Un año después de la guerra, Gaza sigue devastada

La reconstrucción de la franja apenas ha empezado y su economía está hundida

Unos niños palestinos juegan en las ruinas de un edificio destruido.

Unos niños palestinos juegan en las ruinas de un edificio destruido.

ANA ALBA / GAZA

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Tres niños construyen castillos de arena en la playa que linda con el pequeño puerto de la ciudad de Gaza. Se divierten donde Ismail, Ahed, Zakariyah y Mohamed Bakr jugaban a fútbol el 16 de julio del 2014. Tenían entre 9 y 11 años. No pudieron cumplir más porque dos misiles de Israel les robaron la vida.

El Ejército israelí «lamentó» haberlos confundido con milicianos y cerró la investigación del «trágico incidente». «¿Cómo puede ser que no vieran que eran niños y no milicianos?», se pregunta el padre de Mohamed, un humilde pescador que no llega a alimentar a sus hijos porque solo puede faenar hasta seis millas de la costa por el bloqueo israelí, que empezó en el 2007.

Los cuatro pequeños Bakr descansan en un cementerio que mira al Mediterráneo. «Mohamed adoraba el mar», explica su madre, Salwa, con la mirada llena de lágrimas. Visita la tumba de su hijo a menudo para contarle la vida de sus hermanos. La de Sayed, de 14 años, la destrozaron las bombas, aunque no lo mataran.

Sayed jugaba con Mohamed cuando los misiles los sorprendieron. Sufrió heridas leves, pero las de su alma son profundas. Ha dejado la escuela, cambia bruscamente de carácter y tiene pesadillas. Ha pasado por terapias psicológicas y ha tomado medicación, pero no le han ayudado. Aferrado a un retrato de su hermano cuenta que lo añora. «Quiero vengar su muerte haciéndome de la resistencia», afirma.

Miles de niños de Gaza padecen trastornos psicológicos graves. La operación Margen Protector que el Ejército israelí lanzó sobre Gaza el 8 de julio del 2014 mató 551 niños palestinos en 50 días e hirió a 3.436.

Una de las víctimas fue una recién nacida a la que los médicos sacaron viva del vientre de su madre muerta en un ataque israelí sobre su casa, en la ciudad de Deir el Balah. La «hija de la mártir Shahima Gannan» no pudo resistir y murió tras permanecer unos días en la incubadora. Su padre, Ibrahim, nunca pudo ver a su primogénita porque resultó herido, como otros 11.000 gazatíes. El 10% de ellos ha quedado discapacitado.

«Para mi fue muy doloroso perder a mi familia y mi casa. Toda mi vida se arruinó en unos segundos», relata. Su hermano asegura que el Ejército no les avisó del bombardeo y que el proyectil que lanzó era para su vecino de Hamás.

Ibrahim se casó de nuevo hace dos meses y su esposa está embarazada. «Me tuve que volver a casar pronto porque la UNRWA (agencia de la ONU para los refugiados palestinos) y las oenegé dejaban de incluirme en la categoría de familia y perdía el derecho a reconstruir mi casa y la ayuda en el alquiler», comenta.

Su hermano muestra los planos de la casa destruida y fotografías de los escombros, que aún no se han retirado. Más de 12.000 viviendas quedaron arrasadas por los misiles y 6.000 sufrieron daños graves.

Todavía desplazados

Más de 100.000 personas siguen desplazadas, se alojan en casas de alquiler, prefabricadas o en las ruinas de sus hogares. La Oficina de la ONU para la Coordinación de Asuntos Humanitarios (OCHA) indica que en Gaza ha entrado menos del 1% de los materiales de construcción necesarios para rehabilitar las casas. «Podemos decir que a día de hoy no ha empezado la reconstrucción de viviendas en Gaza», afirma María José Torres, subdirectora de la OCHA.

El ingeniero Sobhi Nasser lo confirma. Su casa en Beit Janún, en el norte de Gaza, está como hace un año: solo quedan escombros. En cambio, en el pueblo donde trabaja, Um al Nasser, están reconstruyendo el centro de mujeres porque tienen los fondos y el cemento necesarios.

Además, les han aprobado el proyecto para levantar de nuevo la escuela, financiada por la cooperación italiana y destruida por excavadoras del Ejército israelí.

Los hogares gazatís solo tienen ocho horas de electricidad al día y el 90% carece de agua potable. «El sistema de energía no puede abastecer adecuadamente a los hospitales ni a la red de canalización y alcantarillado», recalca Torres.

El paro

La casa familiar de Basema al Weiri, una bioquímica de 36 años, también quedó reducida a cenizas. «Nos dieron cinco minutos para abandonarla, no pudimos coger nada. Nuestra vida ha cambiado por completo, ahora vivimos de alquiler, de mis ahorros, me he quedado sin trabajo pero no me atrevo a decírselo a mis padres. Veo mi futuro muy negro», confiesa. El índice de paro en Gaza es del 43% y entre los jóvenes, del 60%.Basema asegura que muchos jóvenes gazatíes buscan contactos con extranjeros a través de las redes sociales para establecer relaciones con ellos y «que los saquen de Gaza».

La franja está devastada. Se calcula que las pérdidas por la ofensiva israelí fueron de 4.400 millones de dólares (unos 3.958 millones de euros). La economía gazatí se encuentra hundida. Aunque Israel concede más permisos de entrada a su territorio y ha autorizado pequeñas exportaciones de verduras, y Egipto ha reabierto la frontera de Rafá en algunas ocasiones, el bloqueo continúa impidiendo la recuperación. «Gaza sigue siendo una cárcel al aire libre», asevera la analista política Reham Owda.

Además, de los 3.500 millones de dólares (3.149 millones de euros) que prometieron los países donantes para reconstruir Gaza -de 5.400 millones de dólares (4.858 millones de euros) para Palestina- solo han llegado 1.000 millones.

Los gazatís celebran este año el Ramadán -mes de ayuno musulmán- sin bombas, pero con miedo a que regresen. «Esperamos otra guerra y creo que quizás moriré», augura Farah Baker, de 17 años, que se hizo famosa por sus tweets durante la ofensiva del 2014.