TRAGEDIA AÉREA

Un fallo del avión se perfila como la causa probable de la catástrofe

FERRAN COSCULLUELA / CARLOS MÁRQUEZ / FERRAN SENDRA / SEYNE-LES-ALPES

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Mannheim, un avión bautizado con el nombre de la tercera ciudad del estado alemán de Baden-Wurtemberg y que estaba cerca de ser jubilado, protagonizó ayer la quinta catástrofe de la aviación comercial internacional en apenas un año. Un Airbus A320 de la compañía alemana de bajo coste Germanwings -filial de Lufthansa- que había despegado de Barcelona y se dirigía hacia Düsseldorf se precipitó en uno de los enclaves más recónditos de Francia, en pleno corazón de los Alpes, con 150 personas en su interior, entre ellas 45 españoles. No se tiene constancia de ningún superviviente y la dificultad de acceder por carretera al lugar del siniestro mantienen en una incógnita las causas de la tragedia. Las autoridades francesas no descartan «ninguna hipótesis» porque las condiciones meteorológicas de la zona eran buenas y el aparato no emitió alerta alguna antes de caer durante ocho atroces minutos desde una altura de 9.000 metros hasta 1.800 metros.

El aparato despegó de la terminal 2 de El Prat a las 9.55 horas y debía aterrizar en Düsseldorf a las 11.35. En ningún momento hubo señal alguna de alarma, ni mientras la aeronave recorrió cielo español ni cuando se adentró en territorio francés. Pero con casi la mitad del trayecto cubierto, a las 10.47 horas, el aparato empezó a perder altura y su rastro desapareció de los radares. El mensaje de máxima alarma lo emitió un controlador aéreo.

El Airbus se estrelló contra el macizo del Estrop, un pico de 2.981 metros entre las localidades de Digne-les-Bains y Barcelonette, al norte de Niza. El punto habitado más cercano, el municipio de Seyne-les-Alpes, dista unos 10 kilómetros. Según la lista de la aerolínea, entre los 144 pasajeros, dos pilotos y cuatro ayudantes de cabina que iban a bordo había una cuarentena de españoles, 67 alemanes y también personas de nacionalidad turca, belga y holandesa. «Los servicios de socorro solo pueden llegar por helicóptero. No hay carreteras», explicaba Alain Liardet, teniente de alcalde de Haute-Bléone, otro de los municipios cercanos al lugar del desastre, hacia donde se movilizaron 300 bomberos especializados, otros tantos gendarmes y 10 helicópteros para hollar tan escarpado relieve.

Pierre-Henry Brandet, un portavoz del Ministerio del Interior francés que atendió ayer a los periodistas en Seyne-les-Alpes, confirmó que el acceso a la zona es muy difícil y que la identificación de los cadáveres también será «muy complicada», porque algunas partes del avión «han quedado pulverizadas». El portavoz explicó que ayer solo se pudo balizar la zona y recuperar una de las cajas negras del avión, a la espera de que hoy se puedan empezar a recuperar los primeros cuerpos. «Nuestra prioridad ahora también es acompañar en el duelo a los familiares que se desplacen hasta aquí, para lo que hemos preparado un equipo de psicólogos y traductores», dijo.

El Gobierno español ofreció ayuda al Ejecutivo francés con un grupo de forenses y un equipo conjunto de la policía científica, la Policía Nacional y la Guardia Civil. Los presidentes Mariano Rajoy y Artur Mas viajarán hoy juntos al lugar del siniestro en un avión de la Fuerza Aérea Española. Pese a los escollos orográficos, el presidente de Francia, François Hollande -que justo ayer recibía en el Elíseo a los Reyes de España-, dio por seguro apenas una hora después del impacto que no habría supervivientes.

La confusión fue mayor en torno a las causas del siniestro. En las primeras horas, las autoridades francesas parecieron descartar la hipótesis terrorista al subrayar que el fuselaje del Airbus quedó en trozos grandes, un hecho que descartaría, por ejemplo, que el avión hubiese explotado.

Sin embargo, la estampa que hallaron los servicios de emergencia fue muy distinta. La aeronave quedó hecha añicos y sus restos y los cadáveres, esparcidos en un radio muy grande. El primer ministro francés, Manuel Valls, evitó la palabra atentado y se limitó a asegurar que los investigadores trabajan con todas las hipótesis sobre la mesa. El elemento clave será el contenido de las dos cajas negras, una de las cuales fue localizada a primera hora de la tarde.

Al descartarse causas meteorológicas, la otra hipótesis es el fallo técnico. Por esta se inclinan los expertos. En noviembre, un avión similar de Lufthansa que volaba de Bilbao a Múnich sufrió una pérdida de altitud debido al bloqueo por congelación de las sondas del ángulo de ataque. Germanwings se apresuró a rechazar la edad del avión como posible detonante. Mannheim tenía 24 años de vida comercial, cuando la edad media de una aeronave es de 25. Pero Germanwings subrayó que las compañías suelen alargar la vida de sus aviones incluso hasta los 30.

También negó la compañía que un problema detectado el lunes en la trampilla del tren de aterrizaje del aparato tuviera relación con el accidente. Germanwings dijo que fue solucionado el mismo lunes en Düsseldorf. El piloto tenía 10 años de experiencia y 6.000 horas de vuelo.

La catástrofe llevó a los familiares de las víctimas a El Prat, en busca  de noticias sobre los suyos, pero toparon con el hermetismo de la compañía: anoche aún no había dado la lista del pasaje. Allí acudieron también equipos de psicólogos que atendían a las familias, mientras los Mossos recogían muestras de ADN para cotejarlas con los cadáveres.

Con cuentagotas se fueron conociendo datos de pasajeros: turistas alemanes, una veintena de representantes de empresas catalanas que viajaban a una feria en Colonia, dos trabajadores de Bayer, 16 estudiantes alemanes de entre 15 y 16 años que volvían de un intercambio con estudiantes del instituto de Llinars del Vallès... Edades y perfiles transversales que ayer quedaron truncados por la fatalidad en los Alpes.