Análisis

Ayudando al verdugo

ROSA MASSAGUÉ

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Cualquier cosa podía haber derribado al Gobierno laborista de James Callaghan en aquel políticamente tempestuoso invierno de 1979, pero  fue el Partido Nacional Escocés (SNP) quien le dio la puntilla abriendo así la puerta de par en par a quien luego sería el verdugo de una Escocia socializante, a Margaret Thatcher.

Pese al hallazgo de petróleo en el mar del Norte, la desindustrialización de Escocia estaba en marcha. Las inversiones planificadas desde Londres por gobiernos laboristas y conservadores en los años 50 y 60 empezaron a agotarse. Fue entonces cuando el SNP, que en aquellos años había sido un partido de protesta (contra la guerra de Vietnam y antinuclear), empezó a enviar diputados a Londres. Uno en 1970, seis más en febrero de 1974, y otros cuatro en octubre de aquel mismo año. En total, 11 diputados.

Que la situación política era muy volátil lo demuestran las dos elecciones legislativas convocadas en aquel 1974. En las segundas, los laboristas alcanzaron la mayoría, pero por un margen de solo tres escaños que se volatilizó en un año generando un gran nerviosismo en el Gobierno. Los 11 diputados escoceses estaban llamados a tener una importancia capital.

En esta atmósfera nació la idea de la devolución, de devolver a Escocia un Parlamento. Eso sí, con competencias legislativas muy reducidas previo paso por un referendo que se realizó el 1 de marzo de 1979. Ganó el sí con el 51,62 % de los votos, mientras que el no consiguió el 48,4 %. Sin embargo, la devolución no fue promulgada porque había una condición. Para serlo, al menos el 40% del censo electoral tenía que haber votado . Con una participación del 63,7%, no se llegó a este umbral.

Un SNP despechado retiró su apoyo al Gobierno. La oposición liderada por Thatcher no desaprovechó la ocasión para hacer caer el Ejecutivo laborista contando con los votos nacionalistas escoceses que resultaron imprescindibles. Dos meses después, la Dama de Hierro hacía su entrada triunfal en el número 10 de Downing Street. La presencia del SNP en Westminster se redujo a solo dos diputados. Pero esto sería el mal menor. Lo peor fue la aplicación del thatcherismo en una Escocia que ya era víctima de la falta de competitividad de una industria ineficiente y anticuada, asediada además por continuos conflictos laborales. Thatcher arrasó lo que quedaba de industria y recortó hasta el hueso las prestaciones sociales.

Durante dos décadas la devolución desapareció de la agenda política, en Londres y en Edimburgo, hasta la llegada de Tony Blair. Y han bastado poco más de cinco lustros para acariciar la independencia.

Tras conocerse el resultado del referendo de 1979, The Guardian escribió que el Gobierno laborista había cavado su propia tumba. Posiblemente el rotativo podrá repetir la frase mañana, cambiando solo lo de laborista por conservador.

@RosaMassague