La amenaza de Europa

Queda solo medio año para las próximas elecciones europeas y se intuye que no van a ser unas elecciones más. A medida que vamos recortando los seis meses que quedan hay tendencias que empiezan a adquirir cuerpo. Por un lado el ascenso de partidos xenófobos y de extrema derecha y por otro el renacer del proteccionismo económico. Son dos corrientes distintas pero ambas se alimentan de lo mismo, el temor general de la ciudadanía.

¿A qué teme Europa? En general, la estela de esta crisis ha hecho mella en las clases medias. La austeridad significa salarios bajos y mayor presión fiscal en casi todos los países. El resultado es un Estado del bienestar en retirada y, como consecuencia, una exclusión cada vez mayor en un continente que ha dejado de crear empleo y ha devuelto el miedo hacia el que viene de fuera.

Como si la culpa de los millones de parados estuviera más allá de las fronteras, Europa se cierra. Expulsa gitanos en Francia, refuerza la vigilancia para impedir que los inmigrantes siquiera tengan la oportunidad de otear Lampedusa, o llena de cuchillas la valla de Melilla para intentar que los pocos que consiguen abordarla perezcan o al menos crucen con el cuerpo tan descuartizado como el ánimo de quienes les observan.

Solo un racismo en aumento puede explicar que medidas tan inhumanas no generen mayor rechazo en una sociedad madura. Porque la amenaza está dentro. Casi sin darnos cuenta asistimos al ascenso de un Tea Party europeo con líderes como Marine Le Pen o Geert Wilders, que han renunciado a los símbolos de una derecha fascista y xenófoba, pero no a las ideas que la conforman. Su influencia en los gobiernos es cada vez mayor, su peso en las encuestas aumenta, como aumenta también el de partidos ultranacionalistas, cuyo objetivo ya no es solo cerrar las fronteras exteriores de la UE, sino recuperar las internas. Su poder para alimentarse del miedo es formidable, tanto como la amenaza que representan.