ANIVERSARIO DE LA GUERRA

Bosnia, en la encrucijada

La calle Ferhadija, una animada arteria peatonal en el centro de Sarajevo.

La calle Ferhadija, una animada arteria peatonal en el centro de Sarajevo.

MONTSERRAT RADIGALES / SARAJEVO (enviada especial)

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Dos décadas después del final de una guerra (1992-95) que causó al menos 100.000 muertos, dos millones de personas desplazadas (aproximadamente la mitad de la población) y que fue el escenario de las peores atrocidades cometidas en suelo europeo desde el final de la segunda guerra mundial, Bosnia-Herzegovina se encuentra sumida en una alarmante parálisis política y se enfrenta a un futuro incierto.

Los 20 años de supervisión internacional, que convirtieron al país en una especie de protectorado merced a la figura del Alto Representante -establecida en los acuerdos de paz de Dayton (1995)- con poderes para imponer o vetar leyes e incluso, en último extremo, destituir de sus cargos públicos a políticos que adopten una actitud obstruccionista, permitieron avances substanciales en una primera etapa pero no han evitado en los últimos años el estancamiento e incluso el retroceso.

Dayton sirvió para detener la guerra pero creó un entramado institucional diábolico. El acuerdo de paz legitimó en buena medida la división étnica y unas fronteras internas trazadas a sangre y fuego, dividiendo a Bosnia en dos entidades -la Republika Srpska (RS, de mayoría serbia) y la Federación de Bosnia-Herzegovina (de mayoría musulmana y croata)- con un Estado central que se ha demostrado débil y disfuncional. La Federación está dividida en 10 cantones y a todo ello se añadió el distrito de Brcko (en el norte) tras un proceso de arbitraje internacional. Todas estas unidades territoriales tienen su Parlamento y su Gobierno; o sea, 14 en total para un país de algo menos de cuatro millones de habitantes, algo insostenible.

La corrupción es endémica y los partidos nacionalistas de las tres comunidades, que han establecido un sistema clientelar, siguen siendo mayoritarios y en gran medida persiguen, ahora por medios políticos, los mismos objetivos que durante la guerra.

Los nacionalistas serbios trataron con la guerra de desmembrar Bosnia y se emplearon a fondo en la eufemísticamente denominada limpieza étnica hasta lograr un territorio étnicamente homogéneo. Desde los acuerdos de Dayton, siempre han intentado socavar las instituciones del Estado. El actual presidente de la RS, Milorad Dodik -que aún niega el genocidio de Srebrenica- ha llevado la retórica más lejos que nadie y amenaza con la secesión. Ha prometido un referéndum de independencia para el 2017.

La Federación no está exenta de problemas internos y los nacionalistas croatas más radicales no ocultan su deseo de crear una «tercera entidad» propia. Pero nadie ha llevado el desafío al extremo que lo hace la Republika Srpska (RS).

EL REFERÉNDUM

El pasado día 15, a propuesta de Dodik, el Parlamento de la RS votó a favor de celebrar un referéndum, en septiembre u octubre, para revocar la jurisdicción del Tribunal de Bosnia (estatal) y, indirectamente, los poderes del Alto Representante. «Este desafío a la autoridad de las instituciones del Estado es lo más grave que ha ocurrido desde 1996 o 1997», señala a este diario Sretko Latal, director del Balkan Investigative Reporting Network (una red de periodismo de investigación) y prestigioso analista político. «Cualquier intento de cambiar la estructura territorial de Bosnia puede llevar a la violencia», añade.

«Estamos regresando a 1996 o 1997 y espero que no volvamos a 1992», afirma Latal. «La autoridad del Alto Representante está bloqueada y, sin ella, aparecen otra vez las lecturas divergentes y conflictivas de la Constitución. La tendencia positiva de los primeros años se ha perdido y la comunidad internacional es incapaz de detener un proceso que ahora amenaza seriamente la integridad de Bosnia», subraya.

