Tras Aylan, 330 más

UN DRAMA SIN FIN.Las muertes de menores migrantes en la travesía hacia Europa es un vergonzoso goteo. Hace cinco meses, la imagen del niño Aylan  conmovió al mundo, pero la tragedia sigue enquistada. Desde entonces  las redacciones de los medios

UN DRAMA SIN FIN.Las muertes de menores migrantes en la travesía hacia Europa es un vergonzoso goteo. Hace cinco meses, la imagen del niño Aylan conmovió al mundo, pero la tragedia sigue enquistada. Desde entonces las redacciones de los medios

JAVIER TRIANA

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No era la primera vez que sucedía, pero sí la primera vez que una imagen así daba la vuelta al mundo. El 2 de septiembre de 2015, el cuerpo inerte de Aylan Kurdi aparecía en una playa cercana a la localidad costera turca de Bodrum. Camiseta roja, pantalón azul. Boca abajo. Fue el retrato de una tragedia que acontecía desde hacía mucho antes, aunque el mundo no fuera tan consciente de ella. Sacudió conciencias y sirvió para movilizar sobre todo a la sociedad civil. Como ejemplo, llevó a la creación de la oenegé española de socorristas Proactiva Open Arms.

Fue la gota que colmó el vaso para Óscar Camps, experimentado socorrista y fundador de Proactiva. A finales del verano pasado ya se hacían muy habituales las escenas de trágicas muertes en el Egeo. La foto de Aylan le removió por dentro y le empujó a usar sus ahorros para montar la organización. «¿Cómo puede ser que muera gente tan cerca de la playa y nadie haga nada ahí?», se preguntaba entonces el socorrista. Ahora, Proactiva es una de las organizaciones mejor valoradas entre las que operan en la isla griega de Lesbos.

Esta semana se han cumplido cinco meses desde la muerte de Aylan, y la situación para los niños refugiados no ha mejorado de manera proporcional al impacto que tuvo su imagen muerto. Según las cuentas de la Organización Internacional para la Migración (OIM), al menos 330 menores han fallecido ahogados en el mar Egeo desde entonces. La última tragedia infantil conocida a la hora de mandar este texto a imprenta fue la del pasado 2 de febrero, justo cinco meses después de Aylan: 9 refugiados perecieron ahogados a 25 metros de las costas turcas cuando naufragó la barcaza con la que trataban de alcanzar la isla griega de Lesbos. Dos de ellos eran bebés. Una quinta parte de los menores que se embarcan hacia Grecia perecen en el intento.

EL 36% DE LOS MIGRANTES

Además, el número de niños solicitantes de asilo va en aumento: mientras que al inicio del año pasado y durante años anteriores la mayoría de los refugiados que cruzaba a Europa eran varones adultos, ahora le toca el turno al resto de la familia, en un movimiento de reunificación familiar al que algunos países europeos ponen trabas.

Ahora, según el Fondo para la Infancia de las Naciones Unidas (Unicef), uno de cada tres migrantes es menor. "Los suman un 36% de quienes arriesgan sus vidas en el traicionero trayecto entre Grecia y Turquía. La cifra podría ser incluso mayor, ya que muchos niños no declaran su edad hasta llegar a su destino", explica Unicef en un comunicado. Según esta organización, entre enero de 2015 y el primer mes del presente año, el número de menores en ruta se ha multiplicado por 35.

«Esto es una tragedia continua, y a menos que se destinen más esfuerzos y más fondos a hallar una solución política a Siria y a Irak, seguirá habiendo millones de niños que no vayan al colegio», indica a EL PERIÓDICO DE CATALUNYA Sarah Crowe, responsable de comunicación de Unicef. «Si sigue habiendo conflicto, seguirán viniendo niños», adelanta Crowe. «Porque aunque tengan allí sus vidas y su cultura y sus raíces, no se van a quedar mientras haya guerra. La gente buscará una vida mejor para sus hijos y para sus familias. Y tratarán de escolarizarlos».

HUIDAS POR LOS BOMBARDEOS RUSOS

El ejemplo de la desesperación de los padres respecto al futuro de sus retoños lo daba hace unos meses a la cadena de televisión Sky News la siria Rashia, una joven profesora estancada en la frontera serbia con Hungría junto a su hija. «Si no nos quieren aceptar, que cojan a mi hija y la lleven a Alemania o a otro lugar seguro», pedía entonces. «Queremos pasar por nuestros hijos, no por nosotros. Llevad a nuestros hijos a Alemania y yo volveré a Siria -insistía-. Tengo derecho a una vida segura, pero no quiero ese derecho. Quiero que mi hija lo tenga. Que vaya al colegio».Lejos de mejorar, las circunstancias muestran un futuro poco halagüeño.

Los últimos bombardeos rusos en torno a Alepo habrían desplazado hacia la cercana frontera turca a entre 40.000 y 70.000 personas, un número que varía según la fuente. A las puertas de Turquía, en el paso de Kilis, hay al menos 10.000 sirios. «Nuestros amigos europeos», aseveró recientemente el presidente turco, Recep Tayyip Erdogan, «quieren que frenemos el flujo de refugiados. Pero, ¿tienen los civiles de Alepo otra alternativa más que huir al reiterado bombardeo ruso?». El pasado mes de noviembre, poco más de un mes después de que Rusia iniciara su campaña militar de apoyo al régimen de su aliado Bachar al Asad, este diario pudo comprobar el nexo directo entre el inicio de los bombardeos rusos y la procedencia de los refugiados: la mayoría, de zonas objetivo de las bombas de Moscú.

LABIOS Y DEDOS MORADOS

Además, el invierno ha recrudecido las condiciones para todos los migrantes, pero en especial para los niños. Llegar a las islas griegas con los labios y los dedos morados es ya habitual debido al frío, a la humedad y, en los casos de naufragios, por la exposición prolongada a aguas gélidas. Los síntomas de hipotermia son frecuentes y el pasado 20 de enero, tras un naufragio nocturno, un niño perecía por este mismo motivo horas después de ser rescatado en la isla de Lesbos.

La situación no es mejor para los menores a lo largo de la ruta: «Tratamos muchas infecciones respiratorias, que tienen que ver con la bajada de las temperaturas y las condiciones meteorológicas», comenta Francisca da Silva, desde Médicos Sin Fronteras en Serbia. «Básicamente, los niños padecen lo mismo que el resto, pero de manera amplificada, porque son más vulnerables», añade la cooperante.

Todas las organizaciones consultadas coinciden en la solución: una vía segura para que los refugiados no se tengan que jugar la vida en el mar. Y que Aylan quede entonces como una imagen para la vergüenza histórica.