El zoco de las mujeres

Las 230 niñas secuestradas pueden haber acabado en el mercado de Casuamata

BEATRIZ MESA / RABAT

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«Si alguien cree que nuestro Gobierno no hace lo que debe para liberar a las chicas, no está siendo veraz», declaró categórico por televisión el presidente de NigeriaGoodluck Jonathan, ante la tormenta causada por el escandaloso secuestro de 230 niñas en una escuela de Chibok (noreste) en abril. Sin embargo, multitud de testimonios recogidos por oenegés como Amnistía Internacional sostienen que el Gobierno fue previamente advertido del ataque al instituto y no puso los medios para evitarlo. Este episodio hace sospechar la instrumentalización política de Boko Haram por el Estado, que desde hace años se ha olvidado del desarrollo del noreste, dejando su suerte en manos del poder tribal y los grupos de criminales.

No resulta extraña, por tanto, la facilidad con la que Boko Haram actúa en pueblos y aldeas cometiendo crímenes contra sus opositores, musulmanes y cristianos, y secuestros de mujeres. En julio, otras 60 fueron capturadas en la ciudad de Kummabza, solo durante unas horas, porque lograron escapar de lo que iba a ser un cautiverio infernal. Pero, ¿hasta cuándo? Desprotegidas por las fuerzas de seguridad, las mujeres son sin duda el colectivo más vulnerable en Nigeria, como atestigua el mercado de Casuamata (mercado de mujeres en lengua houssa), donde supuestamente las estudiantes de Chibok siguen bajo custodia de Boko Haram. La imagen de las mujeres raptadas, envueltas en largas túnicas negras y recitando suras (versos) del Corán ha dado la vuelta al mundo generando el impacto mediático que toda organización terrorista necesita. «Un juego parecido al del EI mostrando en vídeo las ejecuciones de los periodistas americanos, en el que los medios no deberían entrar. Los periodistas no pueden ser los portavoces de los terroristas», afirma Jacob Zenn, analista africano en la Fundación Jamestown de Washington y experto en la lucha contra el terrorismo.

10.000 euros por una virgen

Casuamata, en el estado de Borno, principal bastión de Boko Haram, es una especie de zoco de mujeres, que se exponen a la venta al público, otra línea de financiación del grupo terrorista. «Una joven supone dinero rápido y en cantidad. Más de 10.000 euros llegan a pagar los clientes por una muchacha virgen» declaró a este diario un arrepentido de Boko Haram. Ofrecidas también a las redes internacionales de proxenetas o a la esclavitud doméstica, la comercialización de las jóvenes es en ocasiones más rentable que el tráfico de cocaína.

Muchas mujeres son asimismo convertidas contra su voluntad en muyahidines (combatientes) «para que preparen las bombas de C-4», continuó al arrepentido, quien las adiestraba para ello. También se las entrega en matrimonio a combatientes que buscan formar una familia y cierta estabilidad emocional. Estas alianzas matrimoniales suelen ser una jugada estratégica de los grupos terroristas para alcanzar mayor arraigo en zonas específicas. En especial, con mujeres de diferentes tribus que garanticen una protección duradera.