que agregó «además no puedo apelar. Si apelase la sentencia estaría legitimando este juicio». En algún momento el ultraderechista pareció discutir con su abogado, Geir Lippestad, especialmente cuando este le sugirió acogerse al plazo de dos semanas que fija la ley para recurrir la sentencia.

La nota de tensión surgió a raíz de las últimas palabras de Breivik durante el juicio. En un último arrebato narcisista, Breivik lanzó uno de sus hirientes comentarios: «Solo quiero disculparme antes los militantes nacionalistas de Noruega y Europa...». En ese momento el acusado fue fuertemente reprimido por la jueza que le mandó callar. No pudiendo evitarlo, y Breivik acabó su frase con un tono grave mientras recuperaba su asiento: «...por no haber matado a más personas». Finalmente, los abogados del terrorista dieron su beneplácito a la condena y confirmaron la intención del acusado de no recurrir la sentencia. La pesadilla había acabado, Noruega podía finalmente pasar página.