GUERRA EN ORIENTE PRÓXIMO

El avance del Estado Islámico pone a prueba a Obama

Cientos de sirios y afganos llegan a Grecia desde Turquía tras cruzar el mar Egeo.

Cientos de sirios y afganos llegan a Grecia desde Turquía tras cruzar el mar Egeo.

IDOYA NOAIN / NUEVA YORK

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La meta marcada por Barack Obama en septiembre del 2014, «derrotar al Estado Islámico» (EI), siempre fue ambiciosa. También desde el principio fue cuestionada la estrategia, articulada sobre una combinación de ataques aéreos en Irak y Siria y el apoyo militar y político a Bagdad pero excluyendo el despliegue de tropas estadounidenses. El examen a ese plan se ha intensificado tras los últimos avances del EI con la toma de Ramadi en Irak y Palmira en Siria y aunque este mismo martes el ocupante del Despacho Oval ha asumido que hay que evaluar si están funcionando partes de su estrategia, sigue resistiéndose a realizar cambios radicales.

Tras un encuentro con el secretario General de la OTAN, Jens Stoltenberg, Obama ha reconocido la necesidad de «pensar si estamos organizando y desplegando nuestros recursos efectivamente para afrontar el reto». Esas palabras son la concesión más generosa a la reevaluación de un presidente que hace solo unos días, tras la caída de Ramadi (y en la víspera de la de Palmira) identificaba la pérdida de control de la capital de Anbar como «un revés táctico» pero también la relativizaba. «No creo que estemos perdiendo», decía en una entrevista con 'The Atlantic'.

LA LÍNEA ROJA

Nadie debería esperar, al menos de momento, un giro más profundo en la estrategia de Obama. En su línea de actuación entran ajustes tácticos, como el abandono por ahora de una ofensiva para retomar Mosul o la puesta en marcha de un esfuerzo para expandir y acelerar los envíos de material militar a las fuerzas iraquís y potenciar también el entrenamiento de combatientes de tropas sunís, que se está produciendo mucho más lentamente de lo que sería necesario. El dirigente demócrata, no obstante, es inamovible en su intención de no poner en juego la vida de sus soldados.

«Si los iraquís no están dispuestos o no son capaces de llegar a los acuerdos políticos necesarios para gobernar, si no están dispuestos a pelear por la seguridad de su país, no podemos hacer eso por ellos», decía Obama en la entrevista con 'The Atlantic' refiriéndose a lecciones aprendidas en la última guerra de Irak. Volvía así a marcar la línea roja ante un despliegue que identifica como puerta a una escalada potencialmente sin marcha atrás.

De la Casa Blanca ha desaparecido cierto optimismo que alimentaron logros recientes como la recuperación de Tikrit o la operación de fuerzas especiales en Siria que acabó con uno de los líderes del EI. Se asume ya que la campaña será más larga de lo que inicialmente se previó y se extenderá más allá de los tres años que aparecían vagamente marcados en los planes que Obama envió al Congreso. Y aunque los últimos retrocesos elevan la sensación pública de que se está fracasando y las críticas contribuyen a crear presión sobre el mandatario, una contienda larga también hace que algo juegue en su favor.

A poco más de un año de las elecciones, entre los republicanos domina ahora cierta moderación, no en las críticas al presidente pero sí en algunas propuestas, al menos entre los que tienen aspiraciones a relevar a Obama.

CAUTELA REPUBLICANA

Salvo el senador Lindsay Graham, que ha planteado ya enviar 10.000 soldados que refuercen a los 3.000 asesores ya desplegados en Irak, otros mejor posicionados en los sondeos como Jeb Bush, Scott Walker o Marco Rubio son reticentes a hacer una declaración que podría restarles votos y atarles las manos si llegan al Despacho Oval.

Obama, además, cuenta con el respaldo de asesores militares como el general Martin Dempsey, que pronto abandonará la jefatura del Estado Mayor de la Defensa pero que fue clave a la hora de diseñar la estrategia. E incluso algunos sus críticos asumen que los últimos avances del EI entran dentro de cierta normalidad. En un blog de la Brookings Institution, por ejemplo, Ken Pollack opinó que «es altamente improbable que la caída de Ramadi lleve a ganancias masivas adicionales del EI».

Eso no quiere decir que los críticos estén satisfechos. El exembajador en Irak Ryan Crocker ha denunciado que la Administración no se está implicando lo suficiente para reforzar al primer ministro iraquí, Haider al-Abadi. «Saben que no vamos a poner militares en el terreno pero piensan que podemos hacer más de lo que estamos haciendo», le dijo al 'Los Angeles Times'.