Nadie cree que otra guerra sea posible, porque nadie la desea y ni el contexto regional ni el internacional son los mismos, pero el riesgo de una violencia de menor intensidad está ahí. «En la superficie todo está tranquilo, pero la situación es cada vez más tensa y dos o tres incidentes seguidos podrían causar una explosión», afirma Jakub Finci, presidente de la pequeña comunidad judía de Bosnia, exembajador en Suiza y personalidad altamente respetada. Finci explica que el malestar por la situación económica contribuye a la tensión.

«La mentalidad cambió después de la guerra, porque sabemos que la guerra es mucho peor. Así que nos conformábamos con tener electricidad, agua corriente y que no nos dispararan. Pero naturalmente esto no puede durar siempre», señala.

LA DEMANDA

Finci fue uno de los dos demandantes, junto a Dervo Sejdic, que provocó que el Tribunal Europeo de Derechos Humanos, con sede en Estrasburgo, emitiera en el 2009 una sentencia  que tilda de discriminatoria la Constitución de Bosnia. Sin intención de ser elegidos, ambos trataron de concurrir en las elecciones del 2006 para la presidencia tripartita de Bosnia, reservada constitucionalmente a un musulmán, un serbio y un croata. Naturalmente, fueron descalificados por la Junta Electoral por no pertenecer a ninguno de los tres «pueblos constituyentes» de Bosnia, ya que uno es judío y el otro, gitano. Lo mismo ocurre con la Cámara alta del Parlamento.

La sentencia del 'caso Sejdic/Finci', que obliga a la reforma constitucional para evitar la discriminación de las minorías, debía haber marcado un antes y un después. Ya en el 2005 y el 2006, EEUU y la Unión Europea (UE)  habían tratado de impulsar una reforma de la Constitución pero fracasaron estrepitosamente porque suponía reabrir 'el melón' de Dayton. Tras la sentencia de Estrasburgo hubo otros dos intentos, ambos fallidos. La UE advirtió de que sin la aplicación de la sentencia se interrumpiría el proceso de acercamiento a Europa. El Acuerdo de Estabilidad y Asociación, firmado en el 2008, no entró en vigor. Hasta el pasado 1 de junio, con siete años de retraso. La UE  y la Oficina del Alto Representante (OHR) han tirado la toalla y aparcado la exigencia de cumplir la sentencia. Mientras, se ha perdido un tiempo crucial.

REFORMAS

La comunidad internacional impulsa ahora, a iniciativa de Gran Bretaña y Alemania, un plan de reformas, incluida la legislación laboral heredada del comunismo, para revitalizar la economía y reducir el paro (44%). El Fondo Monetario Internacional (FMI) condiciona sus ayudas a la aceptación  de este plan.

La estrategia internacional ha variado en los últimos años y se nota. La OHR se ha encogido hasta niveles irreconocibles y es cada vez menos visible. La visibilidad se le da a la UE, pero esta no cuenta con los poderes ejecutivos que sí tiene el Alto Representante. Hasta el 2009  el Alto Representante era también el enviado especial de la UE, pero en esa fecha se decidió desdoblar el cargo. El enviado de la UE es ahora el sueco Lars-Gunnar Wigemark. «El problema es que no hay coordinación entre ellos», dice Latal.

Algunos funcionarios internacionales, al amparo del anonimato, no ocultan las desaveniencias entre los distintos países y dentro de la UE. «Todos queremos lo mismo, pero hay diferencias en cómo conseguirlo», confiesa uno de ellos. Rusia, aliada de los serbios pero que generalmente cooperaba con Occidente, vuelve ahora a utilizar los Balcanes en su pulso con EEUU y la UE, al que no es ajeno la crisis de Ucrania. El embajador ruso no firmó la condena internacional de la mencionada  decisión del Parlamento de la RS.

Finci resume a la perfección el clima reinante: «Acabada la guerra fui optimista; después, me volví escéptico, y ahora ya no sé qué pensar del futuro».