RETRATO DE UNA INICIATIVA MÉDICA HUMANITARIA EN ISRAEL

Abriendo corazones

Ingresado 8El doctor Tamir y dos voluntarias atienden a un bebé palestino bajo la atenta mirada de la madre.

Ingresado 8El doctor Tamir y dos voluntarias atienden a un bebé palestino bajo la atenta mirada de la madre.

MONTSERRAT RADIGALES
HOLON (ISRAEL)

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Funciona como cualquier unidad hospitalaria de cardiología pediátrica, pero los pacientes aquí ingresados son muy especiales. Una madre angoleña sentada al borde de la cama sostiene en brazos a su hijo de 2 años. Una mujer iraquí, vestida con la abaya que la cubre toda de negro, vigila junto al lecho a su retoño mientras una voluntaria atiende al menor. Médicos y enfermeras administran oxígeno a un bebé palestino que ha sufrido una delicada intervención quirúrgica.

A los familiares de la mayoría de estas criaturas nunca les debió pasar por la cabeza que algún día estarían donde están. Se encuentran en el Wolfson Medical Center, un centro hospitalario ubicado en la ciudad israelí de Holon, al sureste de Tel-Aviv. Desde 1995, desarrolla un programa denominado Save a Child's Heart (Salvemos el corazón de un niño) o SACH.

El programa ofrece tratamiento a menores con dolencias cardíacas procedentes de países donde la medicina no está tan avanzada y donde no pueden recibir una atención adecuada. Desde entonces, ha salvado la vida de casi 2.500 niños. Casi la mitad (el 49%) son palestinos o provienen del mundo árabe, incluido de países que no tienen relaciones diplomáticas plenas con Israel (Marruecos), o incluso que formalmente mantienen un estado de hostilidad, como es el caso de Irak. Otro 40% procede de África y el resto de Latinoamérica, Asia o el este de Europa. El programa, abierto a todos los niños «sin importar la raza, el color, el género, la religión o la situación financiera», ha crecido vertiginosamente: en 1996, trató 48 casos; en el 2009 fueron más de 200, de 41 países distintos.

Todo empezó en 1995 cuando el doctor Amran Cohen, jefe de cirugía cardiaca pediátrica del Wolfson Medical Center, fue contactado por un médico etíope que le pidió ayuda para salvar a dos niños que necesitaban una operación urgente. Fue el inicio del programa SACH.

El doctor Cohen murió trágicamente en agosto del 2001, «a causa del mal de altura», durante una ascensión al Kilimanjaro «cuando se encontraba en una de sus misiones médicas en África», explica Devorah Serkin, una de las responsables del proyecto. Tenía 47 años.

Pero la semilla estaba sembrada y no faltaron voluntarios dispuestos a continuar la obra iniciada por Cohen. El actual alma del proyecto es el doctor Akiva Tamir. «Ami Cohen era realmente un visionario. Después de que él muriera, durante cinco años fui el único cardiólogo en el programa», explica. Una vez viajó a Etiopía y en una mañana visitó a 35 niños para diagnosticarles. Así se decide quién es candidato a recibir tratamiento en Israel. «Es muy fácil entrar en la grandeza del proyecto y olvidar las incomodidades. Realmente nos volvemos adictos a esta labor», añade el doctor Tamir.

Los responsables calculan que cada caso cuesta unos 10.000 dólares (7.500 euros): unos 7.000 dólares el tratamiento y el resto para el viaje, el alojamiento y la manutención. Cada familia permanece en Israel entre dos y tres meses. El SACH recibió una donación que le ha permitido alquilar una casa y ahora construye una propia. Aunque el programa recibe subvenciones del Estado, se basa sobre todo en donaciones privadas y el trabajo altruista de los voluntarios.

Formación de médicos

Aplicando la máxima de que más vale enseñar a pescar que dar pescado, el programa SACH se dedica también a formar médicos de los países implicados, en colaboración con la facultad de Medicina de la Universidad de Tel-Aviv.

Algunos malintencionados arguyen que, mientras el programa SACH salva vidas de niños palestinos, hay acciones del Ejército israelí que cuestan vidas de niños palestinos en Gaza. Pero el doctor Tamir lo tiene muy claro: «Yo serví en el Ejército y mi hijo sirve en el Ejército. Ningún país toleraría el lanzamiento de misiles contra su territorio. Un niño palestino no es mi enemigo; yo no miro a los palestinos como enemigos sino a las organizaciones que quieren destruir Israel. Ayudar a los otros es un componente muy fuerte de nuestra tradición cultural. Y, por cierto, lo que hacemos también está conectado en parte con el Holocausto. Se nos destruyó simplemente por ser judíos. Yo nunca seleccionaré a la gente por su nacionalidad». Al fin y al cabo, se trata de abrir corazones y no solo con el bisturí.