Análisis
Berlusconi aún puede hacer mucho daño
Las críticas alemanas contraSilvio Berlusconi-deAngela Merkel, deWolfgang Schauble, deGuido Westerwelle- mandan en los diarios italianos y se reproducen hasta el hartazgo en las cadenas televisivas. Buena parte de los comentaristas jalean esas invectivas. Solo unos pocos expresan su temor de que puedan ser contraproducentes para los intereses de la democracia italiana: porque pueden suscitar una reacción nacionalista que le puede venir muy bien al destinatario de tales ataques.
En una Italia machacada por los recortes impuestos por Berlín y muy inquieta por los que aún estarían por llegar, Alemania no es el mejor aliado para derrotar aBerlusconi. Muchos italianos, al igual que muchos españoles, identifican a la señoraMerkely al egoísmo germano como los grandes culpables de lo que les está pasando. Y quien se atreva a levantar la bandera del anti-germanismo -de hondas raigambres históricas, por cierto- puede obtener rentas electorales.
SiBerlusconi ha alzado esa bandera es porque cree que le puede ser útil. A este personaje, que ocupa el centro de la política italiana desde hace casi 20 años, se le puede acusar de las mayores barbaridades. Pero no de que no sepa manejar los sentimientos más elementales de mucha de la gente de su pueblo. A esas dotes de vendedor eficaz, aunque solo sea de patrañas, debe buena parte de su éxito. Y si se ha lanzado contra Alemania -sin florituras argumentales, diciendo lo que muchos piensan a bote pronto, que Alemania es culpable, que le den viento en popa a la prima de riesgo- es porque cree que no pocos están dispuestos a comprárselo.
Quienes le daban por muerto se han equivocado una vez más. Es probable que en algún día de los meses pasados él mismo llegara a convencerse de que su presencia en la política se había acabado para siempre. Pero el momento que ha escogido para volver hace pensar lo contrario, en que lo tenía muy bien planificado. Porque sus parlamentarios han acabado con el Gobierno deMontijusto cuando este estaba a punto de llevar a las cámaras la reforma electoral que podía recortar, y mucho, el peso del partido deBerlusconi. Y justo también cuando el Partido Democrático, el centroizquierda encabezado por un excomunista,Pier Luigi Bersani, se afirmaba como única referencia sólida en el desolado panorama político italiano.
La vuelta a escena deBerlusconiha acabado con las perspectivas que lo uno y lo otro abrían. Y a la potencial palanca electoral del nacionalismo, ahora puede añadir la de ser el único que puede frenar el ascenso de la izquierda, de «los comunistas», como él la llama. Son argumentos de peso en un país en el que la derecha social es mucho más elemental y primitiva de lo que se cree.
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