NÓMADAS Y VIAJANTES

Asesino, esa es la palabra

Miembros de los equipos de rescate franceses rinden un homenaje a las víctimas enfrente de un memorial en los Alpes, este fin de semana.

Miembros de los equipos de rescate franceses rinden un homenaje a las víctimas enfrente de un memorial en los Alpes, este fin de semana.

RAMÓN LOBO

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Los giros narrativos de la tragedia del vuelo 4U9525 de Germanwings confunden a fiscales, investigadores, periodistas y psiquiatras y conmocionan a millones de personas. ¿Estamos ante un demente o ante un asesino? Las etiquetas ayudan a sentirnos a salvo, soportamos mal la incertidumbre. Estamos más cómodos si afirmamos «el copiloto Andreas Lubitz era un loco, tenía depresión». Su locura nos sitúa en algún lugar cerca de la razón, nos hace mejores.

La palabra adecuada para explicar lo sucedido sería otra menos tranquilizadora: asesino. El copiloto decide causar una matanza para conseguir que todo el mundo hable de él, como había vaticinado a una exnovia. Su acto supremo incluye su propia muerte. Es el mismo mecanismo de los psicópatas que entran en una escuela de EEUU armados hasta los dientes.

El narcisismo está al alcance de todos en esta sociedad trepidante de la imagen y las redes sociales en la que muchos parecen buscar ser trending topic de lo que sea, aun al precio de su dignidad. La depresión es una enfermedad que no conduce necesariamente al suicidio. El suicidio es un acto individual, de soledad extrema. Lo que ha hecho se llama asesinato en masa. No tenía armas, solo un avión.

Fabular conspiraciones

No pronunciamos la palabra terrorista porque no tenía motivos políticos, no era un árabe con el que se puedan fabular conspiraciones. Era uno de los nuestros: blanco, ario. Pero nadie titula Un blanco ario estrella un avión. Nadie exige que los alemanes pidan perdón. ¿Por qué tenían que disculparse millones de musulmanes por el ataque contra Charlie Hebdo cometido por dos personas concretas? ¿No eran asesinos? Ningún noruego tuvo que hacerlo por Anders Behring Breivik, un extremista cristiano que mató a 77 personas. ¿Quién define qué es un terrorista, un loco?

Lo ocurrido a bordo del Airbus 320 está rodeado de misterio, de preguntas que no podrán resolver las cajas negras. ¿Qué pasó por la mente del copiloto Andreas Lubitz? ¿Supieron los pasajeros que iban a morir? ¿Cuántos minutos antes del impacto sobre el pico de los Trois Évêchés? Recuerdo un Boeing 747 de Japan Airlines que se estrelló con 520 personas a bordo en 1985. Fueron tantos los minutos de angustia en los que los pasajeros sabían que iban a morir que muchos dejaron notas de despedida.

Obsesión con el terrorismo

Toda la seguridad aérea nacida tras el 11-S no ha servido para evitar la tragedia. El cierre de la cabina, que no se pudiera abrir desde fuera, fue uno de los logros. Aceptamos controles abusivos en los aeropuertos en los que rige el capricho por encima de la seguridad real. A uno le quitan un cortauñas, al siguiente le permiten pasar una lima. Aceptamos ese abuso porque nos han dicho que prohibirnos el agua impide atentados. Tan obsesionados con los terroristas, que los hay, se nos olvidó vigilar nuestra espalda. ¿Cómo saber que un joven de 27 años ha decidido morir matando? ¿Lo advierten los tests?

Los accidentes asustan por lo inesperado, y más cuando son masivos. Leemos y escuchamos noticias sobre la vida de los muertos, sus sueños y sus familias. En esos relatos descubrimos que su normalidad está unida a la nuestra: es el cordón umbilical que quiebra la fantasía de la vida infinita, la juventud imperecedera.

Los vivos

La vida es fugaz: dura menos de lo que estamos dispuestos a admitir. Una llamada antes de apagar el móvil en un aeropuerto cualquiera, un hasta luego, se transforma en un adiós definitivo, en una caída del telón. Pienso en los vivos, en los padres que iban a recoger a sus hijos tras un intercambio en España, en los novios, en los hermanos. Si un accidente que es explicable desde el punto de vista técnico -falló esto, aquello- es difícil de superar, ¿cómo asumir que un hombre decide acabar con su vida matando a 149 personas?

La mejor seguridad es la que no se nota. Pasar por detectores y escáneres sin que parezca lo que son. Si tú no te das cuenta, es probable que el terrorista tampoco. ¿Cómo es posible que nadie informe de que un piloto está de baja por depresión? ¿No están obligados los psiquiatras a informar a las empresas en casos de alto riesgo como este? Escucharemos y leeremos a expertos hablar sobre los controles psicológicos a los pilotos, de las garantías que nos ofrecen el sistema y los malditos protocolos. Dirán: volar es seguro. Hay compañías que se han apresurado a anunciar cambios en sus reglas para que siempre estén dos personas dentro de la cabina. ¿Así se hubiera evitado? Nadie denuncia lo esencial: lo que no es seguro es la raza humana.