Así fueron las matanzas de las que se acusa al presidente de Filipinas

Un antiguo sicario explica como rajaban el vientre a las personas a quienes mataban para que se hundieran en el agua

HRW pide que la ONU investigue los supuestos asesinatos ordenados por Duterte

HRW pide que la ONU investigue los supuestos asesinatos ordenados por Duterte / SG

ADRIÁN FONCILLAS

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Coppola o Scorsese inspiran la crónica periodística de Filipinas. Un mundo con más plomo que ley, con justicieros, sicarios y víctimas, muchísimas víctimas. El último capítulo fue servido esta semana en el Senado por Edgar Matobato, un asesino arrepentido que estuvo a las órdenes del ahora presidente, Rodrigo Duterte.presidente, Rodrigo Duterte

En la Comisión de Derechos Humanos que investiga lo ocurrido durante décadas en Davao, la ciudad sureña desde la que Duterte se aupó hasta Manila, Matobato corroboró lo que las organizaciones internacionales denuncian: que escuadrones de la muerte con permiso oficial acribillaban in situ a todo aquel que lejanamente parecía un delincuente. El arrepentido añade que las víctimas cubrían un amplio espectro como rivales políticos, empresarios irritantes o incluso el instructor de baile y novio de la hermana del entonces alcalde. “Teníamos la misión de matar criminales cada día (…) La gente en Davao eran como pollos, eran asesinados sin ninguna razón”, ilustró. Tiroteados y abandonados en la calle, quemados en piras o eviscerados antes de ser arrojados al mar para que se hundieran. Uno fue destinado a los cocodrilos.

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Matobato denuncia que Duterte ordenó algunos de esos asesinatos. También que mató personalmente a un agente de Justicia en 1993 tras una pelea en la carretera. “El alcalde Duterte fue quien lo finiquitó. Jamisola (el agente) estaba aún vivo cuando llegó. Vació dos cargadores de su metralleta Uzi en él”, detalló. También acusó a Duterte de ordenar el ataque con granadas a una mezquita para vengar un atentado a una catedral o el asesinato de Juan Pala después de que le acusara de corrupto.

'LAMBADA BOYS'

Duterte, célebre por su incontinencia verbal, no ha respondido aún. El portavoz presidencial, Martin Andanar, ha rechazado las acusaciones y asegurado que no cree que su jefe “sea capaz de dar esas dar órdenes”. Ocurre que muchos lo creen. Filipinas se desliza hacia ese vaporoso terreno norcoreano en el que lo veraz se confunde con lo verosímil. Duterte pudo dar esas órdenes o no, pero no chirrían en quien ya ha prometido alimentar a los peces de la bahía o atiborrar las funerarias con criminales y asesinar a sus hijos si los sorprende con drogas.

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Matobato fue reclutado en 1998 para una pequeña banda conocida como los Lambada Boys y torturado en 2013 tras plantear su salida. Abandonó el programa de protección de testigos estatal por el temor a Duterte y se escondió antes de reaparecer esta semana en el Senado. Su futuro es sombrío. El líder de la Cámara Alta, Aquilino Pimentel, le ha negado la protección oficial alegando que su vida no está en peligro. Matobato ha admitido una cincuentena de asesinatos con sus manos y cientos achacables a la banda. Algunos de sus objetivos han corroborado su versión. Abeto Salcedo, un antiguo reformista agrario, le reconoció en la televisión como el que le había acribillado dos años atrás. Salcedo recibió seis balas a quemarropa en su coche en una emboscada y aún mantiene tres en su cuerpo. “Claramente recuerdo sus ojos, su nariz, su boca… cada uno de sus rasgos, incluso su gorra de béisbol”, ha dicho a la prensa local.

3.000 MUERTOS YA

Duterte alimentó su reputación en Davao. Redujo la mortalidad en carretera con un estricto límite de velocidad, prohibió fumar en las calles, defendió los derechos de gays y lesbianas ante una sociedad hostil y convirtió una ciudad castigada por el crimen en una de las más seguras del país. No se discute su eficacia sino el método. El presidente siempre ha negado cualquier relación con los escuadrones de la muerte que dejaron un millar de muertos pero prometió replicar sus esfuerzos a escala nacional. La campaña antidroga ha dejado ya más de 3.000 muertos desde que alcanzó la presidencia y estimulado las críticas de organizaciones de derechos humanos y líderes como Barack Obama. El presidente estadounidense fue calificado de “hijo de puta” por Duterte. Su embajador en Filipinas y el Papa ya habían escuchado la misma referencia a sus madres.

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La organización Human Rights Watch, pertinaz denunciante de las tropelías de Duterte, ha solicitado a la ONU que investigue las declaraciones de Matobato. Es dudoso que inquiete a Duterte el Duro o el Ejecutor. Llegó al poder con un discurso granítico contra la corrupción, el crimen y las drogas que cala en un país hastiado de políticos melifluos. El acoso internacional se intensifica mientras su apoyo popular roza ya el 90 %.