CONSECUENCIAS DEL CONFLICTO UCRANIANO

La anexión de Crimea, una onerosa factura para Moscú

Conmemoración del aniversario de la anexión de Crimea en Simferopol

Conmemoración del aniversario de la anexión de Crimea en Simferopol / periodico

MARC MARGINEDAS / MOSCÚ

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Cortes ocasionales de electricidad; comercios y otros establecimientos donde no se aceptan tarjetas de crédito de uso común; una inflación que supera con creces a la registrada en territorio de la Federación Rusa debido a los problemas logísticos que supone aprovisionar al territorio por vía maritima. Y todo ello, enmarcado en un cada vez más ostensible dispositivo militar de Rusia, que expande sus bases aéreas y marítimas para apuntalar su presencia en el mar Negro y el Mediterráneo. Esta es la situación en Crimea cuando se cumplen tres años de su anexión a Rusia.

El 18 de marzo del 2014, el presidente de Rusia, Vladímir Putin, los líderes de la república de Crimea, Serguéi Aksiónov y Vladímir Konstantínov, y el alcalde de la ciudad de Sebastopol, Anatoli Chali, firmaron en el palacio del Kremlin el tratado por el que estos dos últimos territorios se incorporaban a la Federación Rusa.

ESFUERZOS DEL GOBIERNO FEDERAL

Transcurridos tres años, la región recién anexionada se ha convertido en un oneroso fardo para las arcas federales, que obliga a las autoridades rusas a ímprobos esfuerzos financieros. Con todo, pese a la costosa factura que está suponiendo, los rusos siguen apoyando masivamente la incorporación del territorio, según se deduce de los sondeos.

De acuerdo con datos difundidos por la publicación online RBK, Moscú se ha gastado en la región en los tres ejercicios transcurridos "no menos de 470.000 millones de rublos", que equivalen a unos 7.500 millones de euros. Solo en este año 2017, según el Ministerio de Finanzas, Crimea recibirá un total de 98.000 millones de rublos (unos 1.500 millones de euros) del presupuesto federal, lo que la convierte, en palabras de 'The Moscow Times', en "una de las regiones más costosas" para Moscú, "a la par con Chechenia e Ingushetia", que también reciben sustanciosos subsidios.

Las sanciones internacionales y la falta de apetito de los inversores de poner su dinero en un territorio cuya soberanía se halla en disputa han dejado al centro federal ruso como único soporte económico de los crimeanos. Ello no ha impedido que los estándares de vida hayan caído desde la anexión, según coinciden en señalar los analistas, debido a una inflación que, en los ejercicios del 2014 y el 2015, superó el 40%, tal y como constató el instituto federal de estadísticas Rosstat.

El aprovisionamiento de energía y las comunicaciones con el resto de Rusia constituyen los principales desafíos a los que se enfrenta el territorio en estos momentos. En el 2015, Ucrania cortó el suministro eléctrico a la península, lo que obligó a Moscú a tender cuatro cables submarinos para garantizar el abastecimiento de luz a la población. Además, dos estaciones eléctricas están siendo construídas aunque, tal y como reconoció el viceprimer ministro ruso, Dmitry Kozak, en febrero pasado, problemas derivados de las sanciones internacionales están retrasando su puesta en marcha.

POR MAR Y AIRE

Por el momento, la vía marítima y la aérea son las únicas formas de entrar y salir de la península. Se prevé que el año próximo entre en funcionamiento la nueva terminal del aeropuerto de Simferópol, capaz de acoger a 6,5 millones de pasajeros anuales. Mención aparte merece la construcción de un puente para vehículos y trenes sobre el estrecho de Kerch, que separa la península de Crimea con la vecina región de Krasnodar. El coste de la faraónica obra se eleva a 228.000 millones de rublos (3.700 millones de euros) y se prevé su finalización para finales del 2018 o principios del 2019, aunque son fechas aún en el aire.

Pese los ingentes costes derivados de la anexión, no se detecta entre los ciudadanos rusos agotamiento o cansancio acerca de la cuestión crimeana. Un reciente sondeo de opinión realizado por el instituto Levada constató que la incorporación de Crimea a la Federación Rusa constituía el segundo motivo de orgullo nacional, citado por un 43% de los encuestados, inmediatamente detrás de la victoria sobre la Alemania nazi durante la segunda guerra mundial y por encima de logros como la exploración del espacio o la literatura rusa.