20º ANIVERSARIO DEL FIN DE LA GUERRA DE BOSNIA. 1

Bosnia, el verano decisivo

PASADO Y PRESENTE. Varios peatones cruzan la denominada «avenida de los francotiradores» corriendo para tratar de evitar se alcanzados por algún disparo, en Sarajevo, mientras los cascos azules de la ONU vigilan, en abril de 1995.

PASADO Y PRESENTE. Varios peatones cruzan la denominada «avenida de los francotiradores» corriendo para tratar de evitar se alcanzados por algún disparo, en Sarajevo, mientras los cascos azules de la ONU vigilan, en abril de 1995.

MONTSERRAT RADIGALES / SARAJEVO (enviada especial)

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El año 1995 comenzó en Bosnia como los dos años y nueve meses anteriores. En el infierno. Desde abril de 1992, Sarajevo sufría un cerco  que  costó la vida a más de 11.000 personas y duró más que el de Leningrado durante la segunda guerra mundial. Los radicales serbios que lideraban Radovan Karadzic y Ratko Mladic controlaban el 70% del territorio de Bosnia y seguían en su empeño por crear la  Gran Serbia. Poblaciones enteras habían sido expulsadas o masacradas por su pertenencia a un grupo étnico determinado (los musulmanes -hoy llamados bosníacos para diferenciar etnia de religión- fueron las principales víctimas). La guerra de Bosnia introdujo una infame expresión en el vocabulario internacional: limpieza étnica.

En el 30% del territorio que no estaba en manos de los rebeldes serbios, musulmanes y croatas habían logrado rehacer, con la mediación de EEUU, una frágil alianza que en marzo de 1994 puso fin a su particular «guerra dentro de la guerra», que habían librado desde 1993. Y la comunidad internacional seguía dividida sobre cómo responder a la carnicería diaria. Bosnia se había convertido en la vergüenza de Europa.

Cuando comenzó el año, nada hacía presagiar que las cosas iban a cambiar. Pero lo peor estaba por llegar y, a resultas de lo peor, aquel verano de 1995 la situación dio un vuelco. El detonante fue la matanza de Srebrenica, pepetrada de forma sistemática durante cinco días consecutivos, del 13 al 17 de julio, después de que el día 11 las milicias serbias tomaran el enclave, que era una zona protegida por la ONU, ante la pasividad o la impotencia de los cascos azules holandeses. Más de 8.000 hombres y adolescentes bosníacos fueron asesinados.

HUMILLACIÓN

Srebrenica fue la gota que colmó el vaso y sirvió para aglutinar a una comunidad internacional que no solo se sintió forzosamente horrorizada sino que además acababa de encajar una humillación sin parangón. Tuvo el efecto de movilizar a EEUU, que finalmente tomó el liderazgo de la actuación internacional después de años de asumir un papel de segunda fila al no haber podido convencer a sus aliados europeos de la conveniencia de levantar el embargo de armas al Gobierno bosnio (que mermaba su derecho de autodefensa) y de una campaña de bombardeos de la OTAN.

Srebrenica era, junto a Gorazde y Zepa, uno de los tres enclaves en manos del Ejército bosnio aislados en medio del territorio controlado por los serbios. La respuesta a la matanza fue convocar una conferencia internacional que se celebró en Londres el 21 de julio. Allí se decidió trazar una línea roja sobre Gorazde. Si los serbios atacaban este enclave, el mayor de los tres y el menos difícil de defender, tendrían que enfrentarse a una campaña aérea «sustancial y decisiva» de la OTAN. «No habrá más 'pinchacitos' de la OTAN», afirmó el secretario de Estado de EEUU, Warren Christopher, en relación a los ataques que antes había llevado a cabo la Alianza siempre muy limitados y sin efectos prácticos.

Más tarde, la Alianza hizo extensivas estas garantías a Bihac, Tuzla y Sarajevo. A todos los efectos, en Londres se decidió la intervención internacional que tuvo lugar nueve días después. Pero en Londres la comunidad internacional no dijo ni una palabra de Zepa. Los serbios tomaron este enclave cuatro días después de la conferencia, el 25 de julio.

Este detalle no es anecdótico porque avala lo que entonces era una sospecha y de lo que ahora hay ya pruebas sustanciales. La comunidad internacional deseaba (y sabía que iba a ocurrir) que los enclaves bosnios -que aparecían como un obstáculo en las negociaciones- pasaran a manos serbias para obtener así un territorio homogéneo que facilitara el mapa del acuerdo. Por eso no movió un dedo por Srebrenica ni por Zepa. Gorazde quedó finalmente en la Federación croatamusulmana unida a ella por un corredor.

El 28 de agosto la artillería serbia perpetró otra matanza en el mercado de Sarajevo (37 muertos). Fue la excusa que necesitaba la OTAN. El día 30 inició una campaña de bombardeos masivos sobre posiciones serbias que duró hasta el 20 de septiembre y que, combinada con una ofensiva del Ejército bosnio y la caída de la Krajina serbia en la vecina Croacia, cambió sustancialmente el equilibro bélico en Bosnia. La comunidad internacional obligó a las fuerzas bosnias y croatas a detener su ofensiva cuando ya controlaban el 51% del territorio y el de los serbios había quedado reducido al 49%. Era exactamente la propuesta internacional de reparto que desde hacía tiempo estaba en la mesa de negociación y que finalmente fue la base del acuerdo de Dayton.

La nueva situación militar permitió el alto el fuego y la apertura de un proceso negociador que culminó con el acuerdo alcanzado en la base aérea de Dayton (Ohio) el 21 de noviembre. No fue una paz justa sino una paz a cualquier precio. En buena medida, el producto de la limpieza étnica quedó legitimado. Y 20 años después, Bosnia sigue pagando las consecuencias.