Argentina cae en el estupor
¿Suicidio? ¿Asesinato? ¿Guerra entre espías? ¿Conjura? Una semana después de la muerte de Alberto Nisman, el fiscal que había acusado a la presidenta Cristina Fernández de Kirchner de «organizar la impunidad de los prófugos iranís» supuestamente involucrados en el atentado contra la mutual de la colectividad judía (AMIA) que mató a 85 personas el 18 de julio de 1994, las preguntas se acumulan como eslabones de una cadena interminable de estupor y desconcierto. «La pesadilla no es solo lo sucedido. La pesadilla es no entender lo que sucedió», señala la ensayista Beatriz Sarlo.
Pero todo es algo más que un mal sueño. En pleno verano, Argentina volvió a exhibir su lado oscuro, con el que se convive distraídamente hasta que recuerda su capacidad de daño. En los años 80, apenas recuperada la democracia, el ministro de Interior, Antonio Troccoli, hablaba de «la mano de obra desocupada» de la dictadura para aludir a un sector tan incógnito como perturbador. El mundo de los servicios de inteligencia asimiló a parte de esa mano de obra o se mimetizó con sus modos de acción, incompatibles con un sistema republicano.
Ningún Gobierno, desde 1983, ha podido o querido reformar esa usina de la conspiración y la vigilancia. La presidenta tan solo echó al director de Contrainteligencia, alias Jaime Stiusso, después de comprobar que jugaba a favor de sus adversarios. Pocas semanas después, Nisman fue descubierto sin vida en su apartamento. Los dos nombres irrumpen en esta trama como parte de una misma moneda.
La figura nebulosa de Stiusso ya había salido a luz en el 2004. El primer ministro de Justicia de Néstor Kirchner, Gustavo Béliz, renunció a su cargo dando a conocer una foto del agente al que había acusado de haber montado «un ministerio de seguridad paralelo» que definió como «una especie de Gestapo».
MANIOBRAS DESESTABILIZADORAS
La fiscal Viviana Vein trabaja a destajo para avanzar en la causa. Vein dispuso que Diego Lagomarsino, un extraño técnico informático que trabajaba con Nisman, a quien le dio el calibre 22 que disparó contra su sien, no saliera del país y sea custodiado. Los medios de comunicación relatan e interpretan los hechos en tiempo real. El multimedios 'Clarín', duramente enfrentado con el Gobierno, convertido de facto en el gran partido opositor argentino, sugiere en todo momento que la mano que terminó con el fiscal no es ajena al kirchnerismo. El peronismo, en el poder, ha denunciado «maniobras desestabilizadoras» de la que no solo forman parte diarios, grupos económicos y un sector judicial que funciona en sintonía con parte de los servicios. Para la propia Fernández de Kirchner, Nisman servía más muerto que como autor de una denuncia de escasos fundamentos.
Nisman había sido nombrado por su esposo fiscal especial de la causa AMIA en el 2004. Le dieron mucho dinero y recursos humanos. Se buscaba relanzar una investigación llena de pruebas falsas, sin condenas, que había llevado al procesamiento del juez Juan José Galeano.
En un cable de la embajada de EEUU filtrado por Wikileaks, y citado por el periodista Santiago O'Donnell en los libros Argenleaks y Politileaks, un diplomático norteamericano le explica a un dirigente de la DAIA, la principal institución de la comunidad judía, que si bien existían dudas sobre la investigación llevada adelante por Nisman, eran calladas porque la opinión pública no soportaría otro fracaso en un tema tan sensible.
CASI UN SUBORDINADO DEL ESPÍA
El fiscal trabajaba prácticamente como subordinado de Stiusso, el nexo a su vez con la CIA y el Mossad. En los cables dados a conocer por Wikileaks, Nisman es presentado como alguien que recibía órdenes directas de la embajada de no investigar la pista siria y la conexión local con el atentado y dar por cierta la culpabilidad de los iranís.
Pero todo eso ya parece irrelevante en Argentina. La consigna «Je suis Nisman», escrita en francés para remarcar su lazo con la reciente tragedia parisina, trata de ser capitalizada por la oposición en un año electoral que, además, marca el final de la era CFK. ¿Cómo será su despedida? El 'caso Nisman' trae un peligroso imprevisto para quienes aman u odian a la presidenta. Unos y otros comparten una misma pregunta: ¿Dónde está Stiusso? ¿Hablará?
